En aquel entonces tenía 23 años, mido 1.
76 y siempre he sido de complexión delgada, no tengo un trasero grande pero me han dicho que tengo un culito muy rico, soy moreno y tengo labios carnosos.
Era un sábado por la noche, como en aquel entonces estaba terminando mi carrera no tenía dinero para salir y realmente estaba muy aburrido, decidí a salir de casa y caminar por las calles donde vivo, el hecho de encontrarme a algún borracho o algún morboso me exitaba demasiado, me puse unos jeans que me quedaban ajustados con el fin de no poner en duda que era gay.
Ya pasaba de media noche y caminaba por una calle solitaria, los automóviles pasaban y me ponía cada vez más nervioso.
De pronto un automóvil frena yo no sabía qué hacer, claro que me imaginaba que algo malo podía pasarme, me decidí a voltear para ver qué era lo que sucedía, ví como bajaba el vidrio de su automóvil y me hacía señas, por fin mi objetivo se había cumplido, me acerqué y pude observar que aquel hombre no estaba de mal ver, tenía barba, buena complexión, y sobre todo olía a loción (eso me exitó).
-Él: ¿Qué haciendo tan solito?
-yo: Nada, sólo voy a casa
-Él: Súbete si quieres te llevo.
No perdí tiempo y me subí, para ese momento mi perversión era más grande que mi precaución, al subirme pude percatarme de que se le veía un buen bulto, él comenzó a frotarse, no recuerdo las cosas que me decía porque yo sólo estaba concentrado en su bulto tan rico que se veía, me acerqué suficiente y pude bajarle el pantalón mientras el manejaba sin rumbo, dejé su boxer y tome su verga por el orificio de la pierna, aún no estaba 100 % erecto así que con mi boca mamaba como becerro hambriento, sentía como sus pene crecía dentro de mi boca y escuchaba como gemia a cada mamada que yo le daba, olía delicioso, jamás percate un olor a verga si no todo lo contrario, la loción estaba presente por todos lados.
De pronto me dice que si quiero ir a algún lado, en ese momento mi culito ya palpitaba por senir una verga, quería ser penetrado y darme unos sentones ricos en un pedazo de carne masculina, quería ser poseído y no dejar cabida a arrepentimientos o mojigaterias.
Él hizo una llamada telefónica y le decía a la otra persona que si tenía tiempo, que le iba a llevar una sorpresa, que se alistará.
Llegamos a una casa de lo más normal, subimos a la habitación y estaba esperándonos un hombre maduro con una tanga roja (a mí eso de las tangas no me gusta mucho), el hombre del automóvil comenzó a besarme por detrás y a empujarme a la cama para invitar al otro tipo a unirse a nuestro faje, los dos me estuvieron tocando, estaba obscuro así que no lograba distinguir las manos que tocaban cada parte de mi cuerpo, una mano poseía mis glúteos, otra intentaba entrar por mí ano estrecho, sólo sentía como la saliva lubricaba mi anito y poco a poco esas manos iban venciendo mi orificio, alguno de los dos chupaba mi verga y me decía lo rica que estaba, sentía un pequeño tirón de cabellos para hacerle oral a señor del automóvil y al empinarme sentía una lengua recorriendo mis glúteos hasta llegar a mí ano ya dilatado por aquellas manos de hombre que se abrieron camino, quería más lengua en mi amo, mi corazón se aceleraba, quería más verga en mi boca, quería huevos en mi cara, sentía estallar de placer.
De repente el señor del automóvil me puso un condón y él se puso otro, el señor de la tanga roja se acostó boca arriba y levantó sus piernas, sabía lo que querían, querían que yo fuera el de enmedio, me pareció tan fascinante el momento que no dude en ponerme debajo de las piernas levantadas y enfundar mi trozo en aquel señor maduro, se la dejé ir sin piedad, de un sólo jalón, tal cual les gusta a los pasivos hambrientos, sólo sentí un respingo por parte del pasivo y sin dudar comencé a meter y sacar, de pronto algo me lubrico mi anito, eran los dedos del otro señor, me puso su saliva, y comenzó a meterme su verga, yo ya estaba dilatado así que no costo mucho trabajo, nos acoplamos muy bien en un solo movimiento, no cambiamos de posición, nos mantuvimos así todo el tiempo, yo tenía al pasivo frente a mí con sus piernas arriba y detrás está mi otro hombre, lamiendo mi cuello, respirando sobre mi oído, sujetando mi cabello y arremetiendo con todas sus fuerzas hasta sentir como sus huevos chocaban con mis nalgas, yo al mismo tiempo y con el mismo ritmo daba tremendas embestidas a mi pasivo, jamás tuve piedad y sacaba mi verga y se la dejaba ir de un sólo jalón, sentía un calor por todo mi cuerpo, las nalgadas en mis glúteos generaban una sensación que recorría toda mi piel, escupía (literal) a mi pasivo, le daba algunas cachetadas y me decía que quería más, yo también pedia más, en ese momento hasta los huevos me hubiera tragado por el culo.
De repente siento mi cuerpo volar y todo se escuchaba a lo lejos, me estaba corriendo, y la sensación de la eyaculación se triplicaba gracias a las embestidas de mi activo, me vine a chorros y a presión, los tres nos venimos por diferencia mínima de tiempo, al terminar sentí como el condón cargado de leche salía de mi orificio, la misma sensación que todos sentimos a la hora de extraernos el manjar del ano.
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