EL TIO SOLTERON

 

Trata acerca del modo que mi tío solterón me hizo puto.. .
Yo no sabía que tenía lindo cola, ni que mis piernas eran hermosas y que mi cuerpo estaba apetitoso como una frutita jugosa ante los ojos de un hambriento. Me lo dijo a los 8 años un tío solterón que vivía al lado de mi casa una noche de verano, en que, como suele suceder en mi ciudad, se había ido la energía eléctrica por exceso de consumo obligándonos a salir al patio delantero  a esperar que regrese y de paso, no sufrir el agobio  dentro de la casa que sin aparatos de refrigeración funcionando, se convertía en una suerte de horno.

Me apoye en el muro que separa la propiedad de la vereda. Me acodé en el muro a nada, papar moscas, ver el paso de algunas personas y autos para distraerme un poco y en ese momento se acerca a mí el tío solterón, apoya sus manos en el muro y hace lo mismo que yo, nada, mirar la calle y esperar.

No estábamos en oscuridad absoluta puesto que las luces del alumbrado público seguían encendidas ya que, según supe después, estaban conectada a una fase distinta que las conexiones domiciliares, así que estábamos como en penumbras, a media luz.

Yo, como era pleno enero, verano absoluto en mi país, estaba con un shorcito de algodón de color celeste de entre casa, muy ligero y corto, como se usaba en los años ochenta, tan corto y tan ligero que se pegaba a mi cuerpo de tal suerte que parecía una segunda piel, mientras que mi torso estaba desnudo y mis pies con unas zapatillas de lona de marca Pampeo. Aún las recuerdo.

Mi tío olía a mecánico sin serlo ya que antes del corte de luz se hallaba arreglando su moto. Traía las manos sucias con aceite y, como yo, también estaba de short y torso desnudo. En un momento oportuno en que mi abuela se metió a la casa para seguir haciendo la cena a la luz de velas, me tío de cuarenta años se acerca, se pone a mi lado y me toca la cola, cosa que no pasó desapercibida por mí y le pregunto:

Yo: ¿Que hacés tío?

T: Oh, perdón sobrino. Me dejé llevar.

T: ¿Me perdonas?

Yo: Si, no pasa nada, pero, porque lo hiciste.

T: Es que, vos perdóname, pero tenés una culito hermoso sobrinito. Me encanta, más con ese pantaloncito que te queda de mil, y esas gambitas mmmm…

Yo: Ay tío, las cosas que decías.

T: ¿Me perdonas?

Yo: Si.

T: Aunque, viéndote todos los días, no dudo que vuelva a tocarte otra vez eh.

Yo:  Ja ja ja ja, la próxima por lo menos lávate la mano porque me podes ensuciar el pantalón y después la abuela se enoja.

T: ¿No te molestó que te toqué?

Yo: NO. ¿Por qué debería molestarme?

T: Porque la cola no debe ser tocada por nadie.

Yo: Ah, pero vos sos mi tío.

T: ¿Me dejarías tocarte de nuevo?

Yo: Tocame si queres, pero deberías lavarte las manos por lo menos.

En este punto, mi tío, al sentirse autorizado, fue a su casa y volvió de ella a los pocos minutos con las manos bien limpias y oliendo a jabón. Volvió a situarse a mi lado. Me hizo saber que se había lavado las manos y me las hizo oler.

T: ¿Puedo?

Yo: Bueno.

Mi tío, no espero mucho y enseguida, con cierto disimulo y mucha precaución, luego de asegurase que nadie estaba mirándonos, abajo una de sus manos y empezó a palparme la cola. Empezó así, palpando los glúteos, los cachetes;  acariciándolos con mucha curiosidad y delicadeza,  más luego empecé a sentir como sus dedos se introducían con pantalón y todo a mi zanjita apretándose sobre mi ano haciendo sentir una sensación muy desconocida para mí pero agradable.  Me dejé hacer todo mientras mi tío disfrutaba de mi trasero, manoseándolo con la libertad que estaba soñando; alzándome el pantalón de manera tal que se me metía todo en el culo dejándome con los cachetes al aire a la vez que  decía palabras que no se entendían con claridad, pero eran sin dudas, de deleite,  de goce…

Y así estábamos, en esa situación. Yo entregado, culito estirado apoyado en el muro dejándome manosear el trasero, las piernas y la panza mientras el murmuraba su excitación sin dejar de prestar atención en el entorno, para no ser sorprendidos en tan inusual e inapropiado proceder. Metió su otra mano dentro de su short y empezó a tocarse el pene, a masturbarse para así poder experimentar el orgasmo que estaba deseando pero no lo dejé, o, mejor dicho, se lo retarde para cambiarlo por algo mejor.

Sin que me lo pidiera y sin haberlo hecho antes, como un acto reflejo natural, llevé mi mano a su bulto, a su paquete, y empecé a tocarle el pene por sobre el pantalón. NO me lo había pedido, pero lo hice y el tío quedó muy sorprendido y contento.

T: Si bebe, tocala así… mmm que ricoooo.. se ve que te gusta mi vidaaa..

En este punto, el tío sacó su mano, mojó con saliva uno de sus dedos y volvió por mas, solo que esta vez metió la mano dentro de mi pantalón y empezó a hacer presión en mi ano hasta meterme la puntita del dedo.

Pensó que me iba a retirar, que me iba a quejar o algo así, pero lejos de eso, yo también estaba disfrutando y quería saber más, aprender más y dejarme hacer todo lo que él quisiera. Entonces, como si leyera mi mente, sacó su pene y me lo hizo agarrar. NO necesite mucha explicación para empezar a masturbarlo como es debido  y hacerlo volar de placer, de un placer que no esperaba, por lo menos esa noche. No imaginó que esa noche iba a ser pajeado por su sobrino de ocho años en las penumbras del patio delantero una noche de calor durante un corte de luz.

El seguía metiéndome el dedo y yo pajeándolo pero fuimos interrumpidos por la abrupta e inoportuna llegada de la luz. Ambos quitamos las manos de esos lugares de inmediato para no quedar delatados, pero él tenía serias dificultades para ocultar el tamaño de su erección. Lamentó mucho que volviera la luz pero lejos de rendirse, me llevó al costado de la casa y me pidió que siguiera un poquito más.

Esta vez lo hice solo yo. Él no me metió la mano, sino que dejó que yo siguieran jalándosela hasta que, oh sorpresa, se vino abundantemente ante mis ojos, ojos de niño sorprendidos porque nunca  había visto tal cosa y no sabía que eso podía pasar, no sabía que los hombre eyaculaban ni nada relacionado al clímax máximo masculino.

Se limpió, volvió  pedirme disculpas y que, por favor, no contara nada de lo ocurrido. Me dijo que eso debía quedar entre nosotros y que, si yo quería, se iba a repetir, pero que cuando vuelva a pasar, iba  a enseñarme cosas que sin dudas me gustarían y que disfrutaría mucho hacerlas…

En los próximos relatos contaré lo poco que tardé en aprender a mamarle la verga, el modo en que logró cogerme, la forma en que empecé a vestirme dentro de la casa de mi tío y las veces que me compartió con sus amigos…

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