Mis compañeros de piso son unos cerdos

Cuando mi compañero de piso se queda dormido no se entera de nada ...

Esta historia empezó en septiembre y han pasado tantísimas cosas en mi vida desde entonces que apenas me reconozco. En estos meses he cambiado muchísimo y he aprendido cosas de mí que me eran por completo desconocidas. ¿Queréis saber de qué va toda esta movida? Poneos cómodos que esto va para largo.
Era septiembre de 2019 y hacía apenas unos meses había acabado el bachillerato. Iba a empezar la Universidad, en una ciudad distinta a la mía; me mudaba a Granada, probablemente la ciudad más universitaria del sur de España. Estaba tremendamente emocionado, pero también nervioso ante la incertidumbre que esta nueva etapa suponía.
En pleno agosto, aún no tenía dónde “caerme muerto” en la ciudad de la Alhambra. Mi madre, que es una alcahueta profesional y tiene multitud de contactos, se enteró, por una amiga de una amiga, que un chaval de mi pueblo tenía ya un piso en Granada y buscaba dos compañeros para aquel curso. No tardó en darme su contacto: Hugo.
A priori el nombre no me resultaba familiar, por lo que deduje que no sería de mi edad, ya que en el pueblo todos los que tenemos edades similares nos conocemos. Cuando le hablé por whatsapp para pedirle que me pasara alguna foto del piso, aún no me parecía imagen de contacto. No fue hasta que le dije que me quedaba con la habitación cuando Hugo me agregó y pude ver una foto suya. Le conocía de haberlo visto alguna vez jugando al fútbol por la calle o en alguna fiesta. Era bastante mayor que yo, diría que unos cuatro o cinco años, no estaba seguro. Era un chaval muy guapo, quizás es por ello por lo que recordaba su cara. También estaba muy bueno. Pero nada más sabía de él.
Los días pasaron y en cuanto quise darme cuenta ya había llegado el tan esperado septiembre. Unos días antes de que fuera a hacer la mudanza, vi que Hugo había creado un grupo en whatsapp llamada “El Piso” en el que unió también a otro chaval que se llamaba Vicente. Vicente podría decirse que era todo lo contrario a Hugo, al menos físicamente; gordito, con barba y cara de bonachón. Los tres intercambiamos algunos mensajes por whatsapp, pero lo cierto es todos pasábamos bastante del grupo, ya habría tiempo de conocerse una vez llegáramos a Granada.
Y el tan ¿ansiado? día de la mudanza llegó. Granada, para los que no lo sepáis, pese a tener una sierra donde hay un montón de nieve, en septiembre tiene aún temperaturas bastante altas, y hacer una mudanza a un tercer piso sin ascensor ha sido de todo menos agradable. Ahora mismo me encuentro en el que va a ser mi cuarto, mis padres se acaban de ir y aún sigo colocando cosas en las estanterías y demás. El primer contacto con mis compis de piso ha sido un poco frío, estábamos todos con nuestros respectivos padres y la verdad es que no hemos hablado demasiado. Supongo -y espero- que esta noche, una vez colocadas todas nuestras cosas, intimemos algo más.
 Cuando termino de recoger todas mis cosas, decido que es un buen momento para darme una ducha. Realmente apesto a sudor, y me apetece estar ya cómodo en pijama. Así, cojo mi toalla y me dispongo a ir al cuarto de baño. Cuando estoy llegando a la puerta del mismo, veo que Hugo sale dejando una nube de vapor tras de sí. Acaba de ducharse. Me saluda con una sonrisa y yo se la devuelvo, pero me cuesta mirarle a los ojos debido a que sólo lleva una toalla diminuta anudada al cinto. Me fijo en que tiene un torso algo peludo, muy fuerte y unos brazos increíblemente voluminosos. El tío está buenísimo, es puro músculo. Me meto al baño y, de reojo, veo que ha dejado su ropa sucia en un bombo que hay ahí. Me prohibo toquetearla. No es momento. No quiero malos rollos.
Una vez duchado, nos reunimos los tres; Hugo, Vicente y yo en el salón para tomar unas cervezas y charlar un poco. Y lo cierto es que me parecen muy buenos tíos. Hugo es algo más serio y seco, pero Vicente es muy simpático y charlatán. Entre cervezas, hablamos, reímos y nos conocimos algo más. Al fin y al cabo, vamos a tener que compartir muchas horas entre estas cuatro paredes.
Me lo he pasado bastante bien con los chicos esta noche y he de decir que las cervezas que nos hemos tomado se me han subido un poco a la cabeza; no estoy borracho, pero sí algo contentillo. Me tiro en la cama e intento dormirme, pero enseguida me doy cuenta de que estoy demasiado cachondo como para conseguirlo. Tengo la polla que me va a reventar, así que decido hacerme una paja. Enseguida, se me vienen a la mente multitud de imágenes de esta noche de Hugo y Vicente sin camiseta. Esos dos tiarrones sudados después de hacer la mudanza… Madre mía, estoy mojadísimo. Algo me dice que este año voy a tener material mental de sobra para pajas.
Comienzo a masturbarme con cierta efusividad e incluso me aventuro a pellizcarme los pezones, que es algo que me pone un montón. De repente, me viene un flash a la mente de la imagen de los boxers de Hugo en el bombo de la ropa sucia del baño. Los quiero. Los necesito. Sé que es arriesgado, lo sé perfectamente. Pero estoy tan cachondo que cuando me quiero dar cuenta ya estoy en el baño rebuscando entre la ropa sudada de mi compañero de piso. Antes de dar con los calzoncillos, veo la camiseta que ha llevado Hugo todo el día. Sé que es una guarrada totalmente, pero ahora mismo no es mi yo racional el que piensa, así que acerco la parte de la axila a mi nariz, absorbiendo todo el olor a sudor que allí se encuentra. Mi polla no puede estar más dura, en los pantalones del pijama se me marca una tienda de campaña impresionante. A regañadientes, suelto la camiseta y sigo buscando los boxers. Estoy con la luz encendida y la puerta del baño abierta, cualquiera podría verme aquí rebuscando y tendría que dar muchas explicaciones, así que intento ir rápido. Los encuentro. Una vez los tengo en mis manos, y antes de irme a mi habitación, decido acercármelos a la nariz brevemente, para aspirar un poco del aroma del que pretendo deleitarme durante toda mi paja. Apenas me da tiempo a procesar el olor de los huevos de Hugo cuando de repente escucho un ruido detrás de mí.
- ¿Iván? ¿Qué cojones estás haciendo? -Me pregunta Vicente, mirando con cara de estupefacción hacia los calzoncillos que aún tenía pegados a mi nariz.
Intento esconder la prenda, pero sé que es tarde. Me ha pillado. Por completo.
-No es lo que parece, de verdad. Estaba buscando una cosa y… Creía que esto era mío… Quería comprobar si… si aún estaban lo suficientemente limpios como para ponérmelos otra vez. -Respondo, improvisando sobre la marcha.
-Ya, seguro. -Me responde Vicente, acercándose a mí dando pequeños pasos. -Por eso también acabas de oler el sudor de la camiseta de Hugo.
Mierda, mierda, mierda. Cómo he podido ser tan gilipollas. Lo peor es que todavía tengo la polla morcillona y se sigue notando su silueta en mis pantaloncillos del pijama.
-Mira, no sé si eres gay o qué, pero no mola que vayas haciendo esas cosas a tus compañeros de piso. Y más aún cuando es el primer día, tío. -Vicente se pone justo a mi lado, y alza su brazo para colocar su mano derecha sobre mi hombro, en un gesto que pretende ser amable. -Deja eso ahí, anda. Y si estás cachondo y lo que quieres es una buena polla, podrías haberme preguntado a mí directamente.
En ese momento me quedé por completo paralizado.
-¿Tú eres gay también? -Le pregunto, tratando de ganar tiempo para hacerme una idea de lo que estaba sucediendo.
-Soy bisexual. -Me responde, sin ningún pelo en la lengua. -Y lo cierto es que me pones, no voy a mentirte.
Joder. Joder. Joder.
Doy un paso hacia delante, recortando la poca distancia que nos separa, y acerco mi cara a la suya para plantarle un morreo en su boca. Después de un rato así, comiéndonos la boca a tope, noto su mano retorciendo mi pezón y no puedo evitar gemir.
-Vamos a mi cuarto, anda. Que al final Hugo nos va a escuchar y vaya imagen vamos a darle para ser el primer día compartiendo piso con él.
-Sí, mejor. -Agrego, riéndome.
Entramos al cuarto de Vicente y, en cuanto cierra la puerta, me planta un morreo con mucha lengua, mucha saliva y muy guarro.
-Te molan los olores, ¿no? Pues yo todavía no me he duchado, iba a ello pero me encontré a cierto guarrete oliendo cosas que no debería. -Me dice, dejando escapar una risilla, al tiempo que se quita la camiseta y levanta su brazo izquierdo. -Venga, aquí tienes.
Ante mí, un sobaco de pelos rubios y rizados que, a decir de verdad, tengo muchas ganas de oler. Y no me retengo en absoluto. Acerco mi cara a su axila y enseguida me viene su olor a su sudor, camuflado con algo de desodorante. Me pone burrísimo. Saco la lengua y con la punta de esta empiezo a lamer cada recoveco de su sobaco hasta que prácticamente el olor desaparece.
Mientras sigo con su otra axila, haciendo el mismo proceso que con la anterior, Vicente me masajea el culo. A mí nunca me han follado y sinceramente no creo que esta noche vaya a pasar, pero me está sorprendiendo lo cachondo que me pone este tío cuando en un primer momento no me había fijado en él apenas.
Una vez acabo con sus sobacos, vuelvo a besarle con intensidad mientras agarro su paquete. No parece que tenga una polla muy grande, pero sí parece gruesa.
-Quiero comerte la polla. -Le digo, separándome sutilmente de sus labios.
-Hazlo.
Y obedezco sin rechistar. Él se sienta en el borde la cama y yo le bajo de un tirón los pantalones y calzoncillos, dejando al descubierto una polla bastante gorda y muy peluda con unos huevos enormes a juego. Como ya había intuido antes, realmente no es muy larga, pero su anchura hace que parezca todo un pollón. Decido dirigirme primero a sus enormes huevos que, aunque también son muy peludos, me meto en la boca sin dudarlo. Juego con ellos alternándolos en mi boca, dejándolo todo pringado de saliva. Cuando me canso de comerle las pelotas, pero sin dejar de masajearlas, empiezo a lamer su glande con delicadeza. Paso mi lengua por todo su tronco, rodeándolo de arriba abajo. Aspiro el aroma a sudor del pelo de su pubis, así como el de sus huevos. Madre mía, me pone cachondísimo este tío.
Sin más preámbulos, decido que es momento de empezar a chupársela. Me la meto en la boca de un tirón y, teniéndola toda dentro, empiezo yo mismo a follarme la boca. El vaivén del mete-saca cada vez es más frenético. Su polla me sabe a precum y un poco a orina, pero sobre todo permanece en mi nariz el olor a sudor.
-Córrete en mi boca. -Digo, sacándome su rabo un momento para continuar después haciéndole la mamada.
-Veo que tenías ganas de comer polla, chaval. -Me dice, entre risas. -No te preocupes que en la boca será. Pero que sepas que hace tres o cuatro días que no descargo, vas a atragantarte.
No me importa. De hecho, ojalá atragantarme con su lefa. Sus palabras provocan que me ponga a mamar su polla más rápido y con más intensidad, tengo muchísimas ganas de que se corra en mi boca. Sus gemidos empiezan a ser audibles, y sé que no falta demasiado para el momento cuando me aleja de su polla y empieza a pajearse él mismo frente a mi cara. Le miro con la mayor cara de guarra que puedo poner mientras saco la lengua para recoger toda su leche cuando salga. Después de unas cuantas sacudidas más, un gutural gemido sale de su boca y acompaña a cinco o seis trallazos de lefa caliente que impactan directamente en mi boca. Antes de tragar, vuelvo a acercarme a su polla y recojo los restos de semen que hay en su capullo, hasta dejarlo bien limpio. Y ya, una vez hecho esto, me trago toda la leche de un tirón mientras aprovecho para pajearme ferozmente. No tardo ni dos minutos en correrme copiosamente sobre el suelo de la habitación de Vicente.
-La comes súper bien. -Me dice Vicente, en cuya cara vuelve a brillar la sonrisa de bonachón que le caracteriza. -Me ha encantado, tío.
-A mí me ha encantado también… -Reconozco, al tiempo que me levanto del suelo y él se guarda la polla de nuevo en sus calzoncillos.
-Ven aquí, anda. -Dice, atrayéndome hacia él para comerme la boca de nuevo, en un beso muy íntimo y cariñoso. -Buenas noches.
-Buenas noches. -Le respondo, sin poder evitar sonreírle de vuelta.
Cuando llego a mi cuarto de nuevo, me tumbo en la cama e intento procesar todo lo que acaba de ocurrir. Acabo de cerdear a lo bestia con uno de mis compañeros de piso. No sé cómo afectará esto a nuestra futura relación, pero algo me dice que me espera un año muy entretenido.

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