Desde que tenía nueve había estado en el sistema de adopciones del condado, pero esa había sido la primera vez que me habían asignado a una familia como tal. Mi mamá real era una mujer horrenda, pero mi papá era peor.
Y así fue como fui a dar al hogar de. Sr. David Oliver, y su esposa, Gretchen. Eran gente muy amable; todos los domingos iban a misa, nunca decían malas palabras, y su casa siempre estaba limpia. Compartía la habitación con su hijo real, Gray.
Estaba tan emocionado de tener una familia de verdad, que la mayor parte del tiempo trataba de pasar desapercibido para no estropear mi estancia.
Hacía mis tareas escolares a tiempo, me ofrecía a lavar los platos, y era lo más educado que podía, y cada que me pedían algo les contestaba: sí, señor, no, señora. Ese tipo de cosas.
Después de unas semanas, comenzó a gustarme vivir con ellos.
Pronto se instaló una rutina en donde yo era el primero en tomar una ducha, e inmediatamente Gray. Después de terminar nuestros aseos personales jugábamos videojuegos por un rato y después nos íbamos a dormir.
Esa noche estaba secando mi cabello con la toalla, sentado sobre la cama inferior de la litera mientras esperaba a que mi nuevo hermano saliera del baño.
Pronto Gray terminó de bañarse y entró en la habitación con una toalla envuelta alrededor de su cintura.
-Lo siento, pequeñajo, me olvidé la ropa interior aquí,- dijo Gray, al mismo tiempo que se quitaba la toalla.
Él tenía casi catorce años. Nunca en mi vida había visto a un chico mayor desnudo. Me quedé sorprendido. Mi cuerpo aún continuaba en desarrollo, y me hice consciente de que quizás yo no crecería tanto como Gray en tan sólo un par de años. Su polla era gruesa, y se balanceaba de atrás hacia adelante con cada paso que daba. Sobre la base había unos cuantos vellos púbicos, que podrían pasar desapercibidos y sus testículos eran de un tamaño decente. Se le veía enorme a comparación de la mía.
-Supongo que si vamos a estar viviendo juntos, y compartiendo la habitación, es mejor que nos veamos todo, ¿no crees?- declaró Gray.
-S-s-sí claro, Gray. No hay problema,- le contesté sin despegar mi ojos de su pene que se balanceaba.
Gray se tomó su tiempo para buscar y ponerse los calzoncillos. Ya lo había visto antes en su ropa interior, pero jamás le había prestado atención. Dormíamos en pijamas. Y usualmente siempre salía del baño utilizando calzones.
La noche siguiente, después de cenar, no dirigimos a nuestra habitación. Gray no había terminado su tarea, así que sus padres le habían dicho que tenía que dedicarse a eso. Mientras escribía en una hoja de papel me senté silenciosamente sobre la cama.
-¿Te gusta tu nueva escuela?- me preguntó sin levantar la vista de su libreta.
-Sí. Los maestros son muy amables. Y los niños están bien, supongo,- le dije.
-¿Hay niñas bonitas en tu clase?- continuó.
-Un par.
-No le contaste nada a mamá, ¿verdad? Lo de anoche,- preguntó.
-¿Qué pasó anoche?- contesté confundido.
-Pues que se me olvidaron los calzoncillos y que me viste desnudo, tontito.
-¿Por qué habría de contarle algo como eso? Al final de cuentas vamos a ser como… hermanos. A mí no me gustaría que le contaras si alguna vez me ves desnudo.
Gray levantó la vista y me sonrió.
-Gracias. Si eso sucede alguna vez te juro que no le contaré a nadie. Lo que pase en nuestra habitación es un secreto. ¿Vale, hermanito?
Me ofreció su mano para sellar nuestro pacto.
-Claro,- dije, estrechando su mano.
-Ya casi termino mi tarea, si quieres puedes ir a bañarte.
Tomé una ducha, y cuando salí del baño Gray me estaba esperando desnudo. Traté de actuar como si la cosa no me importara, pero aproveché para echarle un buen vistazo.
Cuando fue su turno de regresar del baño, pude notar que su verga estaba un poco más hinchada y un poco rosada. No tenía una erección, pero definitivamente se veía más gruesa.
Me descubrió mirando su polla.
-Lo siento, pequeñajo. Mientras me bañaba estaba pensando en Mary Jane.
No entendí su explicación, pero no pude evitar soltar una risita cuando él también lo hizo.
La noche siguiente me encontraba en mi cama leyendo cuando Gray salió del baño nuevamente desnudo. Rápidamente dirigió sus pasos hacia nuestra litera, justo al frente de donde me encontraba sentado, tan cerca de mí que cuando levanté la mirada de mi libro pude ver su pene a unos cuantos centímetros de mi cara.
-¡Gray! Ten cuidado de a donde apuntas, casi me pinchas el ojo,- dije, alejando su verga con manotazo mientras me recorría hacia atrás sobre el colchón.
-¡Auch! Pequeño travieso, ¡me las vas a pagar!- dijo Gray, al mismo tiempo que se abalanzaba sobre mi cuerpo y comenzaba a hacerme cosquillas.
Nos enredamos sobre las sábanas de la cama. Él me hacía reír mientras yo me retorcía debajo de su peso para escapar de su agarre.
-¡Detente! ¡Detente!
-No, heriste sus sentimientos.
-Por favor, ya no sigas, o me haré pipí encima,- dije riéndome.
-No. Heriste sus sentimientos. Ahora tienes que darle un beso de disculpas,- dijo Gray, enterrando sus dedos sobre mis costillas otra vez.
-Vale, vale. Sólo detente antes de que me orine.
Gray se detuvo y abrí los ojos para encontrarme con su erección casi rozando mis labios.
-Dale un beso, o volveré a empezar.
Cerré los ojos fuertemente y fruncí mis labios mientras levantaba la cara para darle un rápido beso a su polla.
-No es suficiente. De verdad heriste sus sentimientos. Tienes que convencerme de que lo sientes.
Me lamí los labios y volví a levantar mi cabeza. Le di un beso sobre su glande cubierto por el prepucio y debajo de mis labios pude sentir una pequeña palpitación.
-Lo siento de verdad,- dije y salí disparado hacia el baño para orinar.
Cuando regresé a la habitación Gray ya se había puesto los calzoncillos y estaba sentado en su escritorio. Aunque sólo pude verlo de perfil, noté que tenía una erección debajo de la ropa, pero no dije nada. Y él tampoco. Sólo me acosté sobre mi cama y lo miré. Esa noche no jugamos ningún videojuego.
*
La noche siguiente esperé sentado sobre mi cama con anticipación. Gray había sacado sus calzoncillos y los había dejado descansando en el colchón de su cama, justo por encima de mi cabeza. Cuando regresó al cuarto, después de su ducha, se detuvo de pie frente a mí, levantándose sobre la punta de sus pies para alcanzar su ropa interior. Su polla gruesa y erecta estuvo nuevamente al frente de mi cara. Entonces escuché que susurraba:
-Dale un beso.
No quería que comenzara otra guerra de cosquillas contra mí, así que me incliné hacia adelante y puse mis labios sobre la regordeta cabeza de su verga. Rápidamente se hizo más gruesa, dura y larga y se paró apuntando hacia su ombligo.
-Otra vez. Y hazlo mejor.
Esa vez me mojé los labios con saliva y los presioné sobre la hendidura de la punta que chorreaba un poco de preseminal.
-Abre la boca.
-No,- dije.
-Sólo un poquito. Un buen hermano lo haría,- me informó Gray.
Abrí los labios un poco y Gray empujó sus caderas hacia adelante.
La punta de su verga se deslizó dentro de mi boca.
-Un poquito más.
Hice un sonido de negación y cerré los ojos.
-¿Por favor?- me rogó.
No quería que se enojara conmigo, así que accedí. Abrí mi boca un poco más y él introdujo más su polla entre mis labios. Poco a poco me la metió hasta que su glande estuvo dentro de mi boca.
Gray soltó un gemido y apartó sus caderas cuando vio que me costaba respirar. Un segundo después retiró su pene de entre mis labios. Actuó como si nada fuera diferente entre nosotros. Jugamos videojuegos y después nos fuimos a la cama.
Llevaba unos minutos dormido cuando escuché que el colchón encima de mí se estaba moviendo. No era el sonido de alguien que se remueve durante el sueño, sino que era como un temblor constante y rítmico que duró por mucho tiempo.
*
El día siguiente fue sábado. Gray se fue a jugar a la casa de su amigo Eddie y yo ayudé a la Sra. Oliver con las tareas de limpieza. Después de la cena le ayudé a lavar los trastes. Se sintió agradecida por toda mi ayuda ese día y me lo dijo.
Cuando regresé a mi habitación escuché que la ducha ya estaba en funcionamiento, así que mientras esperaba comencé a leer. Antes de sentarme sobre mi cama noté que la ropa interior de Gray otra vez estaba sobre su colchón, así que me acomodé para que mi cabeza estuviera justo por debajo de ella. Cuando Gray salió del baño, me vio sentado en el sitio de siempre, así que caminó rápidamente hacia la litera. Cuando se quitó la toalla pude ver que su verga ya estaba erecta y apuntaba hacia arriba.
Gray no se vistió inmediatamente, en lugar de eso mantuvo su cuerpo sobre la punta de sus pies mientras fingía que estaba ocupado con algo más. Su verga se movía hacia arriba y hacia abajo con cada movimiento que hacía por encima de mi cabeza. Yo me sentía hipnotizado por su polla larga y gruesa, que se encontraba un poco húmeda en la punta, la cual no podía dejar de mirar mientras veía cómo pequeñas gotas de preseminal salían de ahí.
Sabía que Gray quería que le volviera a besar la polla. Por eso estaba de pie frente a mí. Su glande también parecía gritarme que le diera un lengüetazo para limpiarlo. Miré fijamente su pene por una eternidad antes de tomarlo en mi boca. Cuando finalmente abrí mis labios para comerme esa polla, Gray dejó escapar un gemido muy alto, y yo también.
Gray movió sus caderas contra mi boca un par de veces, empujando su erección dentro de mis labios más profundo con cada movimiento. Después de eso empujé con mis manos su cuerpo para que dejara de penetrarme. Sólo me había metido la verga en mi boca para acallar los gritos de deseo de mi mente. Entonces me puse de pie y me dirigí al baño. Cuando me desvestí, noté que tenía una erección apuntando hacía mi ombligo. No la tenía muy grande, aproximadamente once centímetros y sin vello púbico. Como no sabía qué hacer con ella, me metí a la ducha para que se bajara sola.
Gray y yo no hablamos por el resto de la noche. Los dos simplemente nos dedicamos a leer cada uno en su cama.
*
El domingo por la mañana fuimos a misa. Después almorzamos en Denny’s. Gray me había dicho que esa era la rutina de todos los domingos.
Cuando regresamos a casa nuestros padres nos ordenaron que nos quitáramos nuestra ‘ropa de los domingos’ y que fuéramos a jugar. Gray se desnudó tan pronto como nos encerramos en nuestra habitación. Se quedó de pie en silencio al lado de la litera mientras yo me quitaba la ropa también. Tan pronto como estuve en calzoncillos me llevé las manos a la entrepierna para cubrirme, no quería que viera que tenía una erección solamente por verlo desnudo. Pero contra toda mi voluntad se dio cuenta. Sonrió ante mi timidez, pero esperó hasta que yo estuviera listo. Una vez que me recuperé del choque inicial, me fui a sentar sobre mi cama, y él, sin perder el tiempo, dio unos pasos hasta estar de pie frente a mí. Su verga ya se encontraba dura, así que no tenía razones para esconderla de mí. Sin más miramientos me la metí en la boca.
La hendidura de la punta parecía decirme que le diera un poco de calor, así que revoloteé mi lengua alrededor del glande. Gray dejó escapar un gemido de placer, y se enterró más profundo dentro de mi boca con una estocada de sus caderas. Quería que me la metiera hasta la garganta, y con toda mi voluntad hice lo posible para que eso sucediera, pero después de unos cuantos empujones comencé a toser y a ahogarme, así que Gray retiró su pene. Yo me incliné hacia adelante para no dejarlo escapar, y Gray comprendió que yo quería que continuara, así que empezó a empujarse entre mis labios nuevamente.
-Tu boca se siente muy bien,- susurró Gray.
Yo seguí, intentando tener su polla enterrada hasta mi garganta, y Gray se retiraba un poco justo cuando veía que comenzaba a toser. Después de un rato se empujó fuertemente dentro de mi boca, hasta que mi nariz chocó contra el poco vello púbico que tenía en la base del pene. Por fin me la había metido completamente.
-Jesús… me estoy viniendo.
Al principio pensé que Gray había dicho ‘Jesús está viniendo’, lo cual me asustó un poco después del sermón que nos habían dado en la iglesia. Jesús estaba de camino, y yo tenía la verga de Gray dentro de mi boca.
Pero entonces sentí que la polla comenzaba a palpitar y que una sustancia salada y viscosa se derramaba contra mi lengua. A pesar del sabor raro, no me retiré, y simplemente me metí la polla hasta la garganta para que me bombeara aquella sustancia directamente ahí. Mientras eso sucedía no dejaba de acariciar mi pequeña erección.
Me sentía raro, no, no era raro, me sentía excitado. Porque estábamos haciendo algo muy prohibido, y porque tenía miedo de que Jesús nos descubriera.
Aun así, mi verga estaba dura como nunca antes.
Cuando hubo terminado, Gray sacó su erección de mi boca.
-Gracias, pequeñajo. Lo has hecho genial.
Eso fue todo lo que dijimos al respecto. Después de eso nos vestimos y jugamos en el jardín por un rato. Cuando nos cansamos nos metimos a la habitación y jugamos videojuegos. Éramos como mejores amigos.
Cuando llegó la hora de dormir, yo me bañé primero, y, como era costumbre, esperé a Gray en mi lugar habitual. Cuando me vio me sonrió.
-¿Me estabas esperando, pequeñajo?
Me sentí un poco avergonzado porque él sabía que cada vez me gustaba más comerle la polla. Pero asentí con mi cabeza tímidamente.
Gray dio unos pasos hacia mí.
-¿Acaso lo que esperas es esto?
Como respuesta envolví mis labios alrededor de su polla semierecta. Ni siquiera tuvo que mover sus caderas para follarme por la boca, sino que yo lo hice por mí mismo.
Después de un minuto, Gray me dijo:
-Lame mis bolas.
Jamás le había tocado la verga, sólo con mi boca, pero sin perder el tiempo se la agarré y la levanté para deslizar mi lengua sobre sus testículos. Gray soltó un suspiro cuando comencé a besar sus bolas como si mi vida dependiera de ello, utilizando mi lengua y mis labios para humedecerlas con saliva. Entonces su glande cautivó mi vista otra vez. Resbalé mis labios por la asta hasta llegar a la punta, y le di un lengüetazo para limpiar la hendidura llena de preseminal antes de meterme su polla entre los labios.
Puse las palmas de mis manos sobre sus nalgas, y empujé sus caderas hacia mi boca, hasta que pude sentir su vello púbico rozando contra mi nariz. Con mis manos masajeaba y empujaba su trasero hacia mi cara, hasta que obtuve lo que quería. Sus piernas comenzaron a temblar y su verga a palpitar hasta que pude sentir su esperma derramándose sobre mi lengua.
-Te amo, pequeñajo,- gimió Gray.
*
El lunes, después de la escuela, subí corriendo las escaleras y Gray iba detrás de mí. Me senté en mi sitio y esperé. Gray cerró la puerta con seguro y se quedó de pie, recargado sobre ella y mirándome, antes de decirme:
-¿Me la quieres chupar?
Yo asentí con la cabeza.
-Pídemelo.
-Te la quiero chupar,- dije.
-¿Cuál es tu deseo?
-Deseo tu verga,- contesté. Era verdad. La deseaba con toda mi alma.
Gray se bajó la cremallera de los pantalones y liberó su erección. Rápidamente me la metí en la boca.
-Joder, eres tan lindo. ¿Te gusta?
Asentí sin dejar escapar su polla. Gray me tomó de la cabeza y la comenzó a mover para masturbarse con mis labios mientras yo lamía alrededor de la punta de su pene. Con cada movimiento se empujaba dentro de mi garganta a un ritmo constante. Así nos la pasamos por un rato.
-Me voy a correr,- me advirtió. Pero esta vez sacó su erección de mi boca y lo hizo directamente sobre mis labios y mi lengua.- Prueba su sabor.
No tuve más remedio que lamerme los labios como si me estuviera limpiando bigotes de leche. Cuando hube terminado di un pequeño trago.
Gray me dedicó una mirada divertida.
-¿He hecho algo malo?
-No, para nada,- me contestó.
Esa noche, antes de meterme a bañar, Gray me dijo:
-Cuando termines, no te pongas la pijama,- me ordenó.
Me sentí asustado porque nunca nadie me había visto desnudo. Sentía un poco de timidez, pero mi polla se puso dura sólo con el mero pensamiento. Una vez que estuve desnudo en el baño me miré en el espejo y observé mi pequeña erección apuntando hacia mi ombligo.
Cuando terminé de ducharme salí del baño con una toalla envuelta alrededor de mi cintura. Gray volteó a mirarme desde la cama.
-Quítate la toalla,- me ordenó.
Con un poco de duda la dejé caer al suelo y rápidamente cubrí mi erección con una mano. Me sentía avergonzado. No quería que me viera.
Con un dedo Gray hizo una seña para indicarme que me diera la vuelta. Y lo obedecí.
-Más despacio.
Giré sobre mis pies lentamente. Una vez que mi cuerpo estuvo de frente hacia la puerta del baño, con mi espalda descubierta para él, me dio otra indicación:
-Detente. Mmm,- dijo. Escuché que se levantó de la cama y un segundo después sentí una de sus manos tocando mi trasero.- Eres muy lindo, no te muevas. En un momento regreso.
Creo que esa fue la ducha más rápida de la historia, pero para mí el tiempo de espera me pareció una eternidad. No me moví para nada, esperaba con ansias descubrir lo que Gray tenía pensado hacer conmigo.
Cuando salió del baño su cuerpo seguía goteando agua y su pene apuntaba hacia adelante, como indicándole la dirección hacia mí. Con cada paso que daba se balanceaba hacia arriba y hacia abajo lentamente. Una vez que llegó a mi cama pude ver, por encima de mi hombro, que se acostaba sobre ella.
-Vale, ven aquí y chúpamela.
Corrí hasta la litera, y gateé sobre el colchón para acomodarme, poniendo ambas manos a cada lado de su cintura y mis rodillas entre las de él, una vez que estuve cómodo le di un pequeño beso a su polla; un segundo después la tomé de la base y la observé. Mi pequeña mano apenas cubría la mitad de su longitud y no lograba cerrarse alrededor de la asta. Pero lo que más me cautivaba era la hendidura de la punta, que parecía estar siempre escurriendo con preseminal. Le di una lamida desde los testículos, resbalando mi lengua a través de la asta, para después dedicarme a dar pequeños lengüetazos en el frenillo del prepucio.
Mientras jugaba con su verga, Gray estiró una mano y comenzó a acariciar mi trasero con ella. Cuando envolví mis labios alrededor de su glande pude sentir a uno de sus dedos empujándose contra mi ano. Cuando me metí su polla hasta la garganta, Gray me penetró con su dedo.
-¿Por qué has hecho eso?- le pregunté.
-¿Te duele?
-No, pero se siente raro.
Volví a comerme su polla. Con cada segundo que pasaba podía sentir que su dedo se introducía más y más profundo dentro de mí. Yo no podía dejar de chupársela, así como Gray no podía detener sus penetraciones a mi ano.
-Se siente rico,- dije, liberando un segundo su erección.
-¿Te está gustando?
-Sí, supongo,- dije después de un momento.
-Levanta un poco el culo,- me instruyó Gray.
Lo obedecí y me metió su dedo completo.
-Oh,- dije con un gemido.
Gray empujó mi cabeza para que volviera a chupársela y lo obedecí.
Movía su dedo al mismo ritmo que el balanceo de mi cabeza. Podía sentir sus otros dedos, los que no me estaban penetrando, presionados contra mis nalgas. Así fue como me di cuenta de que tenía su dedo completo dentro de mi ano. Moví mi cabeza más rápido para indicarle que él también podía ir más rápido.
-Es verdad que te está gustando,- observó Gray.
Asentí con la cabeza y seguí comiéndome su erección.
-Voy a correrme, pequeñajo.
Tenía ganas de probar su sabor otra vez, así que me aparté un poquito y entonces su verga comenzó a palpitar y depositar la sustancia pegajosa sobre mi lengua.
-Eres un niño especial,- me dijo Gray, entonces sacó su dedo de mi trasero y se levantó de mi cama.
Fue al baño a lavarse los dientes, y cuando regresó apagó la luz de la habitación y subió la escalera hasta su cama.
-Buenas noches, pequeñajo.
Me sentía feliz porque me había dicho que era un niño especial, aunque no sabía muy bien a qué se refería con eso.
*
El martes repetimos lo mismo que habíamos hecho el lunes. Bueno, casi. Cuando llegamos del colegio comimos, y después nos dirigimos a nuestra habitación, al llegar ahí yo me senté en mi cama.
Ese día Gray no me estaba prestando atención. Estaba sentado en su escritorio, haciendo nada en realidad, mientras yo esperaba.
Al final no pude aguantar y di un grito.
-¡Gray!
-¿Qué pasó, pequeñajo?- me contestó.
-Ya no aguanto, por favor. ¿Me la puedes dar?
-¿Cuál?
-Tu verga,- gemí.
-Oh, ¿estás listo para tu postre?
Asentí con la cabeza ansiosamente.
Gray se desabotonó los pantalones lentamente, se bajó la cremallera, y después los deslizó a través de sus muslos. Cuando se envolvieron en sus tobillos, enganchó sus pulgares en el elástico de sus calzoncillos y de un tirón los bajó para reunirlos con sus pantalones. Mis ojos, sin embargo, se quedaron hipnotizados por su erección cuando fue liberada por la ropa interior.
Una vez que estuvo desnudo dio unas cuantas patadas para liberarse completamente de su ropa y se fue a sentar a mi lado. Pude sentir que una erección se formaba inmediatamente dentro de mis calzones. Con una mano sobre mi nuca Gray me empujó hacia su pene y sin perder el tiempo abrí mi boca. Con su mano me enseñó el ritmo que quería. Una vez que lo hice yo solo me soltó y estiró su mano para acariciar mi trasero.
-Desabotona tus pantalones.
Lo hice sin apartar mi boca de su verga.
Con un movimiento metió su mano por debajo de mis pantalones y también debajo de mis calzoncillos. Sus dedos rápidamente encontraron mi agujero, así que me penetró con uno de ellos. Ya me estaba acostumbrando a tenerlo ahí, así que no sentí ninguna sorpresa con la sensación.
Entonces Gray me dijo que me detuviera, sacó su dedo y se metió al baño. Cuando regresó se quedó de pie a un lado de la cama para darme instrucciones.
-Quítate la ropa y acuéstate boca abajo, con el culo un poco levantado al aire,- me dijo.
Lo obedecí y me puse en la posición que me había instruido. Acomodé mi cabeza para volver a chupársela. Entonces volví a sentir su dedo sobre mi agujero, y de un simple empujón me penetró con él, pero esa vez se sentía algo diferente, lo percibía más grueso, ahí me di cuenta de que me había metido dos dedos. Estaban embarrados con una sustancia resbalosa, lo cual hacía que las penetraciones fuera más fáciles. Me gustó la sensación de ardor y placer que me otorgaban.
Como mi trasero estaba elevado en el aire, el ángulo permitía que Gray me viera el pene.
-Pequeñajo, tienes una erección. ¿Esto te está gustando verdad?
Yo asentí con la cabeza.
-Mm mmh.
Nos quedamos en silencio mientras metía y sacaba sus dedos en mi agujero, entonces dijo:
-¿Te gustaría que te metiera tres dedos?
Volví a asentir.
Retiró su mano completamente, y por el rabillo de mi ojo pude ver que cubría sus dedos con crema para lubricarlos, entonces volví a sentir la presión sobre mi ano y sus dedos comenzaron a penetrarme.
Cuando sentí el ardor solté un gemido muy alto.
Me costaba concentrarme en chuparle la polla con cada centímetro que sus dedos se introducían en mí.
Una vez que se detuvo, empujé mis nalgas contra su mano para indicarle que los metiera aún más.
-Chúpamela mientras te follo con mis dedos.
Ya sabía qué era follar, pero jamás se me había ocurrido que los dedos también servían para eso.
Cuando comenzó a penetrarme otra vez solté un gemido y me tragué la erección. Cada vez que sentía que Gray detenía sus movimientos yo empujaba mis nalgas contra su mano para indicarle que fuera más y más rápido.
Gray pronto comprendió que me estaba encantado tener sus dedos en mi culo, así que eso lo excitó muchísimo y comenzó a penetrarme con ellos cada vez más rápido y duro. No pasó mucho tiempo cuando disparó su esperma dentro de mi boca.
-No te detengas, sigue chupándomela. Oh, dios, eres un ángel.
Después de un minuto se relajó. Su respiración se había tornado agitada.
-¿Te ha gustado, pequeñajo?
Asentí con la cabeza.
-¿Esta noche lo quieres volver a hacer?
Volví a asentir, esta vez más rápido y sonreí.
-¿A ti también te ha gustado, Gray?
-Por supuesto, eres mi hermano. Estamos unidos y somos el uno para el otro.
Gray había dicho la palabra mágica, me consideraba su hermano.
Esa noche me juré que le demostraría a Gray que podía ser un buen hermano. Que podía contar conmigo. Y si eso significaba chuparle la polla por el resto de mi vida, estaba dispuesto a hacerlo.
*
Estaba sentado en mi sitio habitual, esperando a que Gray terminara de bañarse.
Cuando entró a la habitación su verga ya estaba erecta, y parecía estar brillando bajo la luz. También su mano.
-Acuéstate boca abajo,- me instruyó.
Hice lo que me dijo, y una vez que estuve acomodado, sus dedos fueron directo a mi agujero. El primero se introdujo fácilmente y me lo metió varias veces antes de agregar el segundo. Después de un minuto de penetraciones y movimientos de tijeras agregó el tercero.
-¿Te está gustando?
-Sí,- contesté.
-¿Estás listo para recibir tu postre?
-Sí, por favor.
-Pídemelo,- me ordenó.
-Por favor, Gray, dame tu verga,- le contesté, esperando que me metiera la polla entre los labios.
En lugar de eso, los dedos se retiraron de mi ano y un segundo después sentí una nueva presión sobre mi agujero, pero era diferente a la de sus dedos. Gray se acostó sobre mi espalda al mismo tiempo que empujaba su polla entre mis nalgas. Me dolía y ardía un poco, pero también se sentía muy bien. Una vez que venció la resistencia de mi esfínter me penetró profundo y gemí.
-Tranquilo, pequeñajo, sé que te duele un poco, pero te va a gustar, ¿quieres continuar?
-Sí,- susurré.
-Eres un buen hermanito,- dijo Gray y entonces empujó sus caderas para meterme la polla más adentro, hasta llegar a la base.
Lentamente sacó su verga casi por completo, y entonces, con una estocada rápida, me volvió a penetrar. Cuando su piel chocó contra mis nalgas provocó el sonido como de un aplauso, al mismo tiempo que sentí cómo sus testículos chocaban contra los míos. Gray se movió dentro y fuera de mi por varios minutos, gimiendo todo el tiempo.
-Pequeñajo, tu trasero se siente muy caliente alrededor de mi polla, y estás tan apretado. Se siente asombroso.
Me sentí feliz porque le gustaba estar dentro de mí. A mi hermano mayor le gustaba estar conmigo.
Gray comenzó a moverse más rápido.
-Dime que te encanta cómo te follo.
-Me encanta, Gray. Me fascina tenerte adentro de mí,- dije con un gemido.
-Sabes, si me corro adentro, serás mío,- dijo Gray en su susurro sobre mi oído.
-Vente adentro, Gray, por favor, quiero ser tuyo.
-Te voy a llenar con mi semen, pequeñajo, y serás mío.
Entonces Gray se empujó lo más profundo que pudo y su erección comenzó a palpitar. Sabía que se estaba corriendo en mi interior. Dio unas cuantas estocadas más y después dejó caer su cuerpo encima del mío, tratando de recuperar su respiración.
-Pequeñajo, eres un niño fuera de este mundo, me encantó follarte,- dijo Gray, y entonces levantó sus caderas de mis nalgas y sacó su verga de mi agujero.
-¿De verdad, Gray? ¿Te gustó estar conmigo?
-Por supuesto. Eres especial,- dijo, y entonces escaló para subir a su cama.
Un momento después sentí que había corrida escurriendo de mi ano, así que corrí al baño para limpiarme antes de manchar las sábanas de mi cama. Cuando regresé a la habitación Gray soltó una pequeña risita.
-¿Te dejé adolorido?
-Un poco, pero en realidad no me importa,- dije, con una sonrisa.
-Ya te irás acostumbrando.
Apagué la luz.
*
El miércoles después del colegio entré corriendo a la habitación, ansioso por tener la polla de Gray dentro de mí.
-¿Tan ansioso estás que no puedes esperar hasta la noche?- me preguntó.
Asentí con la cabeza y él se desabotonó los pantalones.
Con mis manos le bajé la ropa sin mayor preámbulo, me arrodillé frente a él y comencé a chupársela.
Mientras lo hacía recordé la forma en que ese pedazo me había penetrado la noche anterior, y en cómo se había sentido dentro de mi trasero. La verdad era que me había gustado mucho, a pesar de que al principio me había ardido y dolido muchísimo, pero tampoco era tan malo. A decir verdad, ansiaba que Gray me la metiera otra vez.
Cuando sentí que estaba a punto de eyacular me saqué su polla de la boca y le dediqué una mirada. No podía creer que ese pene hubiera estado adentro de mí. Era muy grande.
-Te encanta mi polla, ¿verdad, pequeñajo?
-Sí.
-Entonces demuéstramelo,- me ordenó Gray.
Volví a tomar su erección en mi boca, y no me detuve hasta que derramó todo su esperma en mi garganta.
Esa noche, Gray me indicó que me quedara desnudo en lo que él terminaba de bañarse. Antes de meterse a la regadera me instruyó:
-Espérame en la cama, acostado boca abajo.
Mientras esperaba su regreso, noté que mi pequeña verga estaba dura. No pude evitar frotarme contra mis sábanas; cada movimiento de mi cadera me hacía sentir muy bien. Cuando Gray entró en la habitación yo me encontraba moviendo mi trasero de arriba abajo, disfrutando de las sensaciones, y me vio.
-Eres un niño muy impaciente. No te preocupes, yo te daré lo que necesitas.
Acto seguido Gray se recostó encima de mi espalda y empujó su polla sobre mi agujero.
-¿Quieres que te la meta?
-Sí, Gray,- logré decir con nerviosismo
Y entonces se empujó más fuerte hasta penetrarme. Me dolió, pero no grité.
-¿Esto es lo que querías? ¿Qué te penetrara con mi polla?
-S-s-sí, Gray.
-Dilo más fuerte.
-Quiero tener tu verga adentro de mí,- le contesté.
Me folló el trasero por varios minutos, y entonces dijo:
-Antes de que vinieras a vivir con nosotros, Eddie hacía muchas pijamadas conmigo.
Cada una de sus palabras venía acompañada de estocadas profundas en mi agujero.
-Creo que sería buena idea que esta semana durmiera con nosotros para que lo conocieras. Apuesto a que le encantaría follar con tu lindo traserito.
-Pero soy tuyo, no de él,- le discutí.
-Sí, eres mío, pero puedo compartirte con quien yo quiera.
Con el paso de los minutos sus penetraciones se volvieron más duras y profundas. Mi culo ya se estaba acostumbrando a lo largo de su polla, así que, en lugar de sentir dolor, cada empujón que daba era placentero.
-¿Estás se acuerdo conmigo, pequeñajo?
-Sí, quiero que tú y él me follen duro, Gray,- dije gimiendo por las estocadas que estaba dando dentro de mi ano.
Poco después Gray se corrió y se quedó acostado encima de mí hasta que su polla se puso blanda y salió de mi agujero. Podía sentir un pequeño hilo de semen escurriendo entre mis nalgas, y eso solamente provocó que mi verga se pusiera aún más dura.
-Le pediré permiso a mamá para que Eddie se pueda quedar a dormir con nosotros este fin de semana,- dijo Gray, como si esa fuera una promesa que no quisiera romper.
Sin embargo, mi mente estaba en otro lugar. Me preguntaba qué era esa sensación que Gray llamaba ‘correrse’. Al menos así sabría por qué le gustaba tanto follarme.
*
El jueves por la tarde le chupé la polla a Gray, como era costumbre. Me estaba volviendo muy bueno, y cada vez me gustaba más hacerlo. Gray también sabía que me encantaba darle sexo oral.
-Ya le pedí permiso a mamá. Me dijo que Eddie se puede quedar con nosotros el fin de semana. ¿No te emociona? Mañana podrás chupar dos pollas.
Me sentí emocionado, pero también con un poco de miedo. ¿Qué tal si a Eddie no le gustaba que le chupara la verga? Tal vez ni siquiera quería. ¿Qué pasaba si no me gustaba tener su erección adentro de mí?
Esa noche Gray me folló muy duro.
-No quiero que olvides a quién le perteneces.
Supongo que la forma en que me metió su verga me gustó, porque dentro de mi ano sentía un cosquilleo con cada penetración que me daba.
*
Al día siguiente, Eddie regresó con nosotros directamente del colegio. En su mochila llevaba una bolsa de dormir. Apenas habíamos cerrado la puerta de nuestra habitación, cuando Gray dijo:
-Frente a ti tienes al mejor niño que alguna vez vayas a conocer.
Sin perder el tiempo se quitó la ropa, y yo me arrodillé frente a él para comerle la polla.
-Pensé que me estabas mintiendo, Gray, pero me queda claro que al mariquita le encanta chuparte la verga.
-Ven y compruébalo por ti mismo,- lo invitó Gray.
Eddie se desabotonó el pantalón y dejó caer su ropa alrededor de sus tobillos. Su verga no era tan grande como la de Gray, le medía aproximadamente trece centímetros, y su pubis era completamente lampiño. A pesar de que no era una polla tan extraordinaria como la de su amigo, no me importó. Se la chupé tan ansiosamente como se lo habría hecho a Gray.
-Oh, joder. Es un experto,- dijo Eddie, y como no estaba acostumbrado a mis atenciones no duró mucho tiempo antes de correrse en mi boca.
-Te lo dije, y espera a que sientas su culito,- presumió Gray.
Cuando terminamos de cenar, tomamos turnos para darnos una ducha.
-Oye, pequeñajo, sería buena idea si te metes a bañar primero, ¿vale? Creo que no es necesario decirte que esta noche no vas a necesitar tu pijama.
Él y Eddie se miraron con ojos traviesos y chocaron sus manos en el aire. Eddie fue el segundo en bañarse.
-Como eres mi invitado, puede ser tuyo mientras me baño. ¿Te lubricaste?
Eddie se quitó la toalla y nos enseñó su verga, la cual brillaba un poco.
Me acosté boca abajo, pero Eddie me detuvo antes de acomodarme.
-Date la vuelta,- me ordenó.
Me di la vuelta sobre las sábanas, hasta quedar boca arriba.
-Aw, tienes una linda polla,- dijo Eddie, y después agregó:- Pero esta noche sólo estoy interesado en tu culito.
Se metió a la cama conmigo.
-Abre las piernas.
Lo obedecí y abrí los muslos para él mientras se alineaba encima de mi cuerpo hasta que la punta de su verga estuvo por encima de mi agujero. Un segundo después empezó a empujarse. Y entonces, sin previo aviso, comenzó a besarme. No pude evitar envolver mis brazos alrededor de su cuello, y mis piernas alrededor de su cintura cuando empezó a penetrarme. Era diferente a la forma en la que Gray me follaba. Cada vez que empujaba sus caderas contra mi culo yo levantaba mis nalgas para darle la bienvenida y también para que fuera más profundo.
-Es una lástima que no tengas coño, besas mejor que una chica, y coges mejor que ellas.
Eddie y Gray me follaron dos veces cada uno antes de irnos a dormir.
Como Eddie no quería dormir en su bolsa, le dije que se acostara conmigo.
Durante el transcurso de la noche, volvió a despertarme y me penetró dos veces más.
Hicimos tanto ruido que sin querer despertamos a Gray.
-Déjalo descansar, Eddie, necesitamos dormir.
-Tú lo tienes todos los días, Gray, esta es mi única oportunidad,- dijo Eddie, sin dejar de follarme.
Bueno, para ser honestos esa no fue su única oportunidad. De hecho, él y Gray me follaron el resto del año escolar.
Casi todos los fines de semana Eddie se quedaba a dormir con nosotros y hacíamos pijamadas en nuestra casa. Siempre me follaban por turnos. Y aunque a veces me sentía abrumado por todas las atenciones que me daban, no me podía quejar, me encantaba tener sus pollas adentro de mi culo casi todo el tiempo.
Cuando llegaron las vacaciones de verano, Gray y yo nos quedamos solos en la casa por casi una semana. Cuando follábamos le gustaba que le dijera lo mucho que me fascinaba tener su polla enorme entre mis nalgas. Lo cual no era ninguna mentira. Y para mi placer le había crecido varios centímetros desde que habíamos cogido por primera vez.
Estábamos follando en mi cama, yo estaba en cuatro y Gray me la metía desde atrás.
-Oh, sí, Gray. Fóllame con tu polla enorme. Me encanta cuando me la metes en el culo.
No escuchamos cuando la puerta se abrió. Pero fue demasiado tarde cuando vimos que la Sra. Oliver se desmayó a unos cuantos pasos de nosotros.
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