De cómo pude comprobar y probar, que mí hermanastro era un pasivo sumiso..
Pensé que no volvería a estar en este tipo de situaciones, pero aquí estoy nuevamente escribiendo sobre lo que paso, relatando sobre lo que hice. No sé si considerarlo bueno, o malo, pero lo cierto del caso es que me gusto y lo volvería hacer, volvería a cogerme a mi hermanito las veces que sean necesarias.
Tengo muchos hermanos, y medios hermanos, y hermanastros, todos ellos de diferentes edades y de diferente género; pero les puedo asegurar que tengo más hermanos que hermanas. A casi todos ellos los conozco, la mayoría me tratan, otros ni me hablan. Pero definitivamente a los que les caigo mejor son por supuesto a los menores, los niños; y entre ellos están: Antonela (4), Santiago (10) y Miguel (12).
Mi relación con esos tres hermanastros ha sido normal, desde que ellos me conocen las cosas siempre han sido excelentes, sin problemas. El que siempre ha sido pegado conmigo es Santiago, seguido de Antonela (aunque solo por momentos). Siempre me he comportado como un “hermano mayor modelo”, es decir, juego con ellos, les compro cosas, hablo sobre las cosas que hacen, y los corrijo de cualquier mal comportamiento. Aunque pensándolo bien, yo parezco más como un padre que como un hermano.
Ellos viven en el mismo sector donde yo vivo, pero un poco más apartado de mi lugar de residencia. Los había estado visitando mucho; siempre que llegaba del trabajo pasaba por su casa y los saludaba, jugaba un ratico con ellos y compartía como un hermano normal. En cierta ocasión, una idea particular se le metió en la cabeza a Santiago: quería ir a mi casa, a quedarse a dormir.
-Quiero ir a dormir a tu casa-dijo Santiago sonriente.
-Ok no hay problema, pídele permiso a tu mamá y a tu papá para que puedas irte conmigo-le dije sin vacilar.
Esta situación era de lo más normal, al menos para mí; aunque él nunca había ido a dormir a mi casa, para mí no fue algo inesperado. Además, eso me daba la oportunidad de comprobar algo que sospechaba desde hace tiempo.
Todo esto sucedió en época decembrina. Y así como le dije lo hizo; le pidió permiso a sus padres y al día siguiente, pasé buscándolo por su casa.
Él estaba muy contento, y ya tenía todas sus pertenencias acomodadas y listas para irse.
Cuando llegamos a casa, se puso a ver televisión, y le dije que si quería jugar en la computadora que me dijera. Todo transcurrió de manera normal, hasta que me dispuse a ver televisión con él y noté que estaba muy entusiasmado viendo una escena sensual de una película.
-Aja, estás viendo cosas pornográficas… ¿cierto?-dije yo de manera repentina al entrar a la habitación.
Santiago se sorprendió por un instante pero siguió prestando atención a la escena donde una pareja se besaba con pasión.
En ese instante, me acerque y con rapidez le agarré su pequeño pene; el cual tenía duro.
El niño rápidamente se alejó de mí diciendo que no lo molestara. Yo me puse a reír y me acosté a su lado para ver también la película. Al cabo de un rato sentí como Santiago me agarró y apretó mi pene con cierto temor.
-Viste que es malo que le agarren sus cosas a uno-dijo el niño con una sonrisa atemorizada.
Quizás pensó que yo lo regañaría, pero no fue así, únicamente sonreí y seguí viendo la película. Creo que fue un error no haberle dicho nada, porque al cabo de un par de minutos el niño volvió a intentar apretarme el pene, esta vez no me deje, pero si fui rápido y se lo agarre a él.
Esto se convirtió en una especie de juego, un poquito arriesgado porque en esa casa no estábamos solos. Y si alguien nos veía pensaría mal; pero aun así seguimos “jugando” con precaución. Lo raro era que él siempre tenía su pene parado.
Ya eran las nueve de la noche y le ordene a mi hermanito que se fuera a bañar, pues teníamos que irnos acostar porque yo tenía que trabajar muy temprano. Cuando él estaba desnudo en el baño entre repentinamente y le dije que se bañara bien, que se lavara todas sus partes y que no gastara mucha agua en el proceso.
Apenas el niño me vio se puso las manos en su entrepierna, tapándose rápidamente sus partes íntimas y me dio la espalda con síntomas de vergüenza. La contextura de Santiago era la de una persona delgada; súper flaquito, pero de piel blanca aunque no tan pálida como la mía. No tenía casi nalgas, pero lo verdaderamente destacable era su rostro: tenía unos ojos saltones y profundos, con una sobresaliente dentadura superior que dejaba ver sus encías y sus dientes alineados como si de una caricatura se tratara. Pero aun así el carajito era simpático y lindo.
Después de aquella escena, Santiago se mostraba tímido conmigo, y cuando entró en la habitación se vistió casi a escondidas.
-No tienes por qué tener pena conmigo-le dije-somos hermanos, y además somos varones. Es normal que nos veamos en ropa interior, o desnudos.
Luego de aquellas palabras me quite la ropa delante de él y me quede en bóxer, después agarré la toalla y fui a darme un baño.
Cuando regresé Santiago estaba escuchando música en la computadora, busque un bóxer limpio para ponérmelo y dándole la espalda me lo puse.
No era la primera vez que compartía este tipo de intimidad con un menor, no es el primer hermano con quien compartía de esa manera. En donde únicamente había convivencia fraternal de hermandad.
Estoy claro que no todos somos iguales y que tampoco pensamos de la misma manera; no sé cuál sería la reacción de mi hermanito si me veía desnudo. La actitud, supuestamente inocente de aquel niño, me hizo suprimir mis impulsos.
Aquel concepto sobre mi hermanito Santiago cambió radicalmente aquella noche, y me di cuenta de algo que siempre estuvo ahí, pero que estuvo demasiado oculto a plena vista; o simplemente era algo que quizás me negaba aceptar.
Santiago desde siempre ha sido cariñoso conmigo, y nunca me había aprovechado de esa circunstancia. Nos pusimos juntitos a ver una serie que estaba siguiendo (Lucifer T3) y que tenía en ese momento guardado en mi Laptop.
Luego, nos pusimos a ver videos musicales y cuando me percaté de que eran las 10:30 de la noche le dije a mi hermanito que ya era de dormir.
Apagué la computadora, me quite la toalla y me acomode a un lado de mi hermanito. Nuestros cuerpos estaban pegados, yo estaba boca arriba y Santiago dándome la espalda. Lo note inquieto, le pregunte que si tenía frio, y como me dijo que si, le di más de la cobija para que se arropara.
Pero, el niño seguía inquieto y me daba la espalda como ocultando algo. Decidí incorporarme en la cama para decirle que se terminara de acomodar bien, pero cuando lo intente mover, ya que estaba muy cerca de la orilla, sentí algo inusual.
-¡Hey! ¿Y esa vaina parada qué?-Le pregunté sin vacilar.
-No, nada, nada-me dijo con nerviosismo.
-¿Por qué tienes eso parado? Si tienes ganas de ir al baño yo te acompaño, tranquilo-le dije yo tocándole la pierna levemente.
En ese momento, se encogió aún más, poniéndose en posición fetal.
-Déjeme quieto, o si no te voy agarrar el tuyo-respondió.
Al parecer, Santiago creyó que yo le quería agarrar su pene.
-Agárramelo, no me importa-le dije de manera desafiante.
Enseguida se volteó, intentó distinguirme en la oscuridad y sin vacilar me agarró el pene.
-¿Tu duermes en bóxer?-Preguntó sorprendido Santiago.
-Sí, ¿algún problema?-respondí.
-Aja, pero no te hagas el loco y dime ¿por qué lo tienes parado?-le dije yo sentándome en la cama.
-No sé, siempre se me para-dijo con las manos puestas en su entrepierna.
Yo sabía muy bien que aquella repentina erección no era normal, era obvio que el hecho de tenerme cerca impulsó una especie de “sugestión sexual”.
-A ver, enséñamelo-le ordené.
No quiso, hasta que le hice una propuesta:
-Si me dejas verlo, te dejo ver el mío-dije con firmeza.
Accedió al instante.
Entonces quitó sus manos y dejo que yo le bajara su pequeño pantaloncito corto con bóxer incluido; pero como estaba oscuro no lograba distinguir muy bien, así que encendí la pantalla de mi teléfono para alumbrar y ver lo que tanto ocultaba mi pequeño hermanito: un pene de buen tamaño y grosor para su edad, empinado todo hacia arriba, con el prepucio cubriéndole la punta y de un color similar a sus mejillas. No me contuve y se lo agarré apretándolo con mi puño derecho.
Inmediatamente, me quito la mano con cierta brusquedad.
-Ahora muéstrame el tuyo-me dijo luego ansioso.
Y tal como se lo había prometido, deje que me viera la pinga rasurada, que a esa altura ya estaba semi erecto. No tardó en agárramelo también, alegando que como yo se lo había agarrado, él también lo tenía que hacer.
Después de todo aquello comenzamos agarrarnos nuestras vergas y a reírnos como estúpidos. Ya al cabo de un par de minutos comenzamos hablar de cosas sexuales, mi hermanito me decía que sabía sobre sexo y esas cosas, sobre el embarazo y de cómo llegaban los bebes al mundo.
Le pregunté que si había tenido alguna experiencia sexual y me aseguro que no… cosa que no creí del todo.
Al cabo de un rato me dijo como si nada, que si yo sería capaz de darle un beso; comencé a dudar que este niño no fuera tan inocente como parecía. Decidí seguirle la corriente y ver hasta donde era capaz de llegar.
-Claro, yo sería capaz de besarte… de besarte en la boca ¿Y tú, serias capaz?-le dije con seriedad.
-Sí, yo también sería capaz-me respondió rápidamente.
-A ver, dame un beso en la boca-le dije sin vacilar.
Enseguida el niño se acercó a mí y me dio un beso de piquito en la boca, apenas duro una fracción de segundos pero sirvió para que mi pene se despertara aún más y se pusiera más duro.
-¿Tu sabes cómo besar?-le pregunté.
-Sí-respondió con ánimo.
-Bésame como sabes entonces-le ordené.
Entonces Santiago se acercó a mí y comenzó a besarme torpemente, no era experto les confieso, pero se notaba que quería hacerlo bien. Al cabo de un par de segundos me aleje y limpiándome la saliva que me había dejado, le explique cómo lo tenía que hacer. Al poco rato estabas como locos besándonos, casi apasionadamente. Busque y le toque su pequeño pene erecto; el niño hizo lo mismo y comenzó agarrarme mi verga, y me lo agarro metiendo su mano debajo del bóxer.
Y ahí estábamos los dos excitados, dejándonos llevar por el momento. Santiago se frotaba con mi cuerpo y buscaba rozar su pene con el mío. Miles de pensamientos morbosos pasaron por mi mente, luego mi conciencia moral habló y me hizo pensar en lo malo de aquella situación. Maldita e inoportuna conciencia.
-Ya, mejor vamos a dormirnos porque si no me van a dar ganas de metértelo-dije alejándome de Santiago.
-¿Qué dijiste?-me preguntó.
-Lo que escuchaste-dije-¿O es que quieres que te coja?
El niño no dijo nada en principio, pero después balbuceó algo que no entendí muy bien. O quizás fue algo que me negué a entender.
A la mañana siguiente, de madrugada prácticamente, sentí como Santiago me acariciaba la verga y acercaba sus labios a los míos como queriéndome besar. Al sentir aquello lo bese por un par de segundos y me levante, pues tenía que ir a trabajar.
Ese día fui a trabajar, pero me regresé temprano porque no pudimos trabajar debido a un problema. Entonces tuve que llevar a Santiago a su casa. Y me pase todo el rato pensando en mi hermanito, pensando en cosas morbosas debo admitir.
Pasó aproximadamente una semana, y volví a tener una vez a mi hermanito de nuevo durmiendo conmigo. Esta vez estaba dispuesto a subir la apuesta y provocar aún más a mi querido hermanito.
Todo transcurrió con normalidad entre nosotros, lo único diferente era que ahora mi hermanito no tenía pena conmigo. Y cuando le pedía un beso, me lo daba; y al cabo de un rato era él quien me lo pedía, y así hasta que en cierta ocasión me dio un beso con lengua. Después era yo quien le metía la lengua.
Esa noche las cosas se tornaron más atrevidas, mientras nos besábamos como locos metiéndonos la lengua y nos acariciábamos nuestros penes. Santiago me propuso algo inesperado.
-¿Por qué mejor no nos quitamos la ropa?-Me dijo el carajito.
Me quede sorprendido con aquella petición, pero con calma accedí sin problemas, quería ver hasta donde sería capaz de llegar aquel niño que parecía no ser tan inocente como yo pensaba.
Seguimos como antes, nos besamos con ansias mientras que el rozaba su pequeño pene contra mi enorme verga. Se montaba encima de mí, se ponía de lado, me abrazaba, me apretaba… Uff, la excitación se estaba apoderando de mi cuerpo y de mi mente, tenía que buscar la manera de quitarme aquella calentura. Así que le propuse algo arriesgado a mi hermanito: le dije que si era capaz de mamarme la verga.
-Vamos hacer sexo oral-le dije-¿Serias capaz de mamármelo?
Pasaron un par de segundos silenciosos pero después:
-Sí, ¿pero tú también me vas a mamar el mío?-Preguntó.
-Sí, yo también te voy a mamar el tuyo-le dije.
-No, yo no quiero que tú me lo mames-dijo Santiago con desprecio.
-¿Y entonces?-Pregunté.
-No sé-respondió Santiago con una voz sumisa.
Yo sabía muy bien por donde iba la cosa.
-Bueno, si tú quieres, yo no te voy a obligar, pero me voy a quedar aquí como si nada.-Le comenté con normalidad.
Pasaron un par de largos segundos y pude sentir como Santiago se acercaba a mí palpando hasta llegar al paquete, entonces sacó mi verga al aire y lo sujetó con sus manos para posteriormente metérselo en la boca con suavidad.
Enseguida, el carajito comenzó a pasarme la lengua de arriba hacia abajo, como si aquella vaina fuese un helado, definitivamente no era la primera vez que hacia aquello; luego, lo empezó a succionar suavemente hasta continuar con energía. Sosteniéndolo con sus manos, se lo metió hasta donde pudo y siguió así hasta que se propuso a juguetear con su legua alrededor de mi glande haciendo que me excitara cada vez más. Era increíble que aquel niño tuviera tanta destreza haciendo todo aquello.
Eso me hizo pensar que tal vez mi hermanito ya había tenido alguna experiencia de ese tipo… aunque el aseguraba lo contrario. Miles de ideas vinieron a mi mente, algunas de ellas chocaban y me hacían dudar de lo que pasaría a continuación. Algo me decía que aquello estaba mal, mientras que otra voz me pedía a gritos que siguiera.
Quizás se preguntaran porque tenía aquel dilema moral; bueno, aparte de que aquel niño me consideraba su hermano y era apegado a mí, también estaba el detalle de que tanto su mamá como sus hermanos, y él, eran cristianos. Y si algo del comportamiento indebido de Santi se descubriera, no quería que pensaran que fue por mi culpa, que fui yo quien lo había corrompido.
Pero ya era tarde, ese niño crecería y seria lo que yo había predicho desde la primera vez que lo vi: que sería marisco, marica, pato, pargo, perillo, palomo, muerde almohadas, o sea, todo un gay pasivo (sin ofender) al que le iba a gustar muchísimo la verga. No había vuelta atrás, pues sabía muy bien que si no lo complacía, Santiago buscaría a alguien más para que lo hiciera. Quizás ya había experimentado con alguien. Pero yo, como buen hermano, estaba dispuesto a enseñarle y consentirlo en lo que fuese necesario; aun así, decidí actuar con precaución.
Y es que desde que conocí a ese niño, siempre mostraba una actitud “amanerada” pero no tan notable como para alarmarse. Quien lo hubiese visto en aquel entonces pensaría que su actitud era normal de un niño inocente; pero yo tengo buen ojo en este tipo de situaciones, y en cuanto lo vi, lo supe.
A medida que pasaron los años y Santiago crecía, esa actitud quedo prácticamente opacada; inclusive se mostraba rebelde y malote con otros niños y niñas. Pero todo eso cambiaba cuando estaba conmigo, parecía que se marisqueaba cuando me veía, pues adoptaba una actitud sumisa y pasiva que lo hacía comportarse como una jeva, como toda una Nena pues.
Yo siempre le corregía esa manera que tenia de comportarse conmigo; pero al parecer me convertí en alguien interesante para él.
-¿Tu nunca habías hecho esto con nadie?-Le pregunté yo haciendo que se detuviera.
-No, nunca ¿Por qué?-me dijo.
-¿Y alguien te lo había hecho a ti?-Pregunté luego.
-Sí, una niña me lo hizo una vez-respondió.
Sin decir nada más subió a mis labios y comenzó a besarme apasionadamente, luego bajo una vez más y siguió haciéndome sexo oral. Hasta que ya no pude más y le dije que me iba hacer la paja.
-¿Quieres ver cómo me sale la leche?-Le pregunte.
-Sí-respondió muy animado.
Enseguida encendí la luz y comencé a masturbarme habilidosamente hasta que descargue tres chorros de esperma en una camisa sucia que había agarrado con velocidad.
-Qué asco-dijo Santiago-parece catarro.
-Cierto, pero mira como huele-le dije acercándole la camisa.
Santiago olio un poquito y se alejó.
Ya estuvo, al descargarme sabía que no iba a pasar nada más. Así que me limpie bien y nos dispusimos a dormir.
Sin embargo, al cabo de un buen rato, cuando ya estaba casi dormido del todo, sentí como Santiago me comenzó a besar nuevamente, luego bajó hasta mi pene y se lo metió en la boca así sin que tuviera erecto. Al darme cuenta de aquello mi pene creció y volvió a tomar rigor. El carajito había quedado encantado con mi verga, pero yo no quería seguirle el juego, así que le dije que ya estaba bueno, que nos durmiéramos. Luego lo bese por un par de segundos y nos acomodamos para dormir.
Al día siguiente lo lleve a su casa. Y le advertí que no dijera nada de nada de todo lo que habíamos hecho; que tuviera cuidado con lo que decía. El carajito no era estúpido, pues tenía esa inteligencia perversa y morbosa que le seria de mucha ayuda en un futuro no muy lejano. Eso, unido a su imagen inocente de niño bueno, le haría salir de apuros.
Pasaron los días, semanas creo, y no dejaba de pensar en Santi, quería tenerlo nuevamente junto a mí, quería que volviera a mamármelo. Me lo imaginaba descargando todo mi semen en su boquita, limpiándome todo son su lengua. Aquellos pensamientos se estaban volviendo obsesivos.
En cierta ocasión, fue de visita a mi casa con su papa, mi ex padrastro. Apenas lo vi me provoco darle un beso, pero no podía hacer nada. Sin embargo, apenas entro a mi cuarto le dije que me diera un beso; y nos besamos como locos hasta que mi verga se puso durísima.
-Mámamelo-le dije agarrándome la entrepierna.
Santiago sonrió con picardía y dijo:
-Y si nos descubren.
-No me importa-dije.
Ya tenía la pinga al aire; así que Santiago no dudo en metérselo a la boca, y por un momento pude disfrutar de aquel hermoso espectáculo con mucha claridad, en donde aquel niño saboreaba mi verga de manera increíble.
El espectáculo duró un par de minutos, pues había mucho movimiento de personas dentro de la casa, así que la sesión de sexo oral quedo suspendida.
Me sorprendió luego, saber que el carajito me propuso que le dijera a su padre para que le diera permiso para que durmiera en la casa otra vez. Decidí hacer lo que me pidió, pero no quería que se quedara ese día, sino el día siguiente, pues sería mi último día de trabajo y quería amanecer con ese niño y levantarme tarde.
Faltaban dos días para que finalizara el año, cuando pase por casa de Santiago y me lo lleve nuevamente a mi casa para ver que inventábamos.
Cuando llegue a la casa recibí una llamada de mis panas, diciéndome que saliéramos a rumbear, que íbamos a tomarnos una botella de “Cacique 500”, que iban a estar unas chicas malas… En fin, una noche de fiesta. (La vaina estaba arrecha pero aun así teníamos chance de vacilar y joder).
Santiago estaba a mi lado escuchando mi conversación y apenas termine de hablar me advirtió que si salía a tomar ron, no dormiría más conmigo.
-“Mierda… Ahora este carajito quiere dominarme”-Pensé con incredulidad.
Me pareció graciosa aquella actitud de Santiago. Quería salir a rumbear, pero también quería estar con mi hermanito.
Me encontraba con aquel dilema situacional. Cuando escuche que Santiago me propone algo curioso:
-Si vas a salir, quiero que me lleves a mí también-me dijo.
Decidí quedarme en casa y no salir para ningún lado, quería complacer aquel carajito en todo con tal de llegar al premio mayor. Además, yo ya había ido de rumba muchas veces con esos panas (y no era posible llevarme a Santiago). Pudieron más las ganas de experimentar con mi hermanito que las de rumbear con mis amigos.
-No, ya no voy a salir para ningún lado. Me voy a quedar contigo- le dije a mi hermanito picándole el ojo.
Santiago no dijo nada más, únicamente sonrió de alegría.
Esa tarde todo transcurrió con normalidad hasta que se hizo de noche, Santiago vio televisión, jugó en la computadora… Hasta que llegó la hora de acostarnos, entonces le ordené que se bañara.
Una vez que estaba listo, me acosté a su lado y de una buena vez le di un largo beso.
-¿Qué vamos hacer?-Le pregunte.
-No sé, vamos a ver unos videos de música-respondió.
Y así lo hicimos, nos pusimos a ver un par de videos musicales. No sé porque, pero a él le gustaba ver siempre los mismos videos y además pedía que los repitiera. Los videos tenían algo en común: chicas con poca ropa o en bikini. Le pregunte por que le gustaban esos videos y me dijo que le gustaba como bailaban las mujeres.
Ya eran casi las once de la noche, cuando le dije que era hora de dormir. En realidad estaba ansioso por ponerme erótico con Santiago.
Apenas todo estuvo a oscuras comencé a besarlo lentamente hasta que aceleramos de ritmo y empezamos a darnos lenguazos. Era increíble como aquel carajito había mejorado sus besos desde la primera vez que me beso; se notaba que intentaba complacerme.
Estaba dispuesto a ponerme más morboso y perverso con Santiago, haciéndole creer siempre que él tenía el control de la situación.
Luego de un par de minutos, ya yo estaba “encabillao” y con ganas de pasar a la siguiente etapa. Mi hermanito no dudo en tantear y agarrarme la verga con firmeza, apenas sintió lo “rígido de la situación”. Metió su mano debajo de mi ropa interior y empezó acariciármelo con delicadeza.
-Mámamelo-le dije exponiendo aún más mi verga.
Sin decir nada más, el carajito bajó hasta mi entrepierna y comenzó hacer lo que sabía; sus labios primero rozaron la piel sensible de mi pene, luego con su legua saboreó la punta hasta que con delicadeza se lo introdujo hasta donde pudo, para después subir y bajar de manera rítmica. Ese carajito era todo un experto, y sé muy bien que aprende rápido, pues yo le enseñe a besar, pero no le enseñe hacer todo eso que hacía con su boca mientras jugueteaba con mi verga.
-“Quizás se siente inspirado”-pensé yo con picardía.
Sea como fuese el asunto, ahí estaba yo, disfrutando de aquella estupenda mamada y dándole rienda suelta al frenesí sensual de mi querido hermanito Santiago.
Después de un par de minutos, mi hermanito se detuvo y se dedicó a besarme; luego se pegó a mi cuerpo rozando su pequeño pene. De un momento a otro mi hermanito dejo de besarme y me dijo algo que me emociono muchísimo.
-Vamos a jugar un juego-dijo.
-¿Qué tipo de juego?-Pregunté yo.
-Vamos a jugar a ser novios, vamos a ser marido y mujer-respondió sin vacilar.
-“Ya te tengo carajito, no hay vuelta atrás”-pensé maliciosamente.
-Ok, vamos hacerlo pues-Le dije.
La situación era obvia, Santiago me había puesto las cosas fáciles, yo sabía muy bien lo que deseaba, y estaba dispuesto a complacerlo siguiendo sus normas.
-Entonces yo voy a ser el marido-dije.
-Entonces yo voy a ser la mujer-dijo después Santi.
-¿Sabes qué significa eso no?-Le pregunté.
-Sí, que vamos a tener sexo-respondió.
-¿Y sabes por donde te lo voy a meter?-Dije luego.
-Si, por donde tú quieras-respondió el muy masoquista.
Ya tenía cancha libre para hacer lo que yo quisiera con ese carajito, no había vuelta atrás; la conciencia moralista quedo opacada por la lujuria acumulada y la excitación del momento.
Rápidamente, me quite el bóxer y le ordené que se desnudara totalmente, para luego comenzar a besarlo mientras lo pegaba a mi cuerpo; yo estaba boca arriba y él a mi lado izquierdo con la pierna montada en mi muslo y su mano izquierda masajeándome la verga.
Enseguida, baje mi mano izquierda hasta sus nalguitas y recorrí su raja con mis dedos hasta invadir su trasero con mi dedo medio. Froté suavemente toda esa zona anal de arriba abajo pensando si mi hermanito podría soportar mi verga dentro de sí.
-Acomódate para metértelo mi amor-le dije susurrando.
En seguida, Santiago se acomodó dándome la espalda y pegando su trasero hacia mí se quedó quieto. Pensé que esa pose no era la indicada para comenzar. Su cuerpecito flacucho y frágil me hizo creer que su culito no aguantaría a la primera embestida, y les aseguro que yo ya tenía experiencia en el asunto.
-¿Cómo te lo voy a meter así?-Pregunté.
-Ábreme las nalgas y me lo metes-dijo el muy sin vergüenza.
-¿Cómo sabes tú sobre esto?-Le pregunté-¿Ya lo habías hecho con alguien?
-No, es que en la casa de mi abuela hay un canal donde pasan puras cosas de sexo y groserías. Es por eso que se cómo lo hacen-respondió.
Este fue otro indicativo que me hizo pensar que ese niño ya había tenido algún encuentro sexual. Solamente había algo más que me daría la respuesta definitiva.
-Ya voy, déjame buscar algo que tengo por aquí-le dije, parándome de la cama.
Entonces fui velozmente y sustraje un envase con lubricante que tenía guardado debajo de mi ropa.
Volví a la cama, y con Santiago todavía en esa posición, unté algo de lubricante en mis dedos y examine la zona anal con intención de “ahondar” más para luego “presentar” mi verga en su agujero.
Metí lentamente y con mucho cuidado el dedo medio de mi mano derecha en su culito; me sorprendí al saber que ese agujero estaba muy estrecho. Seguí tanteando hasta que por fin logre introducir el dedo. Luego hice círculos “suaves” para tratar de dilatar aquel angosto orificio. Los quejidos de malestar se escapaban de la boca de Santiago de vez en cuando, pero aun así seguí con paciencia.
Estuve por largos minutos haciendo aquella labor hasta que decidí que era tiempo de pasar a la acción.
A continuación, unte más lubricante en toda mi verga y dirigí la punta a su agujerito, y suavemente hice presión… No pasó nada, no pude meterlo.
Volví a la carga pero esta vez con más fuerza, no quería lastimar a mi hermanito, pero debía seguir intentando. En esta ocasión la presión fue mayor y conseguí meter la punta de mi pinga.
Apenas el carajito sintió aquella invasión se movió automáticamente hacia adelante dejando salir un quejido de su boca.
-¡Ay!-Dijo.
-¿Lo sientes? ¿Te está entrando?-Pregunte yo estúpidamente.
-Sí, ahí lo siento. Pero me duele-dijo mi hermanito con voz adolorida.
Proseguí en lo mío pero no logré meter mi pene en ese pequeño y estrecho huequito.
-¿Te duele mucho?-Pregunté.
-Sí, me duele demasiado-respondió Santiago.
Decidí, cambiarlo de posición para que el trabajo fuese más sencillo, así que lo puse en cuatro. Froté con mi verga la raja de su culito, cosa que le gustó mucho a Santiago, pues dijo que se sentía rico.
Entonces, me dispuse hacer algo inesperado… Acerqué mi cara a su raja y sin dudar abrí sus nalgas y le pasé la lengua por el culo. El sabor del lubricante que olía a piña no me incómodo.
-Ay se siente demasiado rico-dijo enseguida Santiago.
Continué lamiendo y rozando mi lengua por aquel pequeño agujero que ansiaba penetrar, todo, mientras escuchaba los excitantes gemidos de aquel niño.
Me detuve por un instante para intentar meter mi verga en aquel culito palpitante y lleno de saliva. Pero cuando me acomodé y me dispuse a penetrar, no pude, lamentablemente no pude hacer más nada, pues sentí que no le entraba la cabeza de mi verga. Parecía que había algo que obstruía el avance.
-Vamos a cambiar de posición-le dije.
En la penumbra de la habitación se distinguían claramente nuestras siluetas, tenía ganas de encender el bombillo y ver a la perfección aquel culito, pero no quería cortar la escena.
-Quiero que me vuelvas a pasar la lengua por ahí-dijo repentinamente el niño.
-Ok, ponte encima de mí, y mientras tú me lo mamas, yo te paso la lengua en ese culito-le sugerí.
Santiago se acomodó, y haciendo el 69 comenzó a saborear mi verga, lo hizo como él únicamente sabe hacerlo. Mientras yo jugueteaba con mi lengua alrededor de su culito, intentando introducir mi lengua en aquel rebelde agujero. Sus nalgas estaban separadas dejando todo al descubierto.
El carajito agarraba mi verga y se la metía suavemente en la garganta, hasta donde podía. Luego succionaba con delicadeza. Subía y bajaba rítmicamente sin hacer que sus dientes rozaran con mi piel. De un momento a otro, comenzó a lamer todo a su alrededor, para luego bajar con su lengua hasta la zona circundante de mi escroto, y así lamer mis bolas; un leve cosquilleo recorrió toda esa zona de mi cuerpo, definitivamente me gustaba muchísimo lo que mi querido hermanito me hacía con su no tan inocente boquita.
Luego de un buen rato, decidí que era tiempo de un nuevo intento para penetrarlo, así que le ordené que se sentara encima de mi verga.
El niño se acomodó, agarro mi verga palpitante y húmeda, y lentamente lo dirigió a su agujero. Sentí la presión de la entrada pero no pasó nada más.
-Ya no puedo, me duele mucho-me dijo.
-Está bien papito, quédate quieto-le dije después.
Sentí la necesidad de metérselo de un solo golpe pero no quería un accidente, o que el carajito me tuviese miedo después.
Hice que Santiago se pegara a mi cuerpo para que me besara mientras con mis manos le rozaba toda la raja, entonces, acomodé mi verga de manera que quedara al mismo nivel de su culito. Luego comencé a rozar mi pene levantando mi pelvis de manera rítmica.
-Sí, así me gusta.-Dijo con sensualidad Santiago.
Continué por varios minutos en aquella posición.
-¿Te gusta?-Le pregunté a Santiago.
-Sí, me gusta muchísimo.- Contestó.
Luego de unos minutos, la calentura y excitación me indicaban que ya estaba llegando al clímax final, tuve que acelerar el proceso hasta que mi verga descargó una cantidad exagerada de leche. El primer chorro de semen salió expulsado embarrando toda la raja de Santiago. Al sentir ese primer disparo, volví a rozar con fuerza aquel culito, hasta que ya no me salió más semen.
Que divina y excitante sensación fue aquella que sentí. Me quede por un instante besando a mi hermanito mientras le pasaba mis dedos por toda la raja llena de leche, de un momento a otro intente meter el dedo medio untado de semen, pero mi hermano se quejó, pues lo baboso de la zona hizo que el dedo se introdujera con facilidad.
Luego de unos segundos, nos incorporamos para limpiarnos.
Santiago seguía con su pequeño pene tieso y empinado.
-¿Tú te haces la paja?-Pregunté sin dudar.
-No, yo no me hago eso.-Respondió con desprecio.
-Ven yo te voy a enseñar.-Le dije.
Luego me acerque y le agarre su pequeño pene, al niño no le gusto, es más, parecía que no le gustaba que se lo agarrara. No sé si era porque estaba excitado y sentía sensibilidad, pero lo cierto es que en ocasiones posteriores nunca estuvo cómodo con que le rozara o tocara su pene, todo lo contrario que con su culito, que si le gustaba que lo manoseara.
Por un par de segundos intente masturbar a mi hermanito pero él no se dejaba así que no insistí más.
-Ven para limpiarte bien.-Dije luego.
-Me dejaste mi culo lleno de leche. ¿Por qué te salió tanto?-Dijo Santiago con asco.
Me pareció gracioso ese comentario.
-Ven para limpiarte pues-le dije.
Santiago se acercó a mí y dejo que yo le limpiara el rastro de semen que le había dejado. Limpie todo el semen de sus nalgas y de toda su raja.
-¿Te gusto lo que hicimos?-Le pregunté.
-Sí, pero tú lo tienes muy grande y me duele mucho el culito cuando me lo quieres meter.-Respondió.
Luego de aquellas palabras, le di un tierno beso a mi hermanito y nos abrazamos para tratar de dormir.
Yo esa noche tardé en agarrar el sueño, no podía creer en lo que había hecho, y eso que no había hecho el trabajo completo, pero no estaba arrepentido ni nada de eso, únicamente estaba sorprendido por la actitud sexual y golosa de mi hermanito.
Pensé en advertir a Santiago sobre sus acciones futuras. Yo estaba dispuesto a darle pinga las veces que quisiera, pero no estaba dispuesto a que alguien más lo complaciera. Aun así, yo tenía que tener mucho cuidado pues a medida que creciera, se le iba a notar aún más la mariscura.
Y así fue cómo pude comprobar que mi hermanastro sería un pasivo muy sumiso y goloso.
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