Por aquel entonces llevaba apuntado al gimnasio un año y nunca me había ocurrido ninguna situación morbosas más allá de miradas picaronas o echar un vistazo completo a los tíos que me llamaban la atención.
Yo mido uno con setenta y ocho, complexión normal, con vello en el cuerpo y pelo corto, no es que me matase en el gimnasio pero seguía una rutina que me había mandado el instructor de sala de cardio y máquinas.
Era septiembre, y como cada año es una fecha en la que se apunta bastante gente nueva, casi siempre éramos los mismos y al ser por la mañana no solía haber mucha gente.
Empecé a ver a diario a un tío, al principio fue uno más de los que me fijaba, casi siempre iba vestido de forma similar, mallas negras, camiseta roja y zapatillas rojas, tenía un buen culo y marcaba un gran paquete, las mallas dejaban entrever lo que ahí se encontraba. El tío tendría unos cuarenta años y muy bien llevados, se nota que le gustaba trabajarse su cuerpo, no era musculoso pero sí que empezaba a estarlos, estaba muy fibrado, moreno, pelo corto, ojos azules, unas buenas piernas y brazos.
Cada vez que coincidíamos en la zona máquinas y pesas le miraba a ver si él había lo mismo, hasta que pasada una semana me percaté de que las miradas eran mutuas y ambos hacíamos por coincidir en la zona de cardio sin quitarnos el ojo de encima el uno del otro.
Los miércoles y los viernes había servicio de sauna y me gustaba meterme un rato después de entrenar para relajarme antes de la ducha e irme a casa. Era miércoles, diez de la mañana, llegue y dejé mis cosas en la taquilla, cogí la toalla y me fui a hacer máquinas, había poca gente incluso menos que otros días. A los diez minutos llegó el, se puso a dos puestos del mío, a través del espejo empezamos a tirarnos miradas. Terminé y me fui a la zona de cardio, siempre hacia una media hora de elíptica y al momento acudió él y se puso en las cintas que se encontraban en la zona de enfrente.
Después de hacer media hora de elíptica, cansado ya me fui hacia el vestuario y el vino detrás mío, sacamos cada uno nuestras cosas de las taquillas, yo me puse en un banco y él se puso en el del al lado. Me desnudé rápido, me enrollé la toalla en la cintura para evitar que me viesen empalmado los que aún estaban terminando en el vestuario. Él empezó a desnudarse y yo me quedé haciendo tiempo para poderlo ver, se desvistió y al quitarse los calzoncillos la tenía morcillona, le mediría unos dieciocho centímetros así, estaba entero depilado excepto en la parte del tronco de la polla que tenía pelo bien recortado, se enrolló la toalla en cintura y cogió sus cosas para la ducha.
El vestuario se había quedado vacío y en sala quedaba poca gente ya eran casi las doce, ambos fuimos hacia la zona de duchas, como era miércoles tenía pensado meterme un rato en la sauna, fui hacia una de las cabinas a mojarme, me enrollé la toalla a la cintura y fui a la sauna que se encontraba enfrente de las duchas, el se encontraba en la segunda completamente empalmado enjabonándose y pude ver sus veintidós centímetros, venosa y con un buen capullo.
Él se enjabonó varias veces por lo que decidí salir de la sauna y ponerme en el ducha de al lado de la que él se encontraba, ya llevaba yo un rato en la sauna y tenía calor y el tiempo pasaba. Cuando empecé a enjabonarme, él se aclaró y desnudó y emplumado fue hacia la sauna, se sentó en el banco que miraba hacia las duchas, se quedó mirándome desnudo sin taparse y empezó a tocársela. Yo estaba cachondo perdido, estaba a mil, así que me enjuagué y me metí con él a la sauna, en el banco de enfrente del que él se encontraba.
Allí estábamos los dos, desnudos y cachondos, antes de nada miramos por el cristal y vimos que estábamos solos. Él empezó a masturbarse lentamente, tenía un pollon espectacular, tenía desnudo enfrente mío a él tío que me había estado poniendo cachondo las últimas semanas. Yo empecé igual que el, hasta que separó sus piernas e hizo acción de que se la comiera, no lo dudé ni un momento, me agaché y empecé a comerle los huevos y a lamerle la polla. Él me empezó a acariciar la cabeza hasta que me la agarró, se puso de pie y me empezó a follar la boca, empezó despacio y fue subiendo de velocidad poco a poco, así estuvimos un rato.
Nos sentamos los dos juntos pierna con pierna en el banco que miraba hacia las duchas, seguimos pajeándonos uno al otro. Yo estaba a mil y al rato me corrí en su musculosa pierna, él cogió mi corrida de su pierna con su mano y empezó a pajearse y se puso de pie, agarró mi cabeza con una mano y no paro de masturbase hasta correrse en mi cara y boca. Menudas lefadas, soltó como cinco o seis trayazos de lefa blanca espesa, blanca y caliente. Los tres primeros me los soltó en la cara y el resto en la boca y se la estuve comiendo de nuevo un rato.
Después nos pusimos los dos juntos en uno de los bancos y empezamos a sobarnos y besarnos, a pesar de haber descargados los dos, ambos seguíamos estando muy cachondos, al rato salimos de la sauna porque llevábamos demasiado tiempo dentro y hacia bastante calor.
Volvimos a las duchas, las mismas en las que nos habíamos mojado antes para entrar en la sauna, empalmados todo el rato, nos secamos y fuimos a vestirnos.
Hasta el momento había sido la única situación morbosa que había vivido en unos vestuarios de un gimnasio. La cosa no quedó aquí, cada miércoles y viernes hacíamos lo posible para coincidir en los vestuarios y la cosa fue subiendo de temperatura.
Espero que es haya gustado mi primer relato.
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