-Sí, Jorgito… sí… -murmuró tío Eli curvando sus labios en una sonrisa. Seguí entonces con la tarea y poco después la verga comenzó a reaccionar a mis mimos. Cuando estuvo semierecta me incliné y me la metí en mi boca, donde no tardó mucho en ponerse dura del todo.
La chupé un poco, pero tío Eli me detuvo: -No, Jorgito, basta de eso. –dijo enderezándose: -Es tu culito lo que quiero. ¿Tendrá tu mami alguna crema?
-Sí, tío Eli, en el botiquín del baño he visto algunas… -contesté mientras me imaginaba poniéndole crema en su hermosa verga.
-Andá y traé alguna, Jorgito, y volvé rápido que no doy más de las ganas. –me ordenó y salí hacia el baño poco menos que volando. Cuando volví con un pote de crema temblaba de pies a cabeza. Tío Eli estaba sentado en el borde del sofacama sosteniendo en la mano derecha su verga erecta.
-Tomá, tío… -dije y le extendí el pote, pero me lo devolvió.
-Arrodillate, Jorgito. –me ordenó él y yo obedecía sin demora.
Él soltó su verga y me dijo: -Ponele crema, Jorgito, para que pueda entrar sin problemas en tu culo.
-Sí, tío… -dije y comencé a aplicar la crema. ¡Qué tarea deliciosa! Eran caricias de mis dedos que recorrían toda esa hermosa verga lubricándola. Hubiera seguido durante horas, por gusto pero también por miedo al momento decisivo, cuando ese ariete que se me antojaba enorme iba a entrar a través de mi tan diminuto orificio anal. Me era imposible superar el miedo que eso me causaba, pero tío Eli me ordenó terminar con la aplicación de la crema y que trepara al sofacama. Tapé el pote lentamente, como un recurso para demorar un poco más el momento tan temido, lo puse en la mesa y subí por fin al sofacama. Tío Eli hizo que me arrodillara y comenzó a acariciarme las piernas desde las rodillas. Sus manos subían lentamente por mis muslos y bordeando las caderas llegaban hasta la cintura para después descender hasta el punto de partida. Yo jadeaba y respiraba dificultosamente por la boca, excitadísimo.
-Qué piel tan suave tenés, Jorgito… me decía él en un susurro mientras me besaba en la mejilla, en el cuello, en los hombros.
Por fin me hizo poner en cuatro patas y se ubicó a mis espaldas, entre mis piernas, listo para penetrarme. Me sobó un poco las nalgas, las entreabrió y sentí la punta de su verga en mi entradita.
-Ay, tío, tengo miedo… -murmuré.
-Tranquilo, Jorgito… tranquilo… -me dijo él y de inmediato note que la verga me entraba. Sentí un dolor muy fuerte que me hizo corcovear en medio de un largo gemido.
-Ay, no… No, tío, noooooo…
Pero tío Eli no me hizo caso, claro, y siguió penetrándome hasta que sentí sus huevos contra mis nalgas al tiempo que me di cuenta, aliviado, que el dolor ya casi había desaparecido mientras la verga iba y venía dentro de mi culo.
A ese dolor inicial le siguió un goce tan exquisito como jamás había imaginado. “¡Putito por fin! ¡Ya soy un putito!”, pensé y me sentí el chico más feliz del mundo, con las manos de tío Eli aferrando con fuerza mis caderas mientras jadeaba y hacía avanzar y retroceder su verga en el interior de mi culo, dándome un placer indescriptible.
No sé cuánto tiempo estuvo bombeando y yo gimiendo y ronroneando, moviendo mis ancas para acompañar el ritmo de la penetración, hasta que sentí varios chorros de semen caliente en el fondo de mi culo mientras el tío lanzaba un rugido y se derrumbaba sobre mi espalda, quemándome la nuca con su aliento de fuego. Después se deslizó hacia un costado y quedó de espaldas sobre el sofacama, respirando fuertemente, conmigo boca abajo junto a él.
Yo estaba muy excitado, con mi pene duro, una dureza que clamaba por descargarse. Le pedí permiso a tío Eli para masturbarme y él emitió una risita:
-Ah, estás caliente, ¿eh, Jorgito?... Te gustó la verga de tío Eli, ¿cierto?... Te gustó sentirla en la boca y en ese culito tan indo que tenés…
-Sí, tío, me… me gustó mucho… -reconocí y él, evidentemente orgulloso, me autorizó a masturbarme. Salí entonces a la galería y corrí hacia el baño, que estaba en el fondo de la casa, y allí, sentado al revés en el inodoro, me hice la paja y volví aliviado después de soltar varios chorros de semen.
Tío Eli se estaba vistiendo y le pregunté cuándo volvería: -Eso depende de tu tía Any. –me contestó. –En cuanto vuelva a salir vengo a darte verga otra vez, Jorgito.
-Ay, ojalá la tía vuelva a salir pronto… -rogué mientras acompañaba a tío Eli hasta la puerta de calle.
Dos días después, un viernes, tío Eli me llamó por teléfono: -Tengo que darte una gran noticia, Jorgito…
-Ay, tío, decime… -le pedí ansioso.
Entonces me contó que tía Any se iba a juntar con unas amigas a jugar a las naipes con amigas en casa de una de ellas los lunes, miércoles y viernes a la tarde.
-Se van a juntar a tomar el té y después a jugar a la canasta… Buena noticias, ¿eh, Jorgito?
-Ay, tío, no puedo creer tanta suerte… ¿Y vos vas a venir esos tres días todas las semanas?
-Claro, lindo, todos los lunes, miércoles y viernes me vas a tener ahí… Así que andá preparándote…
-Ay, tío Eli, muero de ganas de que llegue el lunes… -dije y él rió y volvió a pedirme que estuviera listo para tanta verga que iba a tragar.
Era tal mi calentura después de ese llamado tan prometedor que tuve que masturbarme.
Ha pasado un mes y soy la putita de tío Eli, que tal cual lo previsto me usa por la boca y por el culo tres veces a la semana, gracias a la pasión de tía por el juego de naipes.
(Continuará)
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