El profesor (Parte 3) 🔥
En un pestañeo ya faltaba menos de un mes para cerrar el año escolar. Por diversas complicaciones, tanto de mi parte como por parte de Rocco, no logramos coincidir en muchas ocasiones. El trabajo habÃa aumentado mucho ya que mis chicos, al ser su último año, eran quienes primero cerraban el semestre, por lo que debÃa tener todas sus calificaciones listas junto con sus papeles. Además, tenÃamos que organizar la gira de estudios, la fiesta de despedida, la ceremonia de último año, etc.
Rocco, por otro lado, estaba full estudio ya que debÃa subir su promedio para lograr entrar a la universidad. También seguÃa trabajando y se le sumó un accidente que tuvo su madre y que la dejó algunas semanas en cama, teniendo él que asistirla y preocuparse de las cosas de la casa. Definitivamente nos extrañábamos. Las cosas no resultaron tan fáciles como habÃamos pensado, pero nos consolábamos con que ya era el último mes para ser libres.
A diario mi abuela me preguntaba por Rocco. Sólo lo habÃa visto dos veces y ya le habÃa tomado un gran aprecio. Rocco se llevaba muy bien con ella, y creo que le agradó tener una figura tan adulta y sabia como lo es un anciano. Supongo que se debe a que él no conoció a sus abuelos. SentÃa que nuestras visitas con Rocco le estaban haciendo muy bien a ella, y se notaba en su estado de ánimo y en sus evoluciones.
-Disfruta tu juventud, Ro –le dijo mi abuela la última vez que fuimos. Ella habÃa quedado sorprendida por todas las responsabilidades que tenÃa Rocco-. Es el único consejo que te puedo dar. Vive con intensidad esta etapa. Cuando llegas a mi edad lo único en que piensas es en todas las cosas que pudiste hacer y no hiciste por problemas pequeños que en ese momento parecieron gigantes. Es nostálgico pensar en esa etapa, cuando era feliz sin saberlo. Ahora lo sé, pero ya no puedo hacer nada, salvo aconsejarte a ti.
-Pero la universidad…-.
-Tienes muchos años para estudiar lo que quieras –dijo mi abuela interrumpiéndolo-. Pero tu juventud es ahora. El tiempo pasa y no espera a nadie. Haz las cosas porque te hacen feliz, no porque sea lo que “tienes que hacer”. Ya que eso, cuando llegas a mi edad, no sirve para nada. Cuando eres anciano y ya no puedes hacer mucho, sólo te vales de tus recuerdos felices. Y serÃa muy triste que no tuvieras esos recuerdos sólo porque tenÃas que hacer esto o aquello, presionado por tu padre o por quien sea. Él no será feliz por ti, ni vivirá por ti. No pudras tu hermosa alma jamás.
-No sé por qué siento que esto último lo dice por… -.
-Lo dice exactamente por eso –le dije con una sonrisa-. Me lo dijo cuando le conté que era gay y temÃa decÃrselo a mi madre.
Ahora recuerdo eso y sentÃa que ella habÃa tenido toda la razón. A veces no todo es color de rosa, pero cuando te eres fiel a ti mismo, la felicidad llega tarde o temprano. Por mi parte, me sentÃa cada vez mejor. Todas las cosas estaban yendo bien y me sentÃa más relajado en el trabajo. Pero, aun asÃ, habÃa algo que no me dejaba estar tranquilo. Las peleas entre Rocco y su padre se estaban saliendo de control, y se intensificaban con el nivel de estrés que tenÃa Rocco a sus espaldas y con los comentarios homófobos que lanzaba su padre. Un dÃa lo vi con el labio hinchado y, sin importar llamar la atención, lo llevé al baño y le exigà explicaciones. Por suerte no tuve que insistir demasiado y logré sonsacarle información.
-Es un déspota machista –me decÃa-. No me deja hacer las cosas de la casa porque dice que no es tarea de hombres hacerlo, y obliga a mi madre a que las haga aunque esté enferma. Por eso peleamos.
-Hay que hacer algo al respecto –dije abrazándolo. Estaba sin camisa pues me habÃa mostrado los golpes en su espalda. Extrañaba el contacto de su piel desnuda.
-No sirve de nada porque todos le creen a él –me contaba mientras se ponÃa la camisa-. Tengo antecedentes de ser un chico problema y que pelea en las calles. No es ninguna ayuda -Ese dÃa decidà esforzarme en hacer algo para liberarlo de eso.
El mes pasó al fin, y Rocco logró terminar el colegio. Para mi desgracia, se irÃa con su familia al campo unas semanas, y volverÃa para dar las pruebas para postular a alguna universidad. Eso echaba por tierra nuestros planes de follar como locos y celebrar. Pero no todo estaba perdido, sólo faltaban unos cuantos dÃas para nuestra gira y podrÃamos estar una semana completa juntos… Bueno, y con todos sus compañeros. Pero ya era algo, supongo.
-Tenemos que estar mañana a las 6:30 de la mañana –le informaba por celular-. Tengo muchas ganas de verte.
-Creo que yo tengo más ganas –decÃa-. Sólo quiero huir de él y estar contigo. Oye, a propósito, ¿cómo lo haremos para estar… juntos? Ya sabes a lo que me refiero. Además, igual van a haber dos padres más que estarán vigilando.
-Tengo todo preparado mi joven aprendiz –le dije con voz de sensei-. Sólo tienes que actuar como siempre lo haces.
-¿Con decencia y completa cordura? –preguntó con inocencia.
-Si tú actúas asÃ, yo soy Harry Potter –ironicé.
-Qué mala imagen tienes de mà –fingió voz dolida-. Mi corazón sufre.
-Tu culo sufrirá cuando nos veamos –le corregÃ-. Pero no nos desviemos.
-Pero si aún no me dices lo que haremos-.
-Tienes que meterte en algún problema simplemente –expliqué-. Ya arreglé que mi habitación tenga dos camas, y te “obligaré” a que duermas allà como “castigo” y para mantenerte “vigilado”. Y se supone que debas fingir que detestas la idea, al igual que yo.
-No creo poder fingir eso –sonreÃa a través del altavoz-. “Obligaré”, “castigo” –repitió mis palabras-. Suena muy erótico. Eso será el paraÃso.
-Lo sé, pero tienes que fingir todo lo contrario y tiene que sonar muy natural –le sugerÃ-. Sólo asà podremos mantener las apariencias. Será una semana perfecta.
-Estoy ansioso –dijo-. Creo que no podré quedarme dormido.
-Tendrás que hacerlo o no tendrás energÃa para nuestra primera noche-.
-Está bien –por algún motivo supe que sonrió y miró al suelo con ese gesto tierno que hace cuando le doy consejos casi paternales.
-Buenas noches, campeón –me despedÃ-. Sueña bonito.
-Buenas noches, señor –mi cuerpo tembló al oÃrlo decirme señor de esa forma tan lujuriosa-. Sueñe cosas sucias… conmigo, obviamente.
-¿Sabes que ya no hay necesidad de tutearme, verdad? –pregunté.
-Lo tengo clarÃsimo –respondió-. Desde ahora lo haré, aunque me quedaré con el “señor”. Le da un toque más morboso.
Lo gracioso fue que al final a mà me costó dormir. Pero el sueño me venció y desperté cuando la alarma sonó. Aún no amanecÃa cuando salà de mi casa con mis maletas. Llegué a nuestro punto de reunión, y comencé a anotar a quienes iban llegando para que fueran tomando asiento en el bus. Mi rostro se iluminó cuando vi a Rocco. Me encantaba ver su rostro cuando despertaba. TodavÃa tenÃa los ojos hinchados por el sueño y sus mejillas sonrojadas. Amaba la mezcla de ternura y chico malo que tenÃa su cara.
-Buenos dÃas –me dijo cuando estuvo frente a mÃ.
-Buenos dÃas –respondÃ-. Tarde en llegar, como siempre.
-No hay que perder las costumbres –respondió.
-El único asiento que queda libre es el que está junto al mÃo –todos miraban a Rocco de forma burlesca -. Sacó el premiado, ¿verdad?
-Estoy saltando de alegrÃa –dijo de forma sarcástica y con rostro serio. Sus compañeros se reÃan de él cuando pasó derrotado por el pasillo hasta el asiento final. Una vez sentados, me tomó la mano y me la acarició con el pulgar.
Desde donde estábamos quedábamos lo suficientemente ocultos para que pudiéramos entrelazar las manos y piernas y adoptar una postura más cómoda. En el primer asiento estaba el apoderado que se encargarÃa de orientar al chofer del bus en las paradas que tenÃamos planeadas antes de llegar a nuestro destino. Hasta entonces, sólo disfrutamos del paisaje verde, y de algunos comentarios sarcásticos de Rocco para mantener las apariencias.
-Tenemos tres paradas planeadas antes de llegar al lago –dijo don Rigoberto en voz alta-. Según mis cálculos, estarÃamos llegando a las 11, si nos detenemos media hora en cada parada.
-Será asà si se mantienen ordenados y salimos a las horas estimadas –dijo doña EloÃsa-. Asà que, por favor, no se aparten mucho del grupo para no tener que salir a buscarlos uno por uno.
En cada parada Rocco se juntaba con sus amigos a recorrer los atractivos, mientras yo me quedaba con los padres hablando sobre el itinerario. PodÃa ver en su cara que pensábamos lo mismo: querÃamos estar el máximo de tiempo juntos. Pero ya llegarÃa la noche. La parte positiva fue que el paisaje era hermoso. La vista del volcán era preciosa y logré capturar imágenes muy buenas.
A las 10:55 llegamos al lago y dejamos las cosas en mi cabaña. Mientras unos desempacaban, otros se encargaban de preparar la comida, pues estábamos muertos de hambre. A la 1 pm, nos sentamos a la mesa para comer. Fue ahà que tuve un momento de nostalgia. Eran mi primera jefatura, y ya se iban para comenzar una nueva etapa. En el tiempo que estuvimos juntos, logramos entablar una muy buena relación, que se vio reflejada en lo bien cohesionado que fuimos y en que nos resultó el viaje que habÃamos planeado. Cada uno habló algo especial, y terminamos todos con los ojos húmedos y en un abrazo grupal.
-¡Ya chicos! –Dije mientras me secaba las lágrimas-. ¡Disfruten el dÃa, no se vayan muy lejos y pórtense bien! ¡En la tarde repartiremos las cabañas!
Acto seguido, todos corrieron a darse un chapuzón al lago. Rocco se fue siendo arrastrado por sus amigos y sólo alcanzó a moverme la mano para despedirse. Yo tomé un libro y me fui a leer bajo una sombra. Confieso que luego de un rato no le tomé mucha importancia a las lÃneas que leÃa, ya que me distraje con el lindo cuerpo de Rocco iluminado por el sol y con gotas de agua bajando por su cabello y espalda. Me encantó la forma en que su traje de baño se adherÃa a su cuerpo, resaltando sus hermosas nalgas y el buen paquete que tenÃa.
Todo el resto de tarde pasó bien, pero ya me preocupaba que Rocco no haya cumplido todavÃa el plan que habÃamos hecho el dÃa anterior. Faltaba poco para que la noche cayera y tuviéramos que repartir las cabañas. Cuando todos decidieron salir del agua para la hora de la cena, varios fueron a darse una pequeña ducha y asà sacarse la arena de encima. A los minutos siguientes, se escucharon gritos y luego llegaron las chicas muy molestas.
-¿Qué pasó? –pregunté preocupado.
-¡Rocco! –Gritó una-. ¡Intentó meterse a la ducha de nosotras!
-¡Es un mirón! –dijo otra medio riéndose-. Pero tiene buen trasero, hay que decirlo.
-Agradezcan que vieron un cuerpo sexy –dijo Rocco entrando a escena-. Hay muchas que pagarÃan por eso.
-Eres muy humilde –dijo la misma chica anterior con sarcasmo. Todos nos reÃmos.
-Soy sincero –se defendió Rocco.
-Está muy mal lo que hiciste, Rocco –hablé metiéndome en el papel-. Una cosa es juego y otra es la privacidad.
-No me di cuenta, profesor –dijo fingiendo inocencia-. ¿Qué hay de mi trauma psicológico al ver lo que vi? Sin ofender chicas, pero les falta un poco de gimnasio.
-¡Oh! No acabas de decir eso –amenazó una apuntándolo con el dedo-. Si te veo cerca de mi cabaña, mañana desayunaremos tus testÃculos a la parrilla. ¿Escuchaste?
-No será necesario –dije-. Rocco, dormirás en mi cabaña durante toda la semana.
-¿Es broma? ¿Por qué? –Rocco actuaba mejor de lo que esperaba-. Creo que están siendo muy exagerados.
-Yo creo que es justo –dijo la que habÃa llegado gritando primero-. Te conocemos, Rocco, de seguro vas a rondar nuestras cabañas en la noche para hacernos alguna broma.
-Pero…-.
-Ya está dicho, Rocco –lo interrumpÃ-. Te tendré vigilado, jovencito -Las chicas se fueron haciéndole burlas a Rocco, mientras éste iba a por sus cosas.
HabÃan dos cabañas grandes, y una pequeña. En las grandes se dividirÃan hombres en una y mujeres en otra, con los apoderados correspondientes. En la pequeña guardarÃamos todas las cosas que usarÃamos durante el dÃa ya que quedaba más cerca del gran mesón que utilizarÃamos para comer todos, y, además, dormirÃamos Rocco y yo.
Después de comer y asignar las cabañas y habitaciones, fuimos a hacer una fogata en la playa para pasar el rato. Un chico llevó una guitarra y comenzamos a cantar las tÃpicas canciones de fogata. No sé cómo, pero la guitarra llegó a las manos de Rocco y comenzó a cantar a todo pulmón. Todos quedamos impresionados con su calidad vocal y con la manera que tocaba el instrumento.
-DeberÃas hacer covers en youtube –le dijo su compañero cuando le devolvió la guitarra.
Asà continuó hasta que se hizo muy tarde. Todos estábamos cansados por el viaje, asà que apagamos la fogata y nos fuimos a dormir. Con los apoderados guardamos las cosas dentro de mi cabaña, para luego cerrar he irme a la habitación junto con Rocco. Las camas las habÃamos juntado para hacer una grande. Aún hacÃa calor, por lo que estábamos desnudos sobre la cama mirando al techo. El aire entraba por las ventanas y acariciaba nuestra piel refrescándonos.
Cuando me giré lo descubrà viéndome con una hermosa sonrisa. Estiré mi mano y acaricié su mejilla. Con mi dedo acaricié su nariz y rocé sus labios. En un parpadeo atrapó mi dedo y lo succionó dándome una erótica mirada. Me encantaban los hoyuelos que se le formaban en sus mejillas cuando succionaba o sonreÃa. Lo tomé de la nuca y lo besé lentamente. Era un privilegio sentir sus labios y probar su lengua.
Dio un salto y se sentó sobre mÃ. Su culo hizo contacto con mi bulto y comenzó a mover la cadera lentamente. Mis manos se fueron hacia adelante e hicieron contacto con su suave piel. De su cuerpo aún salÃa olor a jabón cuando levantó sus brazos en el momento acaricié su costado y axilas. Gimió cuando pellizqué sus tetillas, pero lo hizo más intenso cuando me incorporé y las succioné.
Al cabo de un rato decidió descender y acercarse a mi paquete. No llevaba el bóxer puesto, por lo que toda la longitud de mi verga quedaba a su completa disposición. Abrió su boca y le dio un ligero mordisco al glande por sobre el prepucio. GemÃ. Mi pene se sacudió y fue rápidamente capturado por su mano. Me encantaba la forma en que su mano envolvÃa mi pene, y la manera con que lo miraba.
Se acercó a mi glande y le depositó un beso en la punta sin apartar los ojos de los mÃos. Mi cadera se movió como acto reflejo, intentando hundirle todo mi miembro hasta la garganta.
-Hoy será el dÃa en que me la trague completa –dijo. No era una pregunta, sino que una afirmación.
Abrió la boca y comenzó a saborear. Su interior ardÃa en llamas, arrancándome deliciosas sensaciones. A pesar de su esfuerzo, no lograba meterse más de lo que ya habÃamos intentado anteriormente. Pero no se rendÃa, causando que me colocara a gemir como poseso. Sus ojos se inyectaron de sangre por el esfuerzo, y poco a poco comenzaron a humedecerse.
-Intentemos otra posición –le sugerÃ.
Me levanté de la cama con mi verga llena de su saliva y apuntando al techo de forma amenazadora. Le indiqué a Rocco que se acostara de espalda y dejara parte de su cabeza fuera de la cama. De esta forma quedaba justo a la altura de mi miembro, dejando su garganta libre para ser rellenada. Abrió la boca y coloqué mi glande en sus labios. Le pedà que se relajara y aguantara la respiración. Muy lentamente comencé a empujar y a enterrar mi pene en su boca.
Los primeros intentos fueron fallidos pero sirvieron como experiencia para mejorar la técnica. Rocco no estaba dispuesto a rendirse. Su cuello expuesto de esa manera me provocaba ganas de morderlo, besarlo y succionarlo. Adoraba la prominencia cartilaginosa que allà se le formaba, y que subÃa y bajaba conforme mi pene entraba más en su boca. De un momento a otro, y logrando al fin la técnica correcta, mi pubis chocó contra su mentón.
Me dio la impresión que su garganta se veÃa diferente a través de su cuello. Duré unos pequeños segundos dentro de él, y luego salà para que tomara aire. Me miró sonriendo y con los ojos húmedos por el esfuerzo. Tosió un poco y luego me ordenó seguir. Sus manos se fueron a mis muslos para controlar la embestida, mientras que las mÃas se fueron a sus muslos para darle atención a su verga desnuda. Estaba muy dura e intuÃa que querÃa un poco de amor. Cuando la toqué se irguió por completo, soltando una pequeña gota de pre-semen.
Lentamente comencé a penetrar su garganta guiado por sus manos, a la vez que lo masturbaba. Cada vez que mi pene salÃa de su boca, lo hacÃa brillando debido a la cantidad de saliva que tenÃa embadurnado. Me encantaba como su tráquea apretaba el tronco de mi verga. Los espasmos a veces eran muy intensos arrancándome gemidos de gusto. Por momento sacaba mi polla de su boca y se introducÃa mis testÃculos, lamiendo hasta los lugares próximos a mi ano. Eso convertÃa a mis piernas en gelatina.
-Me correré –le informé mientras comenzaba a jadear.
Como respuesta me hizo aumentar la velocidad de las embestidas. Mordà mis labios para no gritar y arriesgarme a ser escuchado por alguien afuera. Y me costó más de lo pensé. Interminables disparos de semen dieron en las paredes de su boca, siendo rápidamente tragados por su parte. A continuación su pene empezó a lanzar trallazos de leche que atrapé en mi mano. Sus gemidos eran ahogados por mi verga. Salà de su boca, embarré su leche en mi pene y volvà a metérselo. Rápidamente lo succionó.
Después lo levanté y lo besé logrando saborear la mezcla de nuestros fluidos en su boca. Si no fuera fÃsicamente poco probable, podrÃa jurar que floté con ese beso. Casi podÃa sentir como mis pies se elevaban del suelo cada vez que sus dientes atrapaban mis labios. Nos tiramos a la cama y nos acercamos. TenÃamos la necesidad imperiosa de sentir nuestros cuerpos piel a piel. Pasé mi brazo por debajo de su cuello, apegué mi pecho a su espalda y mi bajo vientre a su culo. Atrapó una de mis piernas y las entrelazamos, quedando completamente juntos. Era extremadamente reconfortante sentir su calor contra mi piel. Lo besé muy cerca del oÃdo, y, aunque no tenÃa la intención, nos quedamos profundamente dormidos.
Al otro dÃa, y fuera de nuestra cabaña, nos mostrábamos más distantes en el trato que nos dábamos. Con los chicos jugamos voleibol en el agua, anduvimos en kayak, hacÃamos competencias, y lo que sea que nos entretuviera. La idea era pasarlo genial y aprovechar cada minuto que tuviéramos. Después me salà y me senté en la arena para broncearme un poco. Desde allà vigilaba a todos y, especialmente, a Rocco. Por un momento se me perdió de vista, pero lo encontré caminando sobre una superficie de madera que sobresalÃa del agua. Acto seguido se sacó el short y, bajo la divertida mirada de todos, dio un fabuloso salto con un espectacular giro, y cayó directamente al agua. Los chicos aplaudieron entre risas mientras las chicas comentaban sonrojadas lo que acababan de presenciar.
-Chicos, iré a buscar leña para después prender fuego –les avisé a un grupo que estaba junto a mÃ.
Me levanté y me dirigà al cerro en busca de ramas secas. El olor a naturaleza me embriagaba, y los hermosos colores junto con el cántico de los pajaritos, me invitaban a perderme dentro del bosque. De pronto escuché ramas quebrarse, cuando me giré me di cuenta que era Rocco.
-¿Qué haces aquÃ? –le pregunté.
-QuerÃa estar contigo –respondió. TenÃa el cabello mojado y todavÃa tenÃa gotas de agua en sus hombros y pecho desnudo-. ¿Tiene algo de malo?
-No, para nada –sonreÃ-. Toda ayuda extra es bien recibida.
-Pero yo no vengo a ayudar precisamente –me sonrió y comenzó a acercarse más a mÃ.
-¿Entonces? –y me dio un beso como respuesta.
-Es mejor que nos metamos más adentro –dijo tomándome de la mano y arrastrándome hasta la espesura.
Cuando llegamos a un punto más privado, lo tomé del brazo y lo estampé contra un gran pino. Con mi mano aprisioné las suyas y las coloqué sobre su cabeza. Admiré su cuerpo y apegué mi frente contra la suya. Nuestros labios casi se rozaban, pero comenzamos una batalla para ver quien cedÃa primero. Ninguno aguantaba las ganas pero fui yo quien se rindió y lo besé primero. Era un beso intenso y sediento. El tipo de besos que ahoga y arranca gruñidos. Sus costillas subÃan y bajaban estirando aún más su abdomen, que ya era distendido debido a que tenÃa sus manos en alto.
Lentamente comencé a bajar por su cuello. LamÃa y besaba cada centÃmetro, procurando no dejar ninguna marca visible en su blanca piel. Succioné sus tetillas y lamà sus axilas lampiñas. Todo su cuerpo vibró con eso. Besé sus bÃceps y chupé sus dedos. Después lo giré, procurando mantener sus manos arriba. Con mi mano libre bajé sus shorts, descubriendo que convenientemente no llevaba bóxers. Sus redondas y blancas nalgas contrastaban bajo lo que comenzaba a ser una espalda ligeramente bronceada. Un poco de arena se adherÃa a su carne y, con mucho erotismo, la sacudÃ.
Apegué mi cuerpo al suyo y le mordà el lóbulo de la oreja. Rocco gemÃa y respiraba de forma entrecortada, disfrutando lo que le iba haciendo. Su culo, como si tuviera mente propia, buscaba mi paquete. Obviamente no lo hice esperar mucho, y, con mucha destreza, logré bajar mi short y liberar mi miembro. Lo aprisioné entre sus nalgas para que sintiera mi dureza y calor. Giró su cabeza y conseguà ver su sonrisa complacida.
Lo tomé del cuello y lo empujé hacia abajo, de manera que curvara su espalda ligeramente y me dejara su culo en pompa. Escupà en mis dedos y bajé a jugar con su ano. Me mordà los labios cuando sentà la suavidad de su interior. Sin esperar demasiado, decidà meterle dos dedos para avanzar más rápido con el proceso. Los abrÃ, los cerré, los giré y escarbé en su interior, causando que sus piernas temblaran de gusto. La excitación subÃa por mi cuerpo al saber que con mis dedos podÃa hacerle ver las estrellas a Rocco. Es muy erótico saber que puedes causar tantas cosas placenteras a esa persona especial, como si tuvieras un poder sobre él que nadie más tiene.
Su mejilla estaba pegada a la corteza del árbol. TenÃa la boca ligeramente abierta y los ojos cerrados, concentrando todos sus sentidos en las cosas que hacÃa dentro de él, sobre todo cuando agregué un tercer dedo. Mi pene ya comenzaba a palpitar desesperado, esperando entrar luego en su culo. Bajé y abrà sus nalgas para ver su hermoso ano. Le di unas cuantas lamidas, para luego levantarme y darle unas sexys nalgadas. Con mis pulgares separé su carne y comencé a introducir mi verga.
Todo su canal estaba hecho a la medida de mi miembro, apretando lo justo y necesario para darme un glorioso placer, sin causarle ningún daño a pesar de mi grosor. Gimió hasta que estuve completamente dentro de él. Tomé su mandÃbula y la giré para que su boca quedara junto a la mÃa y asà besarnos con lujuria. Era fenomenal la manera en que su cuerpo se amoldaba al mÃo, como si Dios nos hubiese hecho con la intención de que alguna vez nos juntáramos.
Le tomé una pierna y la levanté, para luego estampar todo su vientre con el árbol. Lo rodeé con mi otra mano y atrapé su verga. Las embestidas se acompañaron de una deliciosa paja, de forma que sintiera el máximo placer posible. Gemimos unos cuantos minutos más, hasta que me corrà dentro de él. Sacudà su pene un segundo más, y se derramó contra el tronco del árbol. Al minuto siguiente, Ãbamos caminando con unas ramas en nuestros brazos como si nunca hubiera pasado nada.
-Tienes el pecho rojo –le señaló una compañera a Rocco.
-Las ramas me dejaron un poco rasguñado –dijo sin darle importancia.
Sonreà a escondidas y comencé a ordenar la leña para prender una fogata y asar la carne que tenÃamos para comer. Rocco se levantó y se dirigió hacia la cabaña. Un viento fresco me hizo temblar, recordándome que todavÃa seguÃa con la ropa húmeda.
-Vaya a cambiarse de ropa –me dijo don Rigoberto-. Yo me encargo del fuego.
Le sonreà agradecido y me fui a la cabaña. De pronto escuché una melodiosa voz proveniente del baño. Abrà la puerta y encontré a Rocco desnudo regulando la temperatura del agua. Mi cuerpo completo reaccionó al verlo en esas condiciones. Rocco se giró mostrando su atlético abdomen y su dormida verga.
-¿Me acompañarás? –preguntó.
-Yo iba a… -pero me interrumpÃ-. Te acompaño.
Rocco tenÃa un imán sobrenatural que provocaba que mi cerebro se apagara y mi cuerpo sólo respondiera al suyo. Apenas coloqué un pie dentro del baño, comencé a desnudarme y a tirar la ropa por el lugar. Cuando cerré la puerta con pestillo ya estaba completamente erecto con la intención de volver a follarme a ese sensual chico. Rocco se metió a la ducha y el agua acarició su cuerpo de una forma tan erótica que sentà hasta celos.
Me metà junto a él y lo besé mientras el agua nos bañaba. Mordà sus tetillas y bajé dándole besos por la lÃnea alba hasta llegar a su pene. Su sabor ligeramente salado inundó mi lengua. Sus manos rodearon mi cabeza e hicieron que me tragara todo su mástil por completo. Mi nariz golpeó su pubis y, desde ahÃ, lo miré hacia arriba. Su cara completa denotaba una excitación tremenda. Poco a poco fue marcando el ritmo de la mamada, a veces sacándola y golpeándome las mejillas, para luego meterla nuevamente.
Jugué con sus huevos en mi boca y luego subà lamiendo todo el camino hasta llegar de nuevo a sus labios. Pero esta vez comenzó a descender él, lamiendo mis tetillas y mi ombligo, deteniéndose en mi pubis para lamer mis vellos. Tomó mi pene con confianza y se lo llevó a sus labios. Lentamente se fue tragando mi carne hasta que logró metérsela por completo. El entrenamiento habÃa servido. La sacó para tomar aire y luego volvió a enterrársela, pero esta vez fue con ayuda de mis manos. Enterré mis dedos en su cabello y manejé la velocidad de la mamada, consiguiendo que rápidamente pudiera tragarse mi verga hasta los huevos.
Luego de un rato lo levanté y lo tiré contra los azulejos de la pared de la ducha. Con mis pies separé sus piernas y, sin que tuviera que decÃrselo, abrió sus nalgas. Su ano todavÃa se veÃa irritado por la cogida que le di hacÃa sólo unos cuantos minutos. Bajé y besé ese lugar causando que gimiera como respuesta. Descubrà que aún mi semen estaba dentro de él, por lo que sin perder más tiempo y para aprovechar la lubricación extra, me coloqué en posición y le dejé ir todo mi mástil. El gemido de placer y de sorpresa que lanzó, aumentó mi excitación provocando que las embestidas fueran más rápidas y profundas.
-¿Te gusta? –le preguntaba cerca de su oÃdo-. ¿Te gusta asÃ?
-Más fuerte –imploraba-. Dale más fuerte.
-Eres un goloso –sonreÃ.
-Tú me convertiste en esto –dijo mientras mordÃa su labio.
Mordà el lóbulo de su oreja y comencé a gemir muy cerca de su oÃdo mientras me corrÃa. Fue delicioso volver a llenar ese agujero de mi semen, marcando mi territorio como si fuera parte de un juramento. Me salà de él y lo giré. Su pene estaba mojado y con el glande a punto de estallar. Sus manos se aferraron a mi nuca y me enterraron su verga. Sus gemidos resonaban en el baño mientras su pene se hundÃa al fondo de mi garganta. Con mis manos separé sus nalgas e introduje mis dedos en su cavidad abierta y repleta de mi leche. Dos dedos entraron sin el menor problema y comencé a moverlos al interior de su ano.
-¡Oh, Dios! –gritó. Su cadera embestÃa su verga más rápido, a la vez que se acoplaba a mis dedos en su interior-. Voy a explotar… ¡Ah!
Acto seguido, su semen empezó a chocar contra las paredes de mi boca. Succioné su glande con todas mis fuerzas para lograr extraer cada gota de su preciado néctar. El sabor salado de su leche descendió por mi garganta, mientras su pene comenzaba a perder su dureza. Agitados y completamente complacidos, terminamos la intensa ducha. Nos secamos y nos fuimos a nuestra habitación. Me tendà desnudo y cansado sobre el colchón, mientras contemplaba su cuerpo desnudo que comenzaba a ser vestido.
-Estaré con los chicos –dijo-. ¿Vendrás?
-En 10 minutos estaré allà –respondÃ. Me dedicó una hermosa sonrisa y luego salió.
Miré al techo y sonreà como un estúpido. Era increÃble la potencia e intensidad de las sensaciones que él me producÃa. SentÃa mi pecho inflado al recordar todo lo que habÃamos hecho. Me sentÃa muy feliz y completo, y todo gracias a él. Sonreà nuevamente y pensé sobre lo cursi que me estaba volviendo.
Me levanté y busqué unos calzoncillos, y comencé a ponérmelos a la orilla de la cama. De pronto escuché el celular y contesté la llamada. En 1 segundo todo se volvió de pelÃcula y comenzó a pasar en cámara lenta. Lo que pudieron ser hermosas vacaciones se vieron interrumpidas por algo horrible. Terminé de colocarme la ropa casi de forma automática y salà de la habitación como si ésta estuviera haciéndose pequeña… No lo podÃa creer.
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