Don Manuel, El Almacenero

Antes déjenme contarles que me llamo Jorge, pero todos me dicen Yoyi, soy de estatura media y delgado, de cabello castaño, espeso y con rulos, grandes ojos oscuros, nariz respingona, labios carnosos, un buen culo y lindas piernas, de rodillas finas y muslos llenos, mórbidos, bien torneados y con una suave pelusita apenas perceptible sobre la piel clara y tersa…
Por la calle no son pocos los hombres que me comen con los ojos y algunos, más audaces, hasta me dicen cosas…
Acabo de terminar la escuela preparatoria, donde debí luchar contra varios compañeros que pretendían abusarme, pero a mí los chicos de mi edad no me interesan, a mí me calientan los viejos verdes como don Manuel, que por fin me convirtió en su puta…
Una tarde fui mandado por mamá y en el local no había nadie… Él entonces rodeó el mostrador y vino hacia mí más audaz que nunca… Me abrazó, me besó en la boca para después soltarme y cerrar la puerta y empezó a bajar la persiana mientras yo temblaba de pies a cabeza…
-¿Como te llamás, precioso?...
-Jorge, don Manuel… -dije mientras me costaba respirar de tan caliente que estaba…
Volvió a rodearme la cintura con sus brazos, me apretó contra él y sentí su pija que empezaba a ponerse dura contra mis muslos…
-Sos muy lindo, querido, y a mí me gustan mucho los chicos lindos…
-Ay, don Manuel… -mumuré mientras sentía arder mis mejillas…
-Vení…
-¿Adónde, don Manuel?...
-Atrás, a la trastienda…
-Pero, ¿para…para qué, don Manuel?... –pregunté haciéndome el tonto…
-Para que gocemos… ¿O creés que no me doy cuenta de que sos putito?...
-Ay, no don Manuel, no sé, me da… me da miedo…
-Tranquilo, nene, tranquilo, sé buen chico…
Y lo fui, me dejé llevar a la trastienda y mi excitación aumentó cuando vi la cama de una plaza hacia la cual me llevó don Manuel…
-Parate en la cama y desnúdate, nene…
-No sé, don Manuel…
-Vamos, obedéceme, ¿o voy a tener que castigarte?…
-¡¿Castigarme?!...
-Sí, darte unos buenos chirlos en la cola…
La amenaza me dio miedo y me excitó al mismo tiempo, don Manuel empezaba a dominarme y eso me gustó y me hizo descubrir mi condición de sumiso… Me encanta que me manden… Sí, eso soy, un putito sumiso… más de una vez me había dado yo mismo palmadas en las nalgas y la sensación me encantó… Sumisamente subí a la cama y empecé a desvestirme mientras don Manuel se tocaba la entrepierna y me miraba con ojos desorbitados…
Por fin quedé sin nada, con los brazos a los costados y erizado de pies a cabeza…
-Qué cuerpo increíble tenés… Qué piernas… Parecen las piernas de una chica… Y sos lampiño, no hará falta que te haga depilar… Ahora date vuelta, mostrame el culo…
-Ay, don Manuel, qué vergüenza…
-¡Obedecé!… -me exigió con tono imperativo…
-Y obedecí, cada vez más excitado por esa dominación que me imponía…
-¿Qué me… qué me va a hacer don Manuel?... pregunté retóricamente, porque estaba claro lo que me haría…
-Te voy a dar pija, eso es lo que te voy a hacer…
-Ahora no, don Manuel… -dije agitado por las ganas… Tengo que comprar y volver a casa… Mamá se va a asustar si tardo y capaz que viene…
Él aceptó mis razones de mala gana y le dije: -Escuche, don Manuel, papá trabaja y no está en toda la tarde y mamá va los viernes a jugar a las cartas con amigas… Se va a eso de las cuatro y no vuelve hasta las ocho, ocho y media… Mañana es viernes, don Manuel… Tengamos paciencia… Ahora déjeme ir, por favor…
Bueno, está bien, vestite y andate, pero mañana te quiero acá apenas se vaya tu madre, ¿oíste, nena puta?
-Sí, pero… pero no me diga así… no soy eso… -protesté mientras me vestía tratando inútilmente de resistirme al intenso morbo que ese viejo me provocaba…
Él emitió una risita perversa y dijo: -Vos sos lo que se me antoje que seas, si se me antoja que seas una nena puta, sos una nena puta y si quiero que seas una perra en celo, sos una perra en celo, ¿entendido?...
La tensión era tanta que los ojos se me llenaron de lágrimas, el viejo sátiro se dio cuenta y dijo con tono burlón: -Ay, llora la marica…
-Por favor, don Manuel… Por favor… -supliqué entre sollozos…
-Me calienta que llores, nena puta, y a partir de ahora, en mis manos ya no vas a ser Jorge, vas a ser Jorgelina…
-No… ¡noooo!...
Pero el viejo me impuso su perversión y soy Jorgelina… Mis intentos por librarme de ese viejo degenerado fueron inútiles… Soy Jorgelina, una nena puta propiedad de don Manuel, el almacenero…
Pasaron muy lentas las horas hasta el día siguiente, hasta el momento en que mamá se fue a jugar a las cartas con sus amigas…
Una vez solo yo salí poco menos que corriendo al almacén de don Manuel, ese viejo verde que iba a abusar de mí…
No había nadie en el local y don Manuel me saludó con un beso en los labios…
-Abrí la boca, putita… -me ordenó y le obedecí… Entonces sentí su lengua invasora en esgrima desigual con la mía, ¡tan inexperta!...
El viejo tenía preparado un pequeño cartel que puso en la persiana y después la bajó por completo…
Volvió a mí, me tomó de un brazo y me arrastró a la trastienda mientras yo temblaba de pis a cabeza…
Como la vez anterior tuve que subir a la cama y una vez ahí me ordenó:
-Ponete en pelotas, putita… -Y le obedecí… Me fui sacando la ropa con manos temblorosas, primero la remera, después las zapatillas, el jean y por último, tras una vacilación, el slip rojo mientras el viejo almacenero bufaba…
-¡En pelotas, dije! ¡y como sigas protestando te voy a dejar el culo tan rojo que no vas a poder sentarte en una semana!
La amenaza me dio miedo, pero también me excitó… Era increíble lo que ese viejo perverso estaba haciéndome descubrir sobre mí, sobre mis zonas más oscuras… Me gusta ser un varón, pero me calentaba mucho que empezara a tratarme como a una chica, como a una putita… “¡Ay, en qué me estoy convirtiendo!...”, pensé, pero me di cuenta de que ya no había vuelta atrás… Ese viejo me tenía en sus manos… Y me tiene, porque desde hace unos días soy su putita y hace lo que quiere conmigo…
Bueno, pero sigo contándoles sobre esa primera vez…
Cuando estuve desnudo sentí que las mejillas me ardían, de vergüenza y excitación mientras oía que don Manuel jadeaba…
Por fin me dijo: -Sos tan lindo como una nena, Jorgito… Y yo seguía mirando al piso… -Ponete de espaldas, quiero verte el culo…
-¡Qué colita, nene!... –me elogió con voz ronca… -Tenés el culo de una nena, por eso te llamo Jorgelina…
-Por favor, don Manuel… -le rogué humillado y caliente a la vez…
-Por favor nada… Sos mi nena putita, ¿oíste?...
Yo, de tan excitado, no podía hablar…
-¡Contestame!... –me exigió él y le contesté son un hilo de voz…
-S… sí, don Manuel…
-¡¿Sí, qué?!...
-Soy su… su…
-¡Decilo!...
-Soy su… su nena putita… -dije por fin mientras me sentía arder de pies a cabeza…
-Bien, Jorgelina… ¡Muy bien!... Y como sos mi nena putita te voy a dar pija… -y trepó a la cama, se acomodó sentado contra la cabecera y me ordenó que fuera sentándome de espaldas a él hasta que su pija me entrara toda…
De reojo yo había visto que la había mojado con su saliva, pero aun así le costó que entrara… ¡Ay, qué dolor sentí al principio!... Sí, y tuve que morderme los labios para no gritar, pero después, cuando había entrado toda, el dolor fue amenguando hasta desaparecer para dejarle lugar al goce… De pronto se puso a jugar con mis pezones, los estiraba y retorcía provocándome un dolor que pronto empezó a gustarme morbosamente…
El muy sátiro jadeaba y yo movía las caderas de arriba abajo en la cima del más intenso placer… No sé cuánto tiempo pasó hasta que empezó a jadear más y más fuerte hasta que el jadeo se convirtió en gruñidos casi animales y el viejo explotó en un orgasmo que me llenó el culo de leche calentita y sentí después que su pija se iba ablandando…
-Levantate, putita… Levantate… -y le obedecí… Yo ya era suyo ¿o suya? por completo…
De pie junto a la cama, mirando al piso, esperé que recobrara fuerzas… Al cabo de un rato se levantó y fue al baño mientras yo seguía muy caliente… Cuando volvió le pedí permiso para masturbarme…
-Te dejé caliente, ¿eh putita?...
-S… sí, don Manuel…
-Está bien, andá y mastúrbate, pero vas a hacer una cosa… Atendeme bien…
-Sí, dígame, don Manuel…
-Que tu lechita te caiga en la mano y te la tomás toda, ¿entendido?...
-Sí, don Manuel, lo que usted diga… -y corrí al baño, donde hice lo que me había ordenado… Fue maravilloso beber mi propia leche, pero sentí muchas ganas de probar la de él… Cuando volví a la habitación el viejo estaba tendido de espaldas en la cama… Me acosté junto a él y le agarré la pija con la intención de reanimarla…
-Así, nena putita… ¡Así!... –me aprobó y en un rato su hermosa verga estaba en condiciones de volver a entrar en acción…
Le dije con voz mimosa: -Don Manuel, quiero… quiero chupársela… ¿Me deja?...
-¡Pero claro que sí, nena puta!... ¡Chupámela que te voy a llenar la boca de leche!...
Engullí esa belleza de pija y empecé a chuparla regocijado por los gemidos y jadeos del viejo, que se movía excitado por mis artes bucales…
De vez en cuando yo liberaba su pija y me ponía a lamerle los huevos, y el viejo gemía más fuerte…
Por fin, entre mis lamidas a sus huevo y mis chupadas a su pija, el viejo explotó y sentí mi boca inundada de sabrosa lechita… ¡Y la tragué toda!... disfrutando de esa leche espesa y caliente y de los rugidos del viejo…
Rato más tarde, cuando nos despedíamos, don Manuel me dijo:
-Oíme, nena puta, ni loco voy a esperar una semana para volver a darte pija… Día por medio le vas a decir a tu mami que vas a la casa de un compañero y te venía acá a la una de la tarde… ¿Oíste?...
-Sí, don Manuel, lo que usted quiera… dije sintiéndome cada vez más sumiso y cada vez más en manos de ese viejo…
Y soy suyo por completo y hago eso que me ordenó, día por medio, a la una de la tarde, le digo a mamá que voy a la casa de un amigo y corro al almacén, a entregarme a los apetitos sexuales de don Manuel…
Fin

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