El padre de mi amigo 🔥
Eramos amigos desde niños, yo me sentÃa tan cómodo en su casa como él en la mÃa, inseparables. Mario y yo Jugábamos, aprendÃamos, experimentábamos y lo hacÃamos todo juntos. ParecÃamos hermanos mas que simples amigos. Hasta que las cosas empezaron a torcerse. Sus padres empezaron a llevarse mal y llegó el divorcio. Su madre se lo llevó con su amante a otra ciudad y perdimos el contacto. Hubo momentos en que pensé que no lo volverÃa a ver.
Al que si veÃa de vez en cuando ya que seguÃamos viviendo en el mismo barrio, a la vuelta de la esquina, era a su padre. Para entonces yo tenia 18 años y Julio cuarenta y dos y se mantenÃa francamente bien. A veces nos cruzábamos por el parque cuando salÃamos a correr. Nos encontramos una tarde calurosa de verano por la calle. Al reconocerme sonrió y me saludó.
Él tenÃa noticias de Mario y entramos en el bar mas cercano a charlar. Resultó ser un oscuro y discreto pub. A nuestro alrededor parejitas se morreaban y metÃan mano y no todas eran chico-chica. Todo ello no contribuÃa ami tranquilidad. Me contó que Mario iba a entrar en la universidad ese otoño. Nos alegrábamos ambos por él y charlando recuperaba la confianza que tenÃa antaño con su padre, Julio.
Él siempre me habÃa gustado y ahora que me fijaba más veÃa que estaba muy bueno, muy atractivo. Me propuso ir a su casa y echarle un vistazo a viejas fotos. PasarÃamos un rato divertido recordando tiempos pasados.
No tenia otra cosa que hacer y me alegré de pasar un rato mas con él. Confiado y contento a su lado nos dirigimos a su piso. Al entrar se sacó la camiseta dejándome ver su cuidado y lo que para mi fue una sorpresa, depilado torso, se quedó solo con los vaqueros. Me dijo:
-ponte cómodo.
Y me ofreció una bebida por el calor que hacÃa y que yo empezaba a tener no solo por la temperatura. La cosa se ponÃa interesante, con los vasos en la mesa veÃamos álbumes con fotos de otros veranos, de vacaciones que pasamos juntos, las dos familias en la playa.
ParecÃa casualidad que en la mayorÃa de las fotos Mario y yo estábamos en bañador o sin camisa. LucÃamos nuestros jóvenes cuerpos delgados y por entonces ya sexys. Ya empezaba a tener mucho calor y no era solo la temperatura. En ese momento me quité mi camiseta y la eche a un lado sentado junto a él en el sofá. Julio me miró de reojo con aprobación y una sonrisa.
Señalé una foto en la que él todavÃa tenÃa vello por el cuerpo y en la que él lucia un pequeñÃsimo bañador speedo. Recuerdo quien hizo esa foto... Fui yo cuando empezaban a gustarme los hombres. Lo vi tan sexi en la playa con esa reducida prenda que no pude aguantarme cuando tenia la cámara en la mano. Pero nunca conseguà quedarme con una copia de esa foto. Le dije:
-¿Cuando ha cambiado eso? ParecÃas un oso peludo.
-hace tiempo. Se siente mas suave asà ¿No te parece?
-pues yo si estoy mas suave asÃ... Pero contigo... Aún no lo sé. Jejeje ¿hasta donde llega
-es completo, a láser.
-¡vaya! No lo recordaba asÃ. Me acordaba mas de ti como el de la foto. Más peludo.
SonreÃmos los dos. Divertidos.
¿TodavÃa tienes ese bañador?.
-ese mismo no, pero tengo algunos parecidos.
-estarÃamos mas cómodos con algo asÃ. ¿No crees?.
-puedo dejarte uno, ahora, ya te quedarÃa bien algo de mi talla. Lo que llevabais vosotros entonces no te valdrÃa ahora.
-¡Vale!,
me limité a contestar.
Entró en su cuarto y cuando salió ya llevaba puesto el minúsculo bañador rojo y muy ajustado. En la mano traÃa otro para mÃ, idéntico. ParecÃa que los hubiera comprado adrede con la intención de dejármelo.
Nos conocÃamos desde siempre y no seria la primera vez que me viera desnudo. Pero hacia años de la última vez. ¿Por qué no me iba a cambiar delante de él?. No me iba a dar vergüenza, mas bien podrÃa salir mi vena exhibicionista.
Mirando su cuerpo casi destapado y gustándome lo que veÃa, su cuerpo sin vello. Dejé caer mis bermudas y el bóxer pegado a mi cuerpo que llevaba y le dejé ver también mi piel depilada. Julio podÃa ver mi polla pelada y ya morcillona penduleando entre mis muslos, por estar asà con alguien que me gustaba. Me puse el pequeño bañador que me cubrÃa lo justo. Acomodé el rabo hacia un lado y volvimos a sentarnos, esta vez aún mas juntos.
Para que se me pasaran los nervios le di un trago a mi bebida mientras él aprovechaba para coger otro álbum y poner una mano en mi rodilla. Me gustaba su tacto fuerte en mi pierna. Y le dejé hacer.
Que casualidad que en la primera foto salÃamos su hijo y yo haciendo un calvo a la cámara. HabÃa reservado esa foto para esa ocasión. Casi no recordaba cuando nos la hicimos, pero allà estaban nuestros culos blancos por la marca del bañador duros, jóvenes, respingones y muy muy apetecibles en la imagen como prueba.
- siempre tuve la duda. ¿Mario y tú os lo montabais en esa época?
- experimentabamos y nos lo pasábamos bien. Llegamos a hacer algunas cosas bastante morbosas. Nadie me ha vuelto a chupar la polla cómo él.
Ahà por fin saltó.
-ese dÃa estuve a punto de abalanzarme sobre ti y comerte el culito. Me parecÃa lo mas bonito que habÃa visto nunca.
Le mire a los ojos sorprendido y a la vez encantado de que por fin lo hubiera dicho. De que me hubiera confirmado que él también me deseaba.
-hoy ya puedes hacerlo. Creo que a los dos nos gustarÃa.
Y nos besamos. Su ansiosa lengua entró en mi boca mientras nos abrazábamos. Le metà la mÃa hasta la garganta buscando su saliva dentro de la boca. Éramos pura lujuria cambiando saliva de una boca a otra. Pellizcaba sus pezones excitándolo aún más mientras el se inclinaba sobre mi torso para lamer los mÃos.
Me fui recostando en el sofá tirando de él, dejándole mi cuerpo para que pasara la lengua y manos por donde quisiera. Levanté los brazos sobre la cabeza y aprovechó para lamer mis axilas. Largo, lento, pasando la húmeda por mi piel depilada haciéndome cosquillas. Bajó mordisqueando mis pezones, chupando mi vientre, mientras por fin notaba sus manos librándome del pequeño bañador. Ya no paró hasta que no lo sacó por mis pies.
Mi glande durÃsimo a esas alturas le rozaba el cuello. Dejó mi polla a un lado haciéndome esperar un poco mas. Se dedicó al pubis suave sin pelo, la base del pene y mis súper sensibles huevos. Yo gemÃa acariciando su pelo, su cabeza separando lo mas que podÃa los muslos. Un pie en el suelo y el otro sobre el respaldo tocando la pared.
Pasó la sin hueso por el perineo y una vez más me hizo esperar. Subió por la cara interna del muslo y la pantorrilla hasta meterse los dedos de mi pie, y no debÃan estar muy limpios, en la boca sin dejar de mirarme lascivo a los ojos.
Yo lo devoraba entero con la vista. Su polla asomaba entera fuera del bañador. Pero no podÃa alcanzarla aunque lo deseaba. HabrÃa tiempo para todo. Ahora su lengua entre los dedos de los pies me volvÃa loco. Cogà una de sus manos y chupé sus dedos con cara de vicio como lo hubiera hecho con su rabo. Aprovechó el tenerlos mojados para acariciar mi ano con ellos y empezar a dilatarme tierno y dulce y a acariciar mis testÃculos.
Ya notaba el Ãndice abriendo mi ano cuando por fin se metió mi polla en la boca. La chupaba goloso tragando todo lo que podÃa, hasta la garganta. Esta vez situado a mi costado, perpendicular y no entre mis piernas podÃa acariciar su pecho y espalda. Su piel suave e incluso llegar hasta agarrar su culo duro por debajo del bañador que Julio aún tenÃa puesto.
Sobre la mesa baja de cristal el álbum habÃa quedado abierto por esa foto. Lo ultimo en lo que podÃa pensar en ese momento era en Mario y su culito blanco teniendo a su padre asà tan entregado.
Sin sacar mi polla de su boca hizo lo posible por acercarlo mas, girando su cuerpo y por fin deslicé un dedo por su ano. Se le escapó un gemido al notarlo. Ya no hacÃan falta palabras, nos entendÃamos por telepatÃa. Mi dedo empezó a penetrarlo suave mientras el dejaba mi polla bien mojada con su saliva. Creo que aprovechó ese momento para bajar una mano y sacarse el bañador.
Cuando se sacaba mi nabo de la boca era solo para gemir y suspirar y preguntarme:
- ¿Lo hago tan bien como Mario?
- Aún mejor pero creo que tienes más experiencia de la que nosotros tenÃamos entonces. Y las mismas ganas.
hasta que mirándome a los ojos me pidió:
-¡Fóllame!
Siempre pensé que con él serÃa yo el primero en ser penetrado, pero no iba a quejarme. Estaba deseando follar ese pétreo culo. Con una sonrisa lasciva le contesté:
-¡Cabálgame!
Y lo hizo. Se montó sobre mi cadera apoyando mi glande en su entrada ensalivada y dilatada con mis dedos. PodÃa ver su poderoso torso suave y pellizcar sus oscuros pezones tan duros. Julio también se apoyaba en mi pecho mirándome a los ojos con una increÃble expresión de lujuria. Con su dura polla apuntando a mi cara se dejaba caer despacio dejando que ambos notáramos como entraba en su culo.
Mientras él subÃa y bajaba despacio por fin pude acariciar su rabo y los huevos tan suaves. La otra mano acariciando la piel de su muslo. No querÃa que se corriera sobre mi plano vientre asà que solo lo acariciaba con suavidad evitando pajearlo mientras Julio aceleraba el ritmo de la cabalgada. A la vez apretaba el esfÃnter como si quisiera arrancarme la polla.
El que al fin se corrió fui yo dentro de su recto gimiendo y suspirando, con los ojos en blanco. Se inclinó sobre mà para volver a besarme para recorrer mi boca con su lengua hasta llegar a la campanilla. Mientras mi polla perdÃa su dureza y salÃa sola del acogedor ano.
QuerÃa que él me follara pero también querÃa saborear su lefa. Su sabor en mi lengua. Al final fue él quien lo decidió, sin bajarse de encima se movió hacia adelante hasta apoyar el culo en mi pecho dejándome asà la polla al alcance de mi boca. No tuve más que separar los labios para que entrara el durÃsimo glande. Me encantaba pasar la lengua por la piel suave casi pulida de la punta de su nabo. Mientras sus huevos se apoyaban en mi pecho o incluso a veces me rozaban la barbilla. Claro que tampoco los dejaba en paz acariciandolos con la mano.
Por fin me llenó la boca de semen que no me tragué, lo retuve sobre la lengua esperando que me besara y poder compartirlo con él. No me defraudó, se bajó de encima sólo para tumbarse a mi lado buscando de nuevo mi boca con el mismo ansia que habÃa tenido toda la tarde al besarme. Jugamos con nuestras lenguas con la lefa y la saliva mientras las manos seguÃan recorriendo nuestros cuerpos con suavidad ya mas relajados.
Tirados en el sofá, sin separarnos ni un milÃmetro seguÃamos rememorando viejos tiempos y contándonos situaciones morbosas. Sobre todo estas últimas y de las que en su dÃa no llegamos a enterarnos.
Él habÃa estado a punto de pillarnos con los pantalones bajados y lamiéndonos varias veces. Cuando oÃamos el ruido de la puerta apenas nos daba tiempo a subirnos la ropa y poner cara de circunstancias.
Me contó también cómo tuvo que contratar algún chapero que se pareciera a nosotros por lo cachondo que le ponÃamos. Y por fin me dijo que la causa de su divorcio fue el confesarle a su mujer su bisexualidad. Además de el amante que ella se beneficiaba por supuesto.
Con todo el morbo de la conversación nuestros miembros recuperaban la verticalidad. Yo estaba rabiando por que me follara, ni nos quedaba saliva para lubricar. Asà que fue a la cocina a buscar aceite de olivacon el que untar su rabo y dilatar mi ano.
Lo esperaba de rodillas en el sofá apoyado en el respaldo y separandome las nalgas con las manos. Ya habÃamos tenido juego previo, se limitó a pasar la lengua unos segundos por la raja, dejar caer el aceite desde mi espalda y entenderlo con dos dedos en mi ano. Mientras yo se lo ponÃa con generosidad en la polla.
Lo de que que entró en mà como un cuchillo caliente en mantequilla, en ese caso margarina, fue literal. También es verdad que mi culo estaba acostumbrado a semejante trato pero su penetración lenta y deliberada fue de lo más placentero. Agarrando mi cintura empezó a moverse, suave, despacio, haciéndome notar como ser abrÃa paso por mi carne que yo apretaba para exprimirlo. Mi polla estaba tan dura que me golpeaba el ombligo al mismo ritmo con que la suya me follaba. Solo gemÃamos y disfrutábamos, suspirando y llenando el salón con nuestros gritos.
Cuando por fin se corrió se derrumbó sobre mà espalda bufando y riéndose. Mi semen se unió a las manchas anteriores del mismo material y aceite en los cojines del mueble. HabÃa tenido mi orgasmo casi sin tocarme. Mientras su lefa rebosaba de mi ano me dijo:
- La próxima vez llegamos hasta la cama.
Mi carcajada debieron oÃrla los vecinos. Si no nos habÃan oÃdo hasta ese momento.
- ¿Asà que habrá una vez más?
- Todas las que quieras. Y si cuando venga Mario a visitarme queréis recordar viejos tiempos solo tienes que venir aquÃ. Prometo avisaros antes de entrar en la habitación no os pille comiéndote la polla.
- Supongo que ahora no nos importarÃa que entraras y puede que hasta te unieras.
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