Había terminado de darme verga, primero por la boca y después por el culo, cuando tendido de espaldas en el sofacama conmigo de rodillas en el piso, me dijo: -Vos sos mío, ¿cierto, Jorgito?
-Claro, tío Eli…-Sos un chico de mi propiedad…
-Sí, tío… -confirmé sin entender qué prehemdía él…
-Bueno, tenés que saber que soy un hombre generoso y me gusta compartir lo que tengo…
-¿Qué querés decir, tío Eli?... –le pregunté algo inquieto y expectante a la vez.
-Hay un amigo que quiere conocerte, Jorgito… -me explicó. –Le conté de vos, le dije lo lindo que sos… lo putito que sos…
-¡Ay, tío! - -exclamé mientras una mezcla de temor, recelo y ansiedad me estremecía de pies a cabeza.
-Vestite, Jorgito; vestite que vamos a ir a ver a Manuel.
-Ay, tío Eli, no sé…
-Vamos, nene, obedecé. –insistió tío Eli endureciendo el tono como para dejar en claro quién mandaba, mientras abandonaba el sofacama para ir hasta la silla donde estaba su ropa.
Poco después subíamos a un taxi en la esquina de casa. Tío Eli le indicó al chofer el destino del viaje y después hizo un llamado desde su celular:
-Vamos para allá con el chico, Manuel… -le escuché decir y después de una pausa rió entre dientes y agregó: -Tenemos dos horas, así que preparate… -y volvió a reír.
Entonces empecé a excitarme y a moverme inquieto en el asiento. Iba a comerme dos vergas y eso era más prometedor de lo que hasta ese momento hubiera podido esperar.
Tío Eli me acariciaba los muslos y eso aumentaba mi calentura. Sentía arder mis mejillas y un intenso deseo de llegar por fin a destino mientras la ansiedad me consumía y después de un tiempo que sentí interminable estuvimos, por fin, ante el señor Manuel.
Vivía en una casa con jardín al frente, detrás de una pared baja con una reja. La puerta de entrada se alzaba en medio de dos ventanas. Tío Eli oprimió el timbre y su amigo salió enseguida a recibirnos. Su aspecto me excitó rápidamente. Parecía ser de la misma edad que el tío, año más o año menos. Era alto y delgado, calvo y de rostro anguloso adornado por bigotes y barba candado de un gris brillante.
Saludó con voz grave y en cuanto traspusimos la puerta de calle tío Eli y él se saludaron con un apretón de manos mientras yo procuraba dominar el temblor que me agitaba y el señor Manuel me envolvía en una mirada caliente.
-Así que éste es tu sobrino Jorgito…
-El mismo, Manuel… -confirmó mi tío y el señor Manuel me pellizcó la mejilla izquierda mientras decía: -Mmmmhhh, te quedaste corto, Eliseo… Es más lindo de lo que me dijiste… -me elogió y yo sentí que me ruborizaba.
-Gra… gracias, señor… -pude murmurar después de tragar saliva.
-Bueno, pasen, pasen… -invitó el dueño de casa y cuando nos adelantamos hacia la puerta de entrada –yo detrás de tío Eli- apoyo una mano en mi culo y curvó los dedos para apretar mi carne estremecida por la caricia.
-Qué culo tiene, Eliseo… -elogió el dueño de casa sin sacar la mano de mis nalgas.
-Cuando lo veas desnudito te infartás… -exageró tío Eli.
El señor Manuel rió mientras abría una puerta y se hacía a un lado para que tío Eli yo entráramos a lo que resultó ser el dormitorio. Evidentemente no quería perder tiempo.
Era una habitación de paredes blancas, totalmente alfombrada, dos grandes placacares empotrados, una cama de dos plazas y una mesita de noche.
Yo, ante la inminencia de lo que se avecinaba, estaba sometido a una gran tensión hecha de temor, deseo y ansiedad, todo al mismo tiempo.
-Bueno, Jorgito, desnudate y mostrale a mi amigo lo lindo que sos…
-Sí, tío… -acepté y después de una pausa impuesta por mi timidez me senté en el borde de la cama para quitarme las zapatillas.
-Parate, Jorgito, ¡parate! –me ordenó tío Eli seguramente imaginando que yo pensaba desnudarme sentado.
Me puse de pie y seguí por el jean, después la remera y por último, después de alguna vacilación, me despojé del slip. Durante todo mi striptease yo había observado a hurtadillas al señor Manuel, que no había dejado de devorarme con los ojos.
Cuando por fin quedé totalmente desnudo gritó: -¡Carajo! ¡No se puede creer!
-¿Habías visto alguna vez algo así? –preguntó tío Eli.
-Sabés que me he cogido a varios nenes, pero ninguno como éste… ¡Es increíble!... –contestó el señor Manuel y se me acercó para empezar a toquetearme. Sus manos se asentaron en mi cuello para deslizarse después hacia los hombros.
-Qué piel tan suave tiene… -decía mientras tanto.
-Sí. ¿viste? Parece la de una chica, y para mejor es lampiño, no hace falta depilarlo… ni barba le crece… -apoyó tío Eli mientras yo me sentía cada vez más excitado, ardiendo de la cabeza a los pies con las manos del señor Manuel descendiendo por mis flancos lentamente, recorriendo mis caderas, buscando y encontrando mis nalgas estremecidas…
Tío Eli se sumó al toqueteo y fue enloquecedoramente placentero disfrutar de esas manos que me recorrían entero acariciando, presionando, pellizcando sin pausas mientras, pegados a mí, me hacían sentir la dureza de sus pijas bajo los pantalones.
-Ay, no puedo más… -murmuré como un ruego y entonces el señor Manuel dijo: -¡Vamos, Eliseo! ¡Vamos a darle verga ya!
-¡Sí! ¡Jorgito tiene hambre! –aprobó tío Eli mientras ambos se apartaban para quitarse la ropa.
Sin que me lo ordenaran trepé a la cama y esperé tendido de espaldas. Tío Eli fue el primero en venir, seguido por el señor Manuel, ambos con sus vergas bien erectas.
-Encogé las piernas y separá bien las rodillas, Jorgito. –me ordenó el tío para después preguntarle al señor Manuel: -¿Tenés vaselina o alguna crema? No quiero que le rompamos el culo.
-Sí, Eliseo, ya te la alcanzo. –contestó el dueño de casa, para después abrir el cajón de la mesita de noche y darle un pote a tío Eli.
-Vaselina, tomá… -dijo y mi tío se untó la verga con esa crema mientras el señor Manuel se ubicaba de rodillas sobre mi cara, con las piernas a ambos lados y me ponía la almohada doblada en dos bajo mi cabeza. Ahí entendí que debería chupársela y la idea me excitó muchísima: ser penetrado por tío Eli y al mismo tiempo hacerle una mamada al señor Manuel. “¡Qué delicia!” pensé mientras sentía el típico e intenso dolor del comienzo de la penetración. Gemí pero durante muy poco tiempo, porque enseguida debí abrir la boca para engullir la verga del dueño de casa.
Las intensas sensaciones me desbordaban haciéndome girar en un vértigo indescriptible que se hizo aún mayor cuando el señor Manuel se inclinó hacia adelante y, para mi sorpresa, comenzó a masturbarme después de advertirme: -No dejes de mamar, nene…
Jamás había gozado tanto, con la verga de tío Eli yendo y viniendo por dentro de mi culo, la del señor Manuel latiendo bien dura en mi boca y esa masturbación que me tenía gimiendo de goce.
De pronto todo ocurrió casi al mismo tiempo: la leche del señor Manuel en mi boca, la de tío Eli inundándome el culo con varios chorros calientes, mi orgasmo cuyo semen cayó abundantemente sobre mi pecho y los rugidos bestiales de los dos hombres al acabar, y mis gemidos.
Tío Eli respiraba con fuerza por la boca, de espaldas en la cama y yo me entregaba al morboso deseo del señor Manuel, que mantenía mi pene ya fláccido en su mano derecha.
-Quiero que hagas lo que voy a decirte, Jorgito… -me dijo en un murmullo ronco con su boca pegada a mi oreja derecha.
-Sí, señor… lo que usted quiera… -contesté en actitud de sumisión total.
-Tenés varios goterones de tu lechita en el pecho, Jorgito… Quiero que vayas recogiendo esos goterones con un dedito y que vayas bebiéndolos…
Temblé al escucharlo y obedecí sin vacilar, movido por el más intenso morbo. Fui recogiendo cada gota de mi propio semen con el dedo medio de mi mano derecha y chupando ese dedo, disfrutando con el sabor de esa lechita que volvía a mí después de que mi pene la expulsara. Tragué todo ese semen mientras el señor Manuel deslizaba sus labios por mis mejillas, por mi cuello, por mis hombros y extendía sus manos para acariciarme los muslos, desde las rodillas hasta las ingles.
-¿Te gustó, Jorgito?... ¿Gozaste?... –me preguntó de pronto tío Eli, que seguía reposando de espaldas en la cama.
-Ay, sí, tío… ¡gocé mucho!...
-Me alegro, sobrino… Preparate para seguir gozando… -me alentó mi tío. Sus palabras me entusiasmaron y la fiesta continuó. En cuanto ambos hombres recuperaron fuerzas volvieron a usarme, esta vez mi tío por la boca y el señor Manuel por el culo.
Yo ardía entero cuando me ordenaron ponerme en cuatro patas y en cuanto me tuvieron en posición de perrito volvieron a darme verga, esas vergas que mi hambre de putita reclamaba. Sí, dije de putita porque así me hacen sentir ellos… ¡una putita!... que en eso me han convertido tío Eli y su amigo el señor Manuel.
El caso fue que volví a tragar leche por la boca, hasta la última gota, y en mi tierno culito.
El señor Manuel es un genio en la cama. Esa tarde, mientras me estaba cogiendo se inclinó sobre mi espalda, pasó su brazo derecho por debajo de mi vientre y empezó a masturbarme. ¡Ay! ¡lo amo, lo amo, lo amo!
Mientras su hermosa pija iba y venía dentro de mi culo me dijo: -Cuando acabes hacelo en tu mano, Jorgito… Quero tu lechita ahí para que después te la tomes toda…
No pude contestarle, porque tenía la boca ocupada por la verga de tío Eli, que yo chupaba con entusiasmo, pero mentalmente me comprometí a cumplir con la orden del señor Manuel.
Seguí chupando la verga de mi tío tratando de no correrme hasta que él me llenara la boca de leche y yo tragara hasta la última gota. Y funcionó. Tío Eli me soltó de pronto varios chorros de su semen y fue mientras iba tragando ese delicioso néctar que escuché rugir al señor Manuel y sentí en el fondo de mi culo los chorros de su leche. Entonces me corrí y atesoré en la palma de mi mano izquierda mi lechita mientras me sostenía en posición sobre mis rodillas con la mano derecha.
El señor Manuel y tío Eli yacían desmadejados en la cama, respirando con fuerza por la boca, pero cuando yo estaba por lamer en cuatro patas los goterones de mi semen, el señor Manuel me tomó de un brazo.
-No, Jorgito, esperá. –me dijo. –y alertó a tío Eli: -Mirá, Eliseo, mirálo al muy putito de tu sobrino, mirá cómo lame su semen. Mientras seguía bebiendo mi leche oí la risita de tío Eli y eso me excitó todavía más. Lamía con desesperación, sintiendo cómo cada goterón desaparecía en mi lengua y enseguida atravesaba mi garganta y seguía viaje hacia mi interior, para regodeo de tío Eli y del señor Manuel, que me observaban sentados en la cama, tío Eli a mi derecha y el señor Manuel a la izquierda.
Fue ésa una tarde inaugural para mí. A partir de ese momento tío Eli y el señor Manuel han venido usándome a diario. Cuando salgo de la escuela debo ir a casa de ese hombre donde ya está tío Eli. Según me explicó, le dice a tía Any que va a jugar ajedrez con amigos del club y así puede cogerme no sólo los días que tía se reúne con sus amigas sino todos los días de la semana incluidos los sábados y domingos, cuando yo les digo a mis padres que voy a casa de tal o cual compañero de estudios.
Son fenomenales las cogidas que me dan. Me han dicho que toman viagra y eso explica que puedan usarme varias veces durante dos horas, hasta que regreso a casa antes de que papá y mamá vuelvan de sus trabajos.
Hoy no sólo me dieron verga sino que además estuvieron humillándome verbalmente y descubrí cuánto me excita eso.
Fue el señor Manuel quien empezó cuando me estaba penetrando teniéndome en cuatro patas y tío Eli descansaba tendido de espaldas en la cama, junto a nosotros.
-Tenés una sobrina muy putita, Eliseo… -dijo mientras su verga avanzaba y retrocedía dentro de mi culo siempre hambriento y, como siempre, me masturbaba.
-Sí, ya está totalmente emputecida… -coincidió mi tío y ambos empezaron a tratarme como a una chica.
Yo temblaba de excitación y ellos se daban cuenta y seguían humillándome aun después de que el señor Manuel explotó en un largo y violento orgasmo y yo hice lo mismo llenando de semen la palma de mi mano izquierda.
Lamí y tragué toda esa leche y más tarde, cuando ambos se habían vestido y tomaban café en la cocina y yo una gaseosa, siguieron con las humillaciones mientras me tenían desnudo, lo cual acentuaba mi conciencia de total sometimiento a ellos.
-Oíme, Eliseo, es evidente que Jorgito tiene mucho de nena…
-Es cierto. –coincidió Tío Eli mientras yo sentía que la temperatura aumentaba en todo mi cuerpo.
-Parate, Jorgito. –me ordenó el señor Manuel y obedecí.
-Apartate de la mesa, queremos verte completito. –volvió a ordenarme.
-Sí, señor Manuel… lo que… lo que usted diga… -contesté después de aclararme la garganta.
-Mirá, Eliseo, mirá el cuerpito que tiene… -observó el señor Manuel y me ordenó poner las manos en la nuca, cosa que hice, claro.
-Sí, mirá la cinturita, es de una nena… -comentó tío Eli.
-Y cómo se le notan los huesitos de las caderas, eso es de nena…
-Y mirale las piernas… ¡Esos muslos!
-Y además es totalmente lampiño…
-Deliciosamente lampiño… Y esa carita tan linda de mejillas suaves… -detalló tío Eli mientras a mí, de tan caliente, se me estaba parando el pene.
-Algo de feminización no le vendría mal… -sugirió el señor Manuel provocando mi alarma.
-Ay, no, por favor… -me atreví a rogar.
-¡Callate! –me ordenó tío Eli con tono tan severo que me asusté y el susto me mantuvo callado mientras ellos seguían desarrollando sus ideas.
-¿Qué se te ocurre? –preguntó tío Eli.
-Hagamos que le crezca el pelo hasta los hombros… -contestó el señor Manuel.
-¡Perfecto!... –se entusiasmo tío Eli y aportó una idea: -Depilémosle un poco las cejas… con esas dos cosas quedará muy bien… Va a sugerir lo femenino sin exageraciones groseras…
Yo me fui tranquilizando al ver que no querían convertirme en una travesti y al imaginarme con el pelo largo y las cejas depiladas me calentura fue total, tanto que ya mi pene estaba bien erecto.
El señor Manuel lo advirtió y después de una risita dijo: -¡Mirá, Eliseo! ¡Mirá qué calentito lo tenemos al nene!
-Sí… Es que Jorgito es una nena muy putita… ¿Cierto, Jorgito?...
-Ay, tío, por favor… supliqué mientras sentía que mi mente era un universo de planetas girando enloquecidos, sin orden alguno…
-¡¿CIERTO, JORGITO?! –repitió tío Eli alzando la voz.
-Sí… sí, tío… -y entonces debí decir: -Soy… soy una… una nena muy putita…
Y es verdad, eso soy en manos de tío Eli y del señor Manuel. Han pasado dos meses desde aquella tarde decisiva, mi pelo está creciendo y llevo las cejas depiladas, lo cual llamó la atención de mi padre.
-Nada, papá, es que se usa… -pretexté nervioso y mamá vino en mi auxilio: -Dejalo, ya sabemos cómo son los adolescentes…
Vivo caliente. Tío Eli y el señor Manuel me cogen todos los días pero además me masturbo pensando en vergas y más vergas y me embriago bebiendo mi propia leche.
Fantaseo con hombres y más hombres. Imagino que tío Eli y el señor Manuel me entregan a mucho hombres, cada vez más hombres, todos madurones y vejetes.
Quiero ser inundado de leche. Quiero ahogarme en semen. Voy a pedirles que me entreguen.
Soy una putita mucho más putita que la más putita de todas las putitas.
Fin
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