Entrenador musculoso de gym es abusado por 2 de sus alumnos. 🔥
Mi amigo y yo fuimos habÃamos quedado de ir a un gym diferente al que solemos ir de nuestra ciudad, debido a que estaba en remodelación en donde nos gustaba ejercitarnos. Sin más, nos organizamos para poder entrenar juntos y como nuestros horarios no coincidÃan, decidimos ir hasta la noche. Cuando salà de trabajar, le envié un mensaje a mi amigo preguntándole donde lo esperaba para pasar por él. Desafortunadamente me habÃa dicho que no podrÃa acompañarme porque tenÃa mucho trabajo y aun le faltaba bastante por terminar. Le dije que no se preocupara, que lo esperaba un par de horas asà que me fui a la casa y estuve tres horas esperándolo. Ya eran las 9:00 p.m. por lo que le marqué para preguntarle si ya podÃa pasar por él. Me dijo que no alcanzarÃa a ir, que solamente fuera yo y entrenarÃamos al siguiente dÃa, que lo lamentaba mucho, pero habÃa tenido un dÃa muy atareado y que ahora se encontraba ocupado en otras cosas, que luego me explicaba. Si me moleste bastante porque habÃa perdido tiempo valioso por esperarlo, pero bueno, que se le hace. Lo pensé bastante si ir o no, pues ya era bastante tarde y solo alcanzarÃa a entrenar un poco. Además, en lo que llegaba y todo, pero al final de cuentas me decidà a irme un rato, asà que tomé mis cosas que ya estaban listas, me subà al coche y me fui a entrenar. Cuando llegué al gym, eran pocas personas las que seguÃan entrenando, logré contar como unas 7 u 8. Me dirigà a la recepción y pagué mi visita. Pregunte por el horario de cierre y me dijeron que a las 11:00 p.m., ya eran las 9:40 p.m. y en lo que, iba al baño, dejaba mis cosas y hacia mi rutina de calentamiento, me darÃan las diez. La chica que me atendió, me vio la cara un poco enojada o como haciendo cálculos, no lo sé. y me pregunto si traÃa coche, a lo que le contesté que sÃ. Ella me dijo que el entrenador de ese turno siempre se quedaba un poco más tarde entrenando, de hecho, una de las personas que ahà se encontraban se quedaban a entrenar después del cierre, que le preguntará al entrenador si no habÃa ningún inconveniente en que me quedara esta vez. Me pareció bastante buena la propuesta por lo que le pregunté quien era el entrenador, ella indicó señalando quien era y diciéndome por donde se encontraba, asà que pagué y me fui al baño, saqué algunas cosas de mi maleta del gym y la dejé en los casilleros que estaban casi por la entrada. Luego, luego, fui en busca del instructor. Era un hombre ya grande de edad, bueno, no tanto, como unos 50 o 55 años, estaba bastante grande. TraÃa una camisa negra con algo de estampado leve, como de un grupo de rock. La camisa le hacÃa sobresalir esos ricos pectorales y enormes brazos que poseÃa, la tenÃa ceñida al cuerpo y era imposible no notar su musculatura. No era delgado, tenÃa una cintura ancha que combinaban muy bien con sus brazos grandes, enormes, mejor dicho y un pectoral que sobresalÃa de todo su cuerpo, inflado, asà como me gustaban. Todo en muy buenas proporciones, se veÃa muy estético. Ese hombre parecÃa un macho semental, además de su edad que le añadÃa un plus a todo el paquete. Su rostro era muy varonil, el cabello corto, como de los de 50 años, con un poco de entradas al costado. Su cara era cuadrada, tenÃa una mandÃbula de lo más varonil, no tenÃa nada de barba y sus facciones eran las de un hombre maduro. Algunas arrugas enmarcaban su rostro, pero nada fuera de lo común, de hecho, esas arrugas hacÃan que se viera más interesante, más atractivo, mas masculino. También traÃa un pants negro que daba a lucir unas piernas enormes, pero sin apreciar mucho detalle. Lo saludé cordialmente y se presentó, me preguntó que, si necesitaba una rutina o algo y le dije que no, que yo estaba de visita y que más bien querÃa preguntarle o hacerle una petición especial. Me preguntó que de que petición le estaba yo hablando. Yo le dije que nada serio pero la chica de recepción me habÃa dicho que él se quedaba a entrenar después del cierre del gym y como ya era tarde, querÃa ver si yo podÃa quedarme a entrenar con él. Me dijo que si, que sin ningún problema pero que terminara antes de las 12:30 p.m. que era cuando él cerraba. Le dije que sÃ, que terminarÃa antes. Me dio unas palmaditas en la espalda y agradecà yéndome a entrenar. Mi cuerpo es musculoso, pero sin estar tanto como el entrenador. TenÃa unas piernas anchas, un pecho ancho, una cintura pequeña y unos brazos que volvÃan locos a todos. TenÃa el cuerpo más bien como de esos modelos que modelan trajes de baños, también tenÃa un abdomen de impacto. A mis 35 años, estaba bien conservado. Uno a uno, las personas que esa noche se encontraban ahà fueron terminando sus rutinas y yéndose a sus casas o a donde quiera que fueran. La chica de recepción se despidió del entrenador y este fue para cerrar con llave la puerta principal, bajando las cortinas que cubrÃan los alrededores del gym, quedando todo totalmente cubierto. Al final, solo habÃamos quedado tres personas adentro, encerrados en esa bóveda; el entrenador, otro muchacho que andaba por ahà que no estaba para nada mal y yo. Nos recordó que podÃamos quedarnos el tiempo que fuera necesario, sin que sobrepasará las 12:30 p.m. Cerciorándose de que todo estaba cerrado, y acomodando unas cosas que estaban tiradas, se fue a donde estaba los casilleros de la entrada y frente a nosotros y sin ningún pudor, se bajó los pants dejándome a deleite de mis ojos unas piernas increÃbles, hermosas, grandotas y musculosas, unas piernas de bodybuilder. Mi verga reacciono cuando vio esas nalgas redondas, grandotas y musculosas en tan entallada ropa, querÃa romper mi short negro que llevaba ese dÃa, que, por fortuna, era de corredor, de esos que quedan un poco flojitos. Mi vista se posó dónde estaba el otro chico entrenando y al igual que yo, habÃa quedado anonadado pues su cara también era de deseo. En un momento hicimos contacto visual como por unos segundos preguntándonos si aquello era real. Después de darnos cuenta que nos veÃamos fijamente, como dos cazadores observando a su presa, la pena nos consumió y volteamos nuestra cabeza tratando de evitar mirar a aquel hombre monumental. Mi compañero habÃa notado mi excitación y yo habÃa notado la suya, tenÃa un short más largo que el mÃo, pero más entallado lo que le dejaba un sabroso bulto al aire. Ambos seguÃamos entrenando, pero el coqueteo entre nosotros no paro, fue creciendo. Él se mordÃa los labios para provocarme y yo paraba más mi culo para saborearlo. El me paraba más la verga donde estaba sentado y yo le mostraba la mÃa, como en una competencia por demostrar quién era el más alfa. Por un segundo me habÃa olvidado del otro hombre y estaba poniendo atención a este nuevo. TenÃa un cuerpo similar al mÃo, muy estético también, bastante musculoso, pero sin llegar a ser tan extremo. TenÃa una camiseta que lo hacÃa lucir bastante atractivo. Haciendo algo de memoria mientras entrenaba habÃa recordado su rostro en alguna competencia atrás y algunos rumores de su sexualidad que ahora los estaba confirmando, como es una ciudad pequeña, resulta que todos nos conocemos entre todos y más en el ámbito deportivo en el que me desenvuelvo. Asà que confiado le di suelta a mis mañas de seducción. Me acerque a él con el pretexto de ayudarle con su rutina, pero mis verdaderas intenciones eran sentir más cerca su cuerpo. Poco a poco comencé con mis manos a recorrer su cuerpo musculoso, se encontraba sentado, levantando unas pesas que ayudaban a desarrollar firmes pectorales. Mis manos comenzaron con sus hombros, bajaron a sus brazos y después a su pecho. Mientras hacÃa esto, lo veÃa con deseo, con ganas de comérmelo. Sin darme cuenta ya lo estaba besando, el ejercicio se habÃa pausado y de pronto, le levante su camisa para comerme sus hermosos pectorales, mamando sus ricos pezones y mi lengua recorriendo cada cm de su varonil cuerpo. Él me dejaba acariciar sus músculos sin ningún reparo, habÃa comenzado a gemir levemente. Tocaba su cuerpo de arriba a abajo, sobre su ropa y debajo de ella, nos dábamos unos buenos besotes. HabÃa metido mi mano por debajo de sus shorts largos y le acariciaba la verga de arriba abajo, apretándola fuertemente mientras él se iba perdiendo más y más en el deseo. El me quito mi playera y yo habÃa jalado la suya para poder seguir disfrutando de nuestros cuerpos. En ese movimiento, notamos que el entrenador del gym se encontraba de frente a nosotros, ajeno a nuestro cachondeo, dándonos una vista de gloria, de primera plana, una rica espalda ancha acompañada con unas nalgas que gritaban penetración. Nos reÃmos mutuamente y con un intercambio de miradas sabÃamos que habÃamos encontrado a nuestra vÃctima. Nos separamos un momento, volviéndonos a colocar nuestra ropa para que la vÃctima no se alebrestará y haciéndonos los despistados con algunas mancuernas que habÃamos utilizado decidimos esperar el momento oportuno para atacar. El instructor cambio de ejercicio, sentándose en una máquina que jala el peso para adelante mientras estas sentado, muy cerca de donde nuestro cachondeo habÃa sucedido. Se veÃa soberbio, muy masculino, el alfa en su territorio. Nosotros ya estábamos bastante calientes; yo me frotaba la verga arriba de mis pantalones viendo disimuladamente a este macho entrenar. En cada repetición del ejercicio, soltaba un leve gemido de dolor al entrenar con tanto peso. Escuchar gemir a este macho me causaba tanto morbo, querÃa poseerlo y que esos gemidos fueran porque le estaba metiendo mi verga. Poco a poco el otro chico y yo fuimos encarcelando a nuestra presa, rodeándola y cada vez más disfrutando de esa rica visión que nos estaba regalando. La presa se encontraba inmersa en su mundo, entrenando para seguir contemplando ese rico cuerpo que lo harÃa salir violado esta noche, sin imaginar lo que ambos pervertidos estábamos planeando. Ajeno a nuestros planes, nos empezamos a acercar a ese macho musculoso. Cuando noto nuestra presencia, nos preguntó si necesitábamos ayuda y le contesté que no. Yo me habÃa acercado frente a él y mi compañero por su espalda. Le dije que solamente estábamos contemplando cual era la técnica que utilizaba para ese ejercicio, a lo que mi compañero respondió que tenÃa un excelente cuerpo y querÃamos robarle algún par de trucos. Solamente se sonrió. Nosotros dos, mi compañero y yo, decidimos acércanos más mientras él seguÃa concentrado en el número de repeticiones. Ahora tenÃa un porte más gallardo, mas presumido, le habÃa gustado los cumplidos que le habÃamos hecho y, como todo macho alfa, presumÃa con más esmero su cuerpo. —Wow, wow, wow —, decÃa yo cada que realizaba un movimiento. El macho solamente gemÃa y contaba, su rostro era de total concentración. —Wow, wow, wow—, volvà a repetir, esta vez más cerca de él y sin despegar la mirada de su entallado bóxer, revelando un bulto muy rico que mi agua se morÃa por poseer. Mi compañero de esa noche habÃa sido más ventajoso, ya que habÃa comenzado a acariciar sus hombros y empezar a bajar la mano sobre el hinchado pectoral del entrenador. Esto parecÃa no importarle a nuestra presa, quien seguÃa haciendo sus ejercicios mientras mi compañero manoseaba esas chicotas enormes. El entrenador solo seguÃa con la mirada las manos que lo manoseaban. Yo para unirme a esta fiesta, decidà empezar a tocarle las hermosas piernas que tanto me habÃan llamado la atención, disfrutando cada cm de ese musculoso cuerpo. Cuando levante la mirada, mi amigo ya le habÃa quitado la playera, dándonos un panorama completo de la virilidad de aquel hombre. El seguÃa manoseando sus pectorales y yo me concentraba en sus piernas. Nuestra pesa parecÃa disfrutar aquello, vanagloriando su cuerpo y teniendo en su rostro una sonrisa pÃcara, traviesa, como de triunfo. Mi boca no resistió mas y me baje a lamer esas piernas musculosas que me tenÃan la verga casi chorreando mi leche. Mi compañero seguÃa sabroseando sus enormes brazos, con los pezones del entrenador que ahora ya estaban excitados y sobresalÃan como dos firmes montañas de aquella bola de músculos que tenÃa como pectoral. Mi compañero se habÃa clavado un paso más adelante, habÃa empezado a besar a este macho quien inmerso en nuestros manoseos, disfrutando el placer que le daba de presumir su cuerpo, aún seguÃa con sus repeticiones. En cada invasión que le dábamos a su cuerpo por nuestras lenguas o manos, el entrenador soltaba leves pujidos que nos calentaban más a los dos. Dejaba que le lamiéramos todo el pecho sin ningún reproche, disfrutando los masajes que nuestra boca les estaba dando. Yo me aventure a subir más y también disfrutar de la parte de arriba de ese macho, sentándome casi en sus piernas y manoseando sus hermosos bÃceps, que ahora el entrenador me daba una pose sumamente sensual con ellos, como si estuviera en una competencia de fÃsico culturismo. También baja a donde estaba su bulto y aunque no le habÃa quitado el bóxer, podÃa besarlo por arriba de la ropa, oler ese aroma a masculinidad que tanto me encantaba y seguir manoseándolo. Esto se repitió un par de veces, ahora el entrenador parecÃa más cooperativo con nosotros, también participando en el festÃn con el solo hecho de posar y de vez en cuando tocando nuestros cuerpos. Era gloriosos vera aquel hombre lleno de músculos disfrutar del placer que le estábamos dando, era también delicioso poder disfrutar de cada uno de los cm. de todo su musculoso cuerpo. La habitación se llenaba de gemidos, de besos, de aroma a hombre, de testosterona. Éramos tres machos disfrutando de nuestros cuerpos sin ningún control. Para disfrutar más a este hombre, mi compañero y yo intercambiábamos lugares. Él se apartaba y yo besaba ese cuerpo de hombre, y si él se acercaba, yo me apartaba para tocarme la verga mientras observaba a mi compañero disfrutar de este hombre. De la nada, mientras yo seguÃa besando a este hombre mi compañero también decidió acercarse y con más Ãmpetu que yo, le intento bajar el bóxer. El entrenador reacciono de una forma que no nos esperábamos, ya que se puso algo nervioso y dijo que ya habÃa estado bueno de tantas puterias. Yo quedé en shock, pensé que estaba disfrutando de aquello. El entrenador algo molesto se empezó a parar del aparato donde estaba sentado y empezó a caminar con dirección a otro para seguir entrenando, pidiéndonos que si ya habÃamos terminado que hiciéramos favor de retirarnos. Mi amigo y yo nos quedamos con cara de extrañeza, pensamos que aquello también era de su agrado, al menos, por la cara y por cómo se dejaba manosear. Algo confundidos nos fuimos al baño, con el espÃritu rendido. Volvimos a ver dentro del gym y vimos a ese hombre caminar hacia otros aparatos, totalmente de pie y únicamente utilizando el bóxer banco que le hacÃan enmarcar una figura muy antójale. Nuestras vergas se pararon, no dejarÃamos que ese macho se fuera sin recibir una buena dotación de verga esa noche. Mi amigo y yo nos quedamos viendo a los ojos y decidimos volver a atacar. Con nuestros torsos desnudos y las vergas a todo lo que daba, fuimos a donde el entrenador estaba haciendo su rutina… nuevamente comenzando con la danza del manoseo. En esta rutina, el entrenador tenÃa las piernas un poco abiertas apoyadas en el suelo, completamente de pie, una ligeramente más adelante que la otra y los brazos extendidos, jalando algo de peso de las maquinas que ahà se encontraban de lado y lado. Esto permitÃa una posición más abierta para que un par de pervertidos como nosotros, disfrutaran sus nalgas mientras otro le comÃa la verga. De igual forma que en el ejercicio anterior, el entrenador dejo que lo manoseáramos sin poner mucha resistencia, solo nos decÃa que por favor ya no, que tenÃa una competencia y tenÃa que seguir entrenando. Él también estaba perdido en una mezcla de placer y coraje, lo veÃamos en su rostro. QuerÃa que nos detuviéramos, pero querÃa seguir recibiendo placer, que siguiéramos con nuestra lujuria. Mi compañero se acercó por la espalda y yo por el enfrente, pero esta vez no perdimos tanto tiempo en la manoseada y nos fuimos directamente a lo que querÃamos. Me hinque por delante y mi compañero por detrás, su verga quedo frente a mi rostro y las nalgas musculosas frente al rostro de mi compañero. Ninguno de los dos escuchaba ni una sola de sus palabras, no le prestamos atención y seguimos con nuestro trabajo. Fui yo quien, con mis labios, bajo su bóxer hasta el suelo, mi amigo empezó a comer aquel delicioso culo y mi boca se prendió de su verga como si fuera un becerro. Ambos hombres le estábamos dando placer a aquella montaña de músculos que todavÃa seguÃa en la pose como si estuviera haciendo ejercicio, y si bien es cierto que aún continuaba jalando las mancuernas, la intensidad habÃa bajado, ahora el macho musculoso estaba gimiendo por el placer que le daban estos dos hombres en sus partes Ãntimas. Mi compañero lamia de pies a las nalgas todo ese montón de músculos, que se abrÃa un poco más, separando las piernas, para que la lengua de mi compañero entrara en aquel orificio. Yo por mi parte, estaba disfrutando de un abdomen de piedra y de una verga hermosa, gorda al igual que el resto de su cuerpo, no muy grande pero lo suficientemente ancha para poder ahogarme y atragantarme con ella. El macho solo gemÃa y gemÃa, ya no nos pedÃa que nos detuviéramos, solo gemÃa y disfrutaba de placer que le estábamos brindando. Mientras chupábamos su cuerpo, nuestras manos también disfrutaban de aquel manjar de músculos, recorriendo una vez más todo ese delicioso cuerpo. Las repeticiones que hacÃa de su rutina de entrenamiento se habÃan detenido, quedando perdido en la mamada de verga y de culo que le estábamos dando. Su rostro varonil ahora solamente tenÃa expresado el placer proveniente de nuestras lenguas La respiración de aquel hombre monumental se empezaba a acelerar, contrayendo rÃtmicamente su abdomen, se veÃa como todos sus músculos se contraÃan una y otra vez, disfrutando todos de aquella sinfonÃa de gemidos que los tres emitÃamos. El entrenador habÃa empezado a hacer movimientos como si me estuviera cogiendo por la boca, al mismo tiempo que se empinaba para adelante para dejar expuesto su culo y que mi compañero disfrutara aún más. Estuvimos asà por algunos minutos, recorriendo por adelante y por atrás el cuerpo de aquel macho varonil. Cuando ambos nos encontrábamos besando su boca, el macho se giró para quedar en sentido contrario de como habÃamos empezado a darle placer. A mi ahora me tocaba comerme las nalgas con mi lengua y a mi amigo ahora le tocaba atascarse con su verga. Yo me clave en esas nalgas musculosas, metiendo mi cara hasta adentro, lo más que podÃa. Ese culo se resistÃa a que yo lo lamiara pues sus nalgas apretaban mi lengua de tan grandota que las tenÃa, teniendo que usar mis manos para poder llegar a él. Lo tomaba de sus caderas para jalarlo hacia mi cara todo aquel tremendo culazo que no podÃa creer que me estaba comiendo. De pronto, sentà como esas nalgas se abrÃan aún más sin razón aparente y cuando me fijé, este macho se encontraba haciéndole sexo oral a mi compañero, dejando aún más a mi merced aquel hermoso culo. Estuvimos asà por algunos minutos más, yo dándome placer con aquellas nalgas musculosas y mi compañero recibiendo placer con la boca del entrenador. En un momento nos pusimos los tres de pie para besar aquella rica boca del hombre musculoso. Él nos dijo que no podÃamos seguir haciendo esto, que él no era gay y que, por favor, nos detuviéramos. Mi compañero y yo nos miramos a los ojos y con una risa burlona obligamos al entrenador a ponerse de rodillas y seguir dándonos placer. Lo cual, aunque nos costó un poco, valió la pena forzar a aquel hombre a estar en cuclillas. TenÃa dos vergas frente a él y no sabÃa por cual empezar. Intentaba meterse las dos al mismo tiempo, después se turnaba porque no le cupieron. Mi verga también era gruesa y un poco más larga que la del instructor. La de mi compañero era la más pequeña de los tres, pero tenÃa un grosor que no decepcionaba. Yo la tenÃa como de 19 cm, el instructor como de 17 y mi compañero como de 15. El instructor estaba comiéndose nuestras vergas mientras los dos nos besábamos. Estuvimos asÃ, disfrutando de la boca del entrenador por algunos minutos más. Pasado algunos minutos de estar asÃ, nuestro entrenador nuevamente se alejó de nosotros con la verga parada y sin decir nada a donde está la tÃpica pose de entrenamiento de levantamiento de pesas. Esta ves se sentó, se relajó un poco los músculos y se dispuso a entrenar. Pero habÃa dejado a dos pervertidos adentro de su gym y obviamente a donde estaba el lo seguimos nosotros para acostarlo en el aparato y seguir disfrutando de su cuerpo. Mi compañero se comÃa su verga mientras yo le besaba la boca asà acostadito y luego le ponÃa mi verga frente a su rostro dándole una mirada de —ya sabes que hacer—, lo cual, el entrenador entendÃa fácilmente. Después de un par de mamadas, puse mi culo sobre su cara dándole mi boca a tragar y bajando y subiendo mi pelvis para penetrar su garganta. Mi verga entraba con dificultad pues el instructor se veÃa que no era muy hábil con esto y se atragantaba fácilmente. Igual que en lo anterior, mi compañero y yo cambiamos de pose, ahora yo me comÃa su verga y el recibÃa la mamada por parte del instructor después de haberle dejado unos buenos besotes. Hicimos que el machote se parará para yo acostarme sobre el aparato para que el entrenador me mamara la verga mientras yo le mamaba la suya, haciendo un 69 perfecto y mi compañero le mamarÃa el culo, ya que, en esta pose, el entrenador dejaba expuesto ese rico culito. Yo solo sentÃa como el entrenador se retorcÃa y a ratos dejaba de mamar mi verga y cuando levanté la mirada, logré ver como mi compañero empezaba a tocar ese culito con sus dedos, recorriendo las paredes dentro de esas nalgas musculosas, lo que hacÃa que el macho se arqueara para atrás un poco, dejando mi verga suelta y emitiendo varios gemidos. Con sus manos intentaba sacar los dedos de mi compañero, pero le era inútil, mi compañero estaba decidido a jugar con su orificio. El entrenador nos decÃa que eso ya era demasiado, que no se dejarÃa penetrar. Mi compañero parecÃa ignorar aquella suplica y pidiéndome que me levantara de donde estaba, acostó a nuestro macho boca arriba, levantando sus piernas en el aire, lo que hacÃa que aquel culo quedará aún más expuesto. En esta pose, nuevamente mi compañero le dio a mamar verga al entrenador, mientras yo me comÃa su verga una vez más pero ahora, mis dedos ensalivados jugaban con la cavidad anal de nuestro entrenador. Mis dedos fueron penetrando más y más las paredes de su culo y mi compañero ahogaba sus gemidos y quejidos metiéndole más adentro la verga. Mis dedos parecÃan tener mantequilla, se deslizaban en los bordes de su culo y lo penetraban de una manera magistral. Solo podÃa ver que ponÃa resistencia en las piernas cuando se movÃa. Mi compañero lo habÃa dejado bien dilatado, pues mis dedos se perdÃan adentro de aquel hermoso culo que apretaba delicioso, casi cortando mi circulación. Mi compañero también tenÃa bien sujetado de las manos a aquella montaña de músculos que estaba siendo objeto de nuestras más bajas paciones. Nuevamente cambiamos de pose para ser yo quien con mi verga callara aquel macho mientras mi compañero lo penetraba con sus manos. TenÃa la verga caliente y erecta y me comenzaba a doler, querÃa eyacular a la brevedad. En una de tantas meditas, vi como mi compañero tomo al macho por sus caderas y lo levanto un poco con un movimiento bastante brusco, lo que ocasionó que quedara como de perrito, dejando ese culo expuesto nuevamente. Mi compañero sin decir nada, fue quien le introdujo de un solo golpe la verga a aquel hombre. Solo vi cuando el entrenador frunció el ceño en señal de que aquella invasión le habÃa dolido bastante. Mi verga nuevamente fue cómplice en ahogar aquellos ricos gemidos que mi compañero le habÃa sacado. Estuvo bombeándolo asà por algunos minutos, entrando y sacando de aquel culo musculoso. Yo solo veÃa la cara de mi compañero que era de un gozo total, mientras que el entrenador, aun como podÃa soportaba aquellas embestidas, metiéndole mi verga de vez en cuando querÃa pedirnos que paráramos. Mi compañero con una mirada después de algunos minutos de estarlo penetrando y disfrutar ese hermoso culito, me habÃa dicho que era mi turno de meterle la verga a aquel musculoso. Asà que me pare detrás de él y de la misma forma que mi compañero se la deje ir toda sin ningún aviso, en la misma pose casi de perrito. Como mi verga era más grande, el instructor gemÃa mas y mi compañero me ayudaba a callarlo con unas buenas cachetadas o metiéndole la verga en su boca. Yo estaba perdido en lo apretado que se sentÃa aquel culo musculoso, como cada cm. se abrazaba a mi verga no dejándola entrar o no dejándola salir. Ese culo habÃa sido el mejor que me habÃa cogido en mucho tiempo. Disfrutaba el contacto de mi pelvis con sus musculosas nalgas, mi vaivén era rÃtmico, era agresivo. QuerÃa sentir cada uno de sus cm. anales en aquella penetrada, no habÃa nada que me importara más que eso. Me lo seguà cogiendo a mi antojo, intercambiando su culo con mi compañero. Aquello era fenomenal, podÃa ver como se cogÃan al macho musculoso mientras este gemia y también podÃa cogérmelo para hacerlo gemir. Jamás me imagine que yo podÃa ser parte de algo tan delicioso. Mientras lo cogÃamos, decÃa algo como que eso no habÃa sido parte del trato, que sinceramente no preste mucha atención. Solo querÃa penetrarlo, poseerlo, hacerlo mÃo y dejarle mis hijos. Lo pusimos también boca arriba, lo cual me dejaba ver ese varonil rostro recibiendo mi verga y aguantándola bastante bien, aunque se gemÃa, ese hombre tenÃa su culo expuesto para nosotros. Cuando terminamos, decidimos acabar sobre su varonil pectoral, marcando nuestra propiedad. Retirarnos nuestras vergas y nos comenzamos a manosear delante de este macho que se encontraba ahora acostado en el piso viéndonos y esperando por la leche. Yo fui el primero en vaciarse, arrojando una tremenda cantidad de semen al cuerpo del entrenador, siguiéndome mi amigo con una armonÃa de gemidos masculinos que me volvieron aún más loco. El entrenador solo nos quedaba viendo y no hizo ningún intento por vaciar sus bolas. Cuando terminarnos, le pregunto a mi compañero si eso era todo de aquella noche, a lo que mi compañero le respondió que sÃ. Que eso habÃa sido todo. Yo no entendà muy bien y no quise preguntar, seguÃa dejando leche por todo el cuerpo de aquel masculino musculoso. Cuando me termine de venir y vaciarme completamente, mi compañero me pidió que lo acompañara al baño. Tomando un poco de leche mezclada en el pectoral de aquel macho, manche uno de mis dedos y se lo pase por los labios a lo que el macho reacciono cerrando herméticamente aquello. Acompañé a mi compañero al baño para alistarnos e irnos. De lejos escuchamos a mi entrenador decir que no usáramos las regaderas, que si nos podÃamos marchar ya. Yo me reà y mi compañero me pidió que fingiera que lo conocÃa, que afuera me explicaba. Lo cual, me desconcertó un poco, pero accedÃ. Nos terminamos de limpiar bien el sudor y la leche de nuestras vergas, guardamos bien nuestras cosas y ya caminamos hacia afuera de los baños para llegar a la puerta principal del gym, con nuestro aroma a sexo mezclado con nuestros perfumes. El entrenador ya tenÃa su pants y su playera esperando ser puesta, recargada en su hombro, teniendo todavÃa algunas marcas de nuestra leche en todo su pecho a pesar de que ya se habÃa limpiado con su bóxer blanco. Mientras caminábamos, mi compañero me pidió que no dijera ni una palabra más que para despedirme y asà lo hice. El entrenador le dijo, —espero que con esto quede salda nuestra deuda—, a lo que mi compañero le respondió, —no lo sé, es una deuda bastante grande. Lo pensaré—. Lo que hizo que el entrenador se enojara un poco. Nos despedimos sin ningún inconveniente. Estrechando nuestras manos al irnos y sintiendo un apretón bastante grande por parte del entrenador. Afuera, mi compañero me pregunto que si traÃa coche, lo que le dije que si. Me dijo que nos subiéramos para aplicarme y asà lo hicimos. Dentro del auto me comenzó a contar que él ya tiene mucho tiempo viniendo a este gym. Trabaja como oficial de policÃa y por eso siempre viene de noche y se queda a entrenar hasta tarde. En una de esas noches, después de entrenar salió a su coche a traer algo y entró sin que el entrenador se diera cuenta, si, este mismo musculoso. Se dirigió al baño pues se habÃa olvidado de meter una camisa que usarÃa esa noche pues tenÃa una cita con alguien. Cuando salió vio al entrenador por ahÃ, haciéndose pendejo, pero cuando entro no lo encontró por ningún lado, lo cual no se le hizo extraño y siguió con sus cosas. Fue al baño, tomo su ducha y se empezó a cambiar. Cuando salió de los baños, vio al entrenador cogiendo con una jovencita menor de edad, lo cual, como policÃa estaba en el deber de detenerlo, pero la inteligencia o perversidad le hizo pensar otra cosa. Comenzó el protocolo de detención, diciéndole que era fulano de tal y mostró su placa. La niña se aterro y el instructor no supo que decir o que hacer. Les dio tiempo para que se vistieran y los subió a la patrulla. Su cerebro trabajo rápido, pues mientras se cambiaban ya estaba elaborando un ingenioso plan para poseer a aquel hombresote que tanto tiempo le habÃa llamado la atención. Primero fueron a dejar a la joven a su casa. Después, en el camino a la delegación, detuvo la patrulla en un parque oscuro y comenzó a charlar con el instructor, diciéndole cuál serÃa su suerte en la cárcel y cuantos años tendrÃa que soportar aquello. Dejando aturdido a aquel hombre, derrotándolo mentalmente. El entrenador no querÃa que le pasara eso y preguntó si no habÃa otra forma de solucionar la cosas. El policÃa dijo que si, pero no sabÃa cómo lo iba a tomar él. El entrenador estaba dispuesto a hacer lo que fuera con tal de salvarse. —okay—, contesto el policÃa. —si en verdad estas dispuesto a hacer lo que sea para no denunciarte, vamos a tu gym de nuevo—. Y asà fue, se dirigieron al gym donde habÃa empezado todo. El instructor pensó que le pedirÃa entrenamiento personalizado gratuito o un plan de asesorÃas, cualquier cosa, pero no, el policÃa iba por la virginidad anal de aquel tremendo musculoso. Estando en el gym, entraron, cerciorándose de que no hubiese nadie, fueron a una oficina que estaba en una segunda planta. Ahà el policÃa fue claro con él, le dijo que él querÃa hacerle lo mismo que le estaba haciendo a aquella joven al musculoso, que ese era su único trato. Al cabo de algún tiempo, ambos hombres bajaron de aquella habitación. Uno con aire triunfal y otro con un semblante desvirginado. ¿Te gustarÃa saber qué fue lo que me contó? Entonces, no te pierdas el siguiente relato.
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