Seduciendo al conserge escolar


A mis 14 años ya tenía muy claro que me gustaba la verga.
Ya había tenido algunas experiencias con compañeros de clase, entre los que ya corría mi fama de mamador.
Así que siempre tenía algún chico caliente dispuesto a quitarse las ganas con mi boca.

Aun así mi mayor fantasía era el gozar de una verga de hombre, de un macho mayor y completamente desarrollado, y para entonces ya tenía a alguien en la mira.
Se me había vuelto una obsesión desde el día que por casualidad lo vi en el baño de la escuela.

Era Arturo, el conserge, un hombre maduro de unos 40 años, de complexión media y piel morena tras varios años de trabajo bajo los rayos ardientes del sol.

Ese día entré sin ninguna malicia al baño, solo con la intención de orinar y él estaba ahí, orinando en los mingitorios, los cuales eran solo una larga pileta sin divisiones.
Arturo no me volteo a ver, pero yo me coloqué muy cerca de él con la esperanza de poder ver algo.
Arturo ya estaba terminando de orinar y fue entonces cuando pude ver como sacudía una tremenda verga que aun flácida tenía un muy bien tamaño.
Me quede embobado viéndolo sin siquiera disimular, él solo me volteo a ver con una expresión de extrañeza mientras se volvía a guardar ese rico animal.

Desde ese día Arturo se había convertido en mi meta, no podría irme de esa escuela sin probar su rica verga.
Estaba siempre a la caza de verlo entrar al baño, pero siempre sin suerte, ya que solo entraba a hacer el aseo.

Fue hasta un viernes por la tarde, ya cuando todos estábamos saliendo de las clases, que lo vi entrar al baño y corrí tras él con la esperanza que ya se estaba convirtiendo en una obsesión enfermiza.
Estaba decidido a hacer algo.

Entré y para mi decepción Arturo solo estaba checando que todo estuviera en orden para finalizar el día.
Yo me fui al mingitorio y fingí orinar.
Mis manos temblaban de nerviosismo y excitación.
Cuando noté que Arturo estaba por irse no aguanté más y le hablé.

—Don Tury—le dije, llamándolo de la manera en que los estudiantes lo hacíamos.

—¿Qué pasó? —me preguntó sin prestarme mucho interés.

—No se enoje por lo que le voy a decir pero…—titubé un momento—, el otro día lo vi orinando y tiene una verga bien grandota.

—Ay muchacho—dijo con algo de fastidio y se dio la vuelta dispuesto a irse.

—Espere, no se vaya…
—Ya deja eso muchacho, a poco crees que no me he dado cuenta de que te la pasas siguiéndome al baño.
Pero más vale que te quites esas ideas porque no soy tan pendejo de arriesgar mi trabajo nomas por un chamaco calenturiento.

Me sentí decepcionado, pero ya había comenzado y el nerviosismo me envalentonaba.

—Nomas se la quiero ver otra vez.

—Ya deja eso— dijo y se dirigió a la puerta.

—Si no me la enseña voy a ir a la disección y diré que me estaba molestando en el baño y que me trató de tocar.

No sé cómo salió eso de mi boca.
Ahora que lo pienso sé que fue algo demasiado bajo, pero me sentía tan excitado que no estaba dispuesto a perder la batalla.

—¿Qué dices escuicle? —dijo el molesto—.
No voy a permitir que un chamaco estúpido me arruine el trabajo con el mantengo a mi familia.
Voy a ir yo directamente a la dirección para reportar eso.

—Puede hacerlo pero aun así no creo que no tenga problemas, yo diré que no es cierto, y que fue usted quien me enseño el pene y me dijo que si me gustaba.

—No te van a creer si yo explico lo que está pasando.

—Tal vez, pero lo pondrán en duda, sobre todo si les digo que tiene una pequeña mancha como un lunar en la cabeza de la verga… Quizá alguien lo quiera comprobar y con eso sepan que si me la enseñó.

Arturo comenzaba a ponerse nervioso y eso me dio más valor.

—Solo se la quiero ver— me acerqué y trate de agarrarle el paquete.

—Espera—me apartó la mano—El director no tarda en hacer la ronda del final del día.
Vas a tenerte que esconder hasta que todos se hayan ido.
Ve al salón del final del edificio “F”, en el segundo piso, ahí te busco después de cerrar la puerta de entrada, yo siempre me quedo hasta el final para cerrar.

—O.
K.
—dije y salí del baño y me dirigí al salón que me indicó Arturo.

Pasó cerca de media hora, pensé que Arturo me había engañado solo para salir del problema y me dispuse a irme.
Pero justo en ese momento escuché unos pasos en el pasillo y emocionado esperé a que entrara don Tury.

—Pensé que ya no vendría.

—Tenía que esperar a que todos se fueran.
Bueno, sabes que solo hago esto porque me amenazaste con meterme en un problema que me dejaría sin trabajo y puede que algo peor.

—Sí, Don Tury, yo solo quiero que me deje ver tu verga… y tal vez tocarla o dejar que se la chupe.

—Ya me la cambiaste, me dijiste que solo la querías ver.

—Pues ya estamos aquí y estamos solos, ¿por qué no?
—¿Ya ve que no mentí?
La pregunta en voz más alta de lo normal me pareció extraña, pero cuando vi que el director entraba por la puerta entendí que no iba dirigida a mí.
Me sentí burlado y muy estúpido, mientras estaba ahí esperando le di tiempo a adelantarse y hablar con el director.

—Esto es grave—dijo el director acercándose.

—Yo…
—Sabes que algo así es expulsión directa, trataste de afectar a alguien de una manera que pudo desencadenar no solo en que pierda su trabajo sino en un problema legal muy fuerte.

Yo no sabía que decir, solo quería salir corriendo.

—Perdón, no va a volver a pasar.
En realidad no iba a hacer nada, yo solo quería…
—Sí, ya escuché lo que querías.
Don Tury, si usted quiere podemos hacer el reporte, tengo una grabación de este chico haciéndole propuestas y reconociendo que trató de coaccionarlo, solo es cuestión de presentar las pruebas a sus padres y a las autoridades educativas.

Yo estaba temblando de miedo.
No podría pasar aquello, mi padre me molería a palos, ni siquiera sería necesario presentar pruebas, desde hacía tiempo no dejaba de molestarme diciéndome que más me valía no ser puto, que si pronto no le presentaba una novia tendría que llevarme con unas putas y muchas cosas más.

—Pues no se, señor director, creo que el muchacho aprendió la lección, ¿No es así? —preguntó dirigiéndose a mí.

—¡Si! —respondí casi en un grito.

—No lo sé, don Tury—siguió el director—, los muchachitos como este no aprenden la lección hasta que no se les hace entender.

El director empezó a caminar hacia mí.

—Cierre la puerta, Don Tury, le vamos a dar a este lo que está pidiendo.

—¿Cómo dice? —preguntó Don Tury visiblemente confundido.

—Lo que oyó, la única manera de que esto termine bien para todos es haciendo un pacto.
El joven quiere algo que usted tiene, yo puedo atestiguar que el lo pidió, además por la forma en que me contó que se lo pidió, con tanta desesperación, parece que es un putito de lujo y la verdad que también quisiera probar.

Decía esto mientras se sobaba el paquete cada vez más abultado.

—Director, yo…
—Don Tury, haga lo que le digo, confié en mí, después de tantos años trabajando ya se cómo se tiene q tratar a putitos como este, si lo dejamos se le va a terminar pasando el susto y volverá a hacer algo aún más peligroso así que es mejor terminarlo de una vez.
Además, no se a usted, pero a mi hace bastante que no me dan una buena mamada.

Mis nervios empezaban a ceder, aun que aun temía que me estuvieran grabando y solo fuera una treta para sacar más pruebas, pero en ese momento el director abrió su pantalón, metió su mano y saco un verga ya dura con la cabeza pelada bien brillosa.

Oí la puerta del salón cerrarse y los pasos de don Tury acercándose, para cuando llegó a lado del director ya llevaba la verga también de fuera, aun no completamente erecta pero ya bastante hinchada.

—Veo que el chico tenía razón, tiene buen trozo don Tury, con razón lo dejo impactado.
Pues a ver si es cierto que la aguanta.
Chupalas.

Yo aun sin saber que hacer no me movía, de pronto ya no era lo que esperaba, me sentía temeroso, estaba a merced de dos hombres adultos ya visiblemente excitados y quizá dispuestos a todo.

—¡Que las chupes! —grito el director.

Me puse de rodillas de inmediato y sin más tomé una con cada mano.
Los dos hombres estaban muy cerca uno del otro, los voltee a ver desde abajo y vi en sus caras su expresión de completa lascivia.
Don Tury había pasado del temor a la excitación, al verse apoyado por el director.
Por su parte el director parecía más seguro, no tengo duda de que no era la primera vez que hacia esto.

El aroma de las dos vergas me llegó a la nariz, fuerte pero agradable y mi mente se nublo por completo, perdí el miedo y la excitación se apodero de mí, me lancé a engullir primero aquella verga que tenía tanto tiempo obsesionándome.
La verga de don Tury ya se había puesto completamente erecta en mi mano y si flácida era una maravilla, erecta era un monumento.
Aunque en lo largo no creció tanto, era tremendamente gruesa, no alcanzaba a rodearla con los dedos de la mano.
Tuve que abrir mucho la boca para poder meterla pero lo logre, era imposible de tragar entera como lo hacía con las vergas de los compañeros a los que mamaba en los baños.

Por su parte, la verga del director era mucho más delgada pero algo más larga.
La sentía dura como una roca en mi mano, y comencé a masturbarlo mientras lamia la verga cabezona de don Tury, hasta que el director me tomó del cabello para separarme de ella y llevarme hacia la suya.

Mamar la verga del director fue mucho más fácil y aun que era más grande que la de cualquiera de mis compañeros pude, con algo de esfuerzo, tragarla toda, sintiendo como atravesaba mi garganta.

Los hombre empezaron a gemir mientras yo alternaba entre las mamadas profundas al director y mis frenéticas chupadas y lamidas al animalon de don Tury.

De pronto, mientras chupaba la verga de don Tury, que a extras alturas ya escurría de mi saliva, el director me ordenó:
—Quítate la ropa.

Primero pensé que había entendido mal, pero cuando lo vi que empezaba a desabrocharse la camisa, comprendí que si había escuchado bien.

Completamente abandonado a mis deseos y a los de esos dos machos obedecí.

Mientras lo hacía tanto el director como don Tury se desnudaron y en pocos segundos estábamos los tres desnudos.

No mentiré, el director era algo gordo, aunque sin llegar a ser excesivamenteobeso, una barriga abultada pero dentro de lo normal en un hombre de su edad acostumbrado a pasar los días detrás de un escritorio.
Por su parte, don Tury, tenía un cuerpo más delgado, también una ligera barriga pero en general lo podría describir como delgado.
Su cuerpo era moreno, un tono poco más claro que sus brazos y cara macerados por el sol.
Era un gran espectáculo.
Por mi parte, ya completamente desnudo, mi pálido y delgaducho cuerpo contrastaba frete del de aquellos dos machos con sus vergas apuntando hacia mí.
La mía también estaba erecta, palpitaba.

—Te vamos a coger—dijo el director y sus palabras me sacaron del trance.
Eso era algo que nunca había hecho y mucho menos con unas vergas así de grandes.
El miedo volvió a mí.

—Yo…
—Esto querías—dijo el director sacudiendo con su mano su dura verga—, así que esto te vamos a dar.

—Pero es que…—mi voz temblaba— nunca me han cogido y sus vergas son muy grades.

—Eso te va a enseñar a no estar alborotando hombres—El que hablaba ahora era don Tury.
Su voz que antes era la voz tímida de un hombre acostumbrado a recibir órdenes, ahora era la de un macho en todo su esplendor.

—No te preocupes—dijo el director— esto te va a gustar.

Y si decir mas se acercó a mí.
Me volteó y me hizo doblarme de cintura sobre el escritorio.

—Mire nomas este culito que nos vamos a chingar, don Tury.
Creo que dice la verdad, está tan cerradito.

El director me abría las nalgas exhibiendo mi culo, mientras don Tury lo veía relamiéndose los labios.

El director escupió abundantemente en su mano y untó su saliva entre mis nalgas y empezó a sobar con sus regordetes dedos mi culo.
Don Tury se acercó he hizo lo mismo, escupiendo su mano y alterando con el director para sobar mi culo.
Era riquísimo sentir en momentos la suavidad de las manos del director y luego la aspereza de la mano de don Tury.

Yo no paraba de gemir y sin darme cuenta mis cadera se empezaba a mover.
Poco a poco empecé a sentir como me iban metiendo un dedo, primero el director que lo sacaba para que luego don Tury metiera el suyo.
En un momento Don Tury dejó de masajear mi culo y se puso frente a mí, ofreciéndome su grueso garrote y mientras tanto director seguía escupiendo en mi culo y metiendo ahora dos y tres dedos en mi culo.
Me sentía en el cielo, estaba tan excitado que trataba de tragar entera la verga de don Tury aun que eso era imposible, ya que no lograba atravesar lo estrecho de mi garganta, y además terminaba haciéndole un poco de daño con los dientes.

Mientras luchaba por tragar y lamer como loco esa enorme cabeza empecé a sentir algo abriéndose paso entre mis nalgas.
No hubo dolor.
Estaba completamente dilatado.
Fue un goce sentir ahora no los dedos sino una verga que entraba lentamente y parecía no terminar de entrar nunca, me volví para comprobar lo que sabía que estaba pasado y vi como el cuerpo del director se iba acercando cada vez más, hasta que su abultada barriga topo con mis nalgas y supe que tenía dentro toda la verga de un hombre.
Eso fue todo lo que pude aguantar.
Como un relámpago un orgasmo repentino me azotó.
Empecé a gemir como loco.

—¡Me están cogiendo!! ¡Ahhhh, me vengo!! ¡Más! quiero más verga!
No podía creer lo que estaba diciendo a voz en grito.
El director empezó a reír.

—Si que estas hecho un puto, nunca me había pasado que alguien se viniera con la primera metida.
Pero esto todavía no termina.

Empezó a bombear haciéndome sacudir sobre el escritorio.
Mis mecos escurrían por el lateral del escritorio y con cada embestida sentía que salía más y más leche de mi verga semi erecta.
No dejaba de gemir.
Temía que fuera doloroso pero nunca hubo tal cosa, pero entonces Don Tury me tomó del cabello haciéndome volver la cara a su verga para que se la chupara y recordé que aún me quedaba aquel tremendo animal.
Sería imposible que esa gruesa verga entrara sin hacerme daño.

El director empezó a gemir, bufar y embestir con más fuerza, tal que el escritorio de movía de lugar.
Hasta que tras una fuerte sacudida, una última envestida y un grito empezó a correrse, primero dentro de mí y luego saliendo para echar chorros y más chorros de leche caliente en la entrada abierta de mi culo.

—Su turno, don Tury.
Se lo he dejado más abierto y bien lubricado de mecos para que sea algo más fácil que se la meta, aunque… con ese tronco que tiene entre las piernas… no quisiera estar en tu lugar muchacho, jajaja.

Don Tury le rió la gracia y se apartó y si decir más se puso detrás de mí.
Con la cabeza de la verga recogía la leche que empezaba a escurrir, reuniéndola para lubricar la entrada de su hinchada cabeza.

Mis piernas temblaban.
Me sentía cansado, mi excitación había bajado pero eso no parecía importar a esos sementales.
El director no perdía detalle.
Don Tury empujaba en mi culo que ponía resistencia, pero lo hacía lentamente, hasta que con un ligero empujón terminó por ceder entrando la cabeza entera, sentí como mi culo se abría y cerraba un poco para adaptarse a la forma de la cabeza de hongo de esa verga.
Hubo un dolor, aunque fue soportable.
Debo dar el reconocimiento a esos dos hombres, que al final resultarón ser muy compresivos, o quizá simplemente tenían la precaución de no hacerme daño para no tener que dar una explicación del porqué un joven de la escuela había vuelto a casa con un desgarre en el ano.

Finalmente lo que me había parecido sería imposible estaba pasando, tenía toda la verga de Don Tury adentro.
Me sentí orgulloso de mí mismo y la excitación volvió.

El conserje comenzó a bombear y yo a gemir.

—Si, don Tury, cojame con esa vergota.

El director sostenía mis nalgas abriéndolas.
Don Tury empezó a acelerar el ritmo y aun que en momento sentía un punzada de dolor no quería que se detuviera.

—¡Más!! ¡Más, deme más! —gritaba yo fuera de control.

Esto parecía excitar aún más al hombre que empezó a embestir con fuerza.

—¡Te voy a preñar perrita! —dijo con una voz gutural mientras daba unos últimos golpes y sentía que su verga se hinchaba aún más y empezaba a brotar su leche dentro de mi culo.
El hombre dejo de bombear sin sacar su vega de mi culo, respirando trabajosamente.

Por mi parte al ser consciente de que había ido más allá de lo que soñaba, y que estaba lleno de la leche de ese hombre que había sido mi obsesión, empecé a correrme nuevamente.
Con mis contracciones anales hice gemir nuevamente a don Tury y exprimí las ultimas gotas de leche de su verga.

Finalmente el hombre sacó su verga, que aun que se deslizó con facilidad por la humedad de las dos leche que se habían mezclado dentro de mí y que había comenzado a perder la erección, sentí un escozor, llevé mi mano a mi ano y lo sentí terriblemente abierto.
Y sentí temor de que así se me quedaría.
Supongo que el director notó mi reacción por que dijo:
—No te preocupes es normal que te arda un poco y en cuestión de minutos ese culito va a a empezar a cerrarse… aun que no esperes que vuelva a estar igual de cerradito que hace unos momentos.
Con esa tranca que tiene don Tury, lo dudo mucho— y rió.

Me levanté del escritorio y vi mi semen aun escurriendo por el lateral del escritorio reuniéndose con los restos de mi primer corrida que ya formaban un pequeño charco.

Entre mis piernas escurría el semen que los dos hombres habían depositado en mis entrañas, note un poco de sangre, pero creo que si ellos no hubieran tenido el cuidado que tuvieron pudo ser peor.

—Bueno don Tury, lo siento por usted—dijo el director que había comenzado a vestirse—, pero creo que tiene bastante que limpiar antes de irse.

—Ni hablar, trabajo es trabajo—contestó el aludido mientras también empezaba a vestirse.

—Y tu muchacho—levanté la vista—, espero que estés satisfecho, y no creas que esto te va dar derechos especiales en la escuela.
Yo estoy muy bien relacionado con las autoridades educativas, además estoy seguro que a tu papá le encantaría escucharte repetir esos gritos pidiendo más verga.
—Al decir esto sacó su celular y puso fin a la grabadora de audio.

—No señor…—empecé a decir pero el director me interrumpió.

—Y lo mismo va para el caso en que sigas molestando a don Tury.
¿Entendido?
Asentí con la cabeza.

—Y eso si, prepárate para más sesiones como esta, por que afortunadamente te quedan el resto de este y otro más con nosotros.
¿Le gusta la idea, don Tury?
—¿Qué si me gusta? Ya hasta se me está parado la verga otra vez solo de pensarlo.

Y era verdad, se notaba la verga que no se podía ni acomodar dentro del pantalón.

No supe que decir y me terminé de vestir de prisa.
Me encantaba la idea de seguir disfrutando de aquellos machos, pero ese día no podría soportar una sesión más.
Así que me apresuré a salir antes de que don Tury terminara de recobrar fueras.

Caminé a mi casa, sintiendo el culo aun palpitante.
Tuve a amarrarme el suéter escolar en la cintura porque estaba seguro de que me seguía escurriendo leche de dentro y que ya tenia mojado el pantalón.
Pero eso sí, muy satisfecho y seguro de que sería una gran estancia en la escuela secundaria.


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